Emotiva despedida de quien fuera secretario personal de fray Carlos Hermano Pablo: "Loado seas, mi Señor, por el cardenal Amigo. Nos quiso y le quisimos; nos respetó y le respetamos"

Hermano Pablo, en las exequias por el cardenal Amigo
Hermano Pablo, en las exequias por el cardenal Amigo

"Andalucía, España, la Iglesia pueden llorar y rezar, aplaudir y recordar al cardenal Amigo, que se hizo todo a todos para ganarlos para Cristo, nuestra Pascua, el Señor eterno"

"Sevilla, Sevilla, Sevilla, de Sevilla no puedo decir nada, porque de Sevilla, el concierto de esta mañana lo están dando todos ustedes. Desde vuestro corazón abierto nace la gratitud que ha toda vista palpable"

"Nos alentó y le ayudamos, nos ayudó y le colaboramos. Nos dio el Evangelio y lo vivimos con él, seguimos tristes, pero seguimos encendiendo la fe de Cristo resucitado"

La Eucaristía, para un cristiano, es el bien supremo, de ella vivimos, y de ella salimos para comunicar a nuestros hermanos que Cristo vive. Estoy seguro, no porque tenga autoridad alguna, pero, que el haber estado tanto tiempo a su lado, que éste hubiera sido su mensaje.

Vivamos alegres. Tristes porque somos humanos, y la separación de seres tan queridos, nos nubla el corazón. Pero sabemos muy bien que nuestra esperanza no defrauda. No es como decía tantas veces: sentarse en el camino y aguardar a que acontezcan tantas cosas, si no es vivir en la certeza de que Cristo nunca falla. Últimamente él solía decir siempre: Por Cristo nuestro Señor.

Vivió para Cristo, vivió para su Iglesia, se deshizo, pero con alegría, alegría franciscana, de esa alegría que nace de las llagas del mismo Cristo. Llagas que nos curaron de todas nuestras debilidades y de nuestras amarguras.

Loado seas mi Señor, por el cardenal Amigo: Pastor, padre y hermano. Nos quiso y le quisimos; nos respetó y le respetamos; nos predicó y le escuchamos, nos escuchó y le dijimos nuestras cuitas. Nos alentó y le ayudamos, nos ayudó y le colaboramos. Nos dio el Evangelio y lo vivimos con él, seguimos tristes, pero seguimos encendiendo la fe de Cristo resucitado.

Ahora, Medina de Rioseco, su pueblo, al que tanto quería, su pueblo Santiago de Compostela, donde nació a la vida franciscana. Zamora, su primer destino. Roma, donde amplió sus estudios. Tánger, donde inició su ministerio episcopal.

Sevilla, Sevilla, Sevilla, de Sevilla no puedo decir nada, porque de Sevilla, el concierto de esta mañana lo están dando todos ustedes. Desde vuestro corazón abierto nace la gratitud que ha toda vista palpable.

Andalucía, España, la Iglesia pueden llorar y rezar, aplaudir y recordar al cardenal Amigo, que se hizo todo a todos para ganarlos para Cristo, nuestra Pascua, el Señor eterno. La hermana muerte le lleva al umbral a ese cielo de los bienaventurados y María, la pura y limpia, le abre el postigo del Reino.

Bendícenos, señor cardenal, bendícenos padre Amigo, síguenos bendiciendo indicando el camino que señala el ángel pascual: “No está aquí, ha resucitado”, porque: Cristo ha resucitado ¡aleluya!

Alégrate Virgen de los Reyes, porque en tu Hijo Jesús, fray Carlos vive en Dios y nos bendice con la gracia y la paz.

Desde el cielo solo tendría una palabra para todos ustedes y en la persona del señor arzobispo de Sevilla, don José Ángel, quisiera que se sintieran todos representados, desde el más alto al más pequeño, la única palabra que saldría de su corazón es: Paz y Bien, hermanos.

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