"Bergoglio nunca cayó en la trampa de ser 'políticamente correcto'" Papa Francisco: el costo político

Iglesia en salida
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"'Costo político' refiere a las consecuencias, que tendrá para el individuo y/o el estamento por el que responde, la toma o no de decisiones"

"Papa Francisco, como parte de su legado, nos dejó el ejemplo de renunciar a su propios proyectos y hasta a su propia fama por cumplir la voluntad de Dios en los roles que le fueron tocando en su vida de consagrado"

"Francisco, entre otras cosas, dejó el legado de la sinceridad, la claridad, la determinación y la capacidad de decidir en favor de la humanidad toda"

"Francisco dejó una Iglesia mejor, en movimiento, provocada y provocadora, no esclava de los ritos y las doctrinas sino inyectada de Evangelio puro, es decir de Jesús vivo y actuante"

La expresión “costo político” forma parte de la jerga que involucra a quienes tienen responsabilidades en alguna forma de gobierno, no solamente público sino también privado.

“Costo político” refiere a las consecuencias, que tendrá para el individuo y/o el estamento por el que responde, la toma o no de decisiones; por ejemplo la pérdida de credibilidad, la caída de la imagen tanto personal como institucional, el riesgo de la desconsideración popular, entre otros.

Está relacionado íntimamente con otra frase poco feliz que también se ha puesto de moda en los últimos lustros: hacer o no hacer, decidir o no, según lo “políticamente correcto”.

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Papa Francisco

En todo gobierno está lleno de estos exponentes que una vez arribados a los cargos, argumentan con mentiras para poder seguir creciendo y con ello obteniendo más poder, más dinero y mayor discrecionalidad sin importar el valor máximo de cualquier sociedad: el bien común, principio bastardeado si los hay.

En la Iglesia también ocurre, y ocurre desde siempre.

De hecho es relativamente fácil encontrarse con decisiones –o mejor, no decisiones- por parte de obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados, encargados de tareas dentro de la Iglesia, basadas aunque no expresadas, en este principio: actuar con corrección política; más de una vez fundamentada en la virtud de la prudencia, que no es otra cosa que lisa y llanamente un ejercicio de cobardía y temor explícitos por no pagar ningún costo político.

En la Iglesia el poder consiste en el servicio. Lo enseña Jesús en el Evangelio.

Claramente queda expuesto que ser Iglesia es ser servidores.

Cada uno a su manera, con los dones confiados por Dios, sin dejar de ser nadie y por ninguna razón, Pueblo de Dios.

Más aún: el que el poder -que significa tener decisión en el rol a desempeñar para caminar detrás del Señor incluyendo a todos, creyentes y no creyentes, porque todo ser humano goza de la misma dignidad de persona dado por Dios, inquebrantable e irrenunciable- sea siempre servicio resalta que el seguimiento de Jesús llega hasta dejar la propia persona, los propios supuestos derechos de lado en favor de los demás. Eso es renunciarse a uno mismo.

El “sí” de María significa la renuncia a sus propios proyectos, a su propia persona, para hacer lo que el Ángel le anuncia en nombre de Dios.

La encarnación, predicación, muerte y resurrección de Jesús va por el mismo camino: renunciar a lo propio de manera lo más total posible para hacer la voluntad de Dios, suponga el costo que sea.

Francisco

Misteriosamente el Señor hace de este ejercicio un nuevo misterio: Entregarse a la voluntad de Dios, lejos de perder identidad y el propio ser individual creado y amado por Él, realiza y plenifica de un modo difícil de explicar.

Estas consideraciones, probablemente demasiado detallistas, sirvan para poner el acento en el ministerio del Papa Francisco, que como parte de su legado nos dejó el ejemplo de renunciar a su propios proyectos y hasta a su propia fama por cumplir la voluntad de Dios en los roles que le fueron tocando en su vida de consagrado.

Desde las renuncias a sus proyectos de familia para ser sacerdote, hasta las críticas y los tratos humillantes por parte de algunos de sus propios compañeros jesuitas durante su gestión como provincial, rector del Colegio Máximo o su reclusión obligada en Córdoba.

Desde su elección como obispo auxiliar de Buenos Aires para luego ser obispo coadjutor y los celos y las envidias de muchos pares, algunos de los cuales aún no terminan de digerir el exceso de bilis que deben tragarse, criticándolo mentirosa y duramente, endilgándole el buscar la fama y el poder de manera egoísta y personal.

Ni hablar de cuando le tocó “trabajar de Papa”.

En estos años de su pontificado (2013-2025) desde diferentes lugares del mundo, también de Argentina, y ni hablar de muchos espacios de la curia vaticana, de movimientos –casualmente todos de derecha, ultraliberales- aparentemente “católicos” que endiosan a sus fundadores prescindiendo del Señor y que sostienen su poder en el dinero, hicieron de Francisco un destinatario de durísimas críticas fundadas en la mentira, la misma que funda sus supuestos “si” a Dios.

Papa Francisco

Francisco, entre otras cosas, dejó el legado de la sinceridad, la claridad, la determinación y la capacidad de decidir en favor de la humanidad toda, de la cual la Iglesia debe ser servidora –ya como hospital de campaña, ya con sus puertas abiertas- y a costa de su propia persona.

Francisco no midió nunca el “costo político” de sus decisiones, tomadas en la oración, el discernimiento y la consulta, es decir sinodalmente.

El Papa Francisco nunca cayó en la trampa de ser “políticamente correcto”. Dijo lo que entendió que había que decir a quien sea y cuando fuera.

Francisco es una bisagra en la Iglesia que será difícil de ignorar. Aunque muchos, muchísimos, pretendan hacer creer que el tiempo del Papa Francisco y del Vaticano II ya pasó.

Hay cosas, decisiones, posiciones y temas que serán imposibles de ignorar: abusados y abusadores, la mafia interna de la Iglesia por poder económico y de forma, el manejo del dinero, la prioridad por los pobres, los niños, los ancianos, entre otros y no “la pobreza, las infancias, la ancianidad…”, el llamado a que los consagrados salgan de sus comodidades, etc.

Francisco puso siempre su cuero en riesgo. Le importó siempre hacer la voluntad de Dios más que su figura y lo que representaba.

Y estoy convencido que dejó una Iglesia mejor, en movimiento, provocada y provocadora, no esclava de los ritos y las doctrinas sino inyectada de Evangelio puro, es decir de Jesús vivo y actuante.

Teología en salida
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Francisco nos invitó a todos a aprovechar la oportunidad de elegir cada día qué hacer, no sólo como consagrados; también como mamás, papás, hijos, trabajadores, empresarios, gobernantes, políticos, periodistas, creyentes y no creyentes; en fin, como seres humanos.

Sólo ser mejores personas, sinceros, honestos aunque vaya la fama personal en ello; renunciar a lo políticamente correcto y a medir el costo político, es lo que va a cambiar el mundo.

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