"Autodenominado 'el periódico global', tan global no parece" 'El País', en nueva andadura, silencia por completo la realidad cristiana de España

'El País'
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"El País, a partir de su nueva andadura, no menciona ni una sola vez a Jesús de Nazaret, ni a nada que a él se refiera, lo cual contrasta con su etapa anterior, saturada a diario  con artículos y noticias mil de temas cristianos"

"El cambio producido sin explicación alguna, lo presenta como el gran periódico español, autodenominado “El periódico global”

Tan global no parece, pues la inmensa realidad cristiana de España es para él inexistente, como si se tratara de un invento que ya a nadie interesa"

¿Quiénes son los nuevos dueños de este colosal cambio, sin que se alce ni un ápice de protesta en todo el ámbito cultural cristiano de España?"

Lo que no se nombra, no existe. Es lo que cualquier lector de El País, seguidor más o menos de su larga trayectoria anterior, descubre sin pretenderlo: a partir de su nueva andadura, con sus 50 páginas, reiteradamente asignadas a sus diez espacios. En ellas no se menciona ni una sola vez a Jesús de Nazaret, ni a nada que a él se refiera, lo cual contrasta con su etapa anterior, saturada a diario  con artículos y noticias mil de temas cristianos.

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El cambio producido sin explicación alguna, lo presenta como el gran periódico español, autodenominado “El periódico global”. Tan global no parece, pues la inmensa realidad cristiana de España es para él inexistente, como si se tratara de un invento que ya  a nadie interesa. 

El cambio es tan obvio que, resultaría ofensivo para el lector insinuarle que tal cambio es casualidad, fallo aislado o voluntad explícita de los españoles. Y cualquier lector se pone a pensar: ¿Quiénes son los nuevos dueños de este colosal cambio, sin que se alce ni un ápice de protesta en todo el ámbito cultural cristiano de España? 

¿De dónde viene esa marea invasora, qué pretende y qué no está logrando con el predominio  estampado de su habla, de sus costumbres y de sus festivas fechas, relegando olímpicamente la relevante cultura cristiana de España?

¿En qué queda la responsabilidad ético-política del Estado español y de los Partidos gobernantes, instituidos para controlar tan amplio y significativo cambio? 

La infiltración, entre sutil y descarada, del más poderoso imperio planetario no acontece sin que haya sido pergeñada fríamente. En sus entrañas venía latiendo desde el principio tal como queda auto-otorgado y sellado en el “Destino Manifiesto” de su endiosado imperio: “La tesis general de Manifest Destiny, de que Estados Unidos estaba destinado a expandirse y civilizar el mundo, conservó un atractivo poderoso gracias a los escritos de John O’Sullivan. Como una buena idea que se recicla constantemente Manifest Destiny siguió siendo una potente inspiración para los futuros líderes políticos” (Rodrigo Ricardo: ”Destino manifiesto: definición, resumen y cronograma”, Publicado el 4 noviembre, 2020).

Increíblemente, la que debiera ser natural y solidaria convivencia al interior y en la relación de unas naciones con otras, se ha desarrollado con odio y enemistad, originando la deplorada y universal emigración, hasta el punto de que no se da  entre la mayoría de las 159 naciones existentes, una interior convivencia pacífica con solo ciudadanos de la propia nación.

Sociedad

Resulta patético que hayamos de concluir que la generalizada y forzada emigración comporta un global e indiscriminado encuentro de miles y aún millones de ciudadanos, para otra convivencia, verificada  simplemente como personas, antes que como ciudadanos de tal o cual nación.

Conclusión: con fundamento, se puede afirmar que el nacionalismo puro y excluyente se viene a abajo y lo reemplaza paradójicamente un multiformesupranacionalismo ciudadano, concentrado en toda suerte de personas humanas aunque no sean de una misma nación. 

Se puede ensalzar a toda persona por tener dignidad, capacidad, idoneidad y derecho para vivir en cualquier nación, pero no a ninguna nación que excluya o castigue a personas vengan de donde vinieren, pues toda nación sin personas es abstracta y vana palabra.

Lo dicho pone de relieve un extremo repelido: no existe nación alguna tan hermética y autosuficiente que sea y funcione por sí misma frente a personas que reclaman el derecho primario y universal  a existir y ser aceptadas en cualquier territorio nacional. La nacionalidad es y se adquiere allí donde vive toda persona, sea por nacimiento o por inclusión desde cualquier otro lugar. La emigración va a ser, y está siendo, tan general y tan imparable que predominará en cualquier país la mezcla multiforme de incontables personas, dando al traste con el puro y excluyente nacionalismo. Aparecerá, por fin, la idéntica igualdad y calidad de todos los habitantes de la tierra, por encima de pertenecer a la cerrada superioridad de una determinada nación. 

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