"El Dicasterio para la Doctrina de la Fe debe actuar con más transparencia y poner a las víctimas al centro. Todas las víctimas" El Papa León XIV y los abusos

"Fue evidente su compromiso profundo con las víctimas de abuso sexual y su determinación de erradicar esta lacra de la Iglesia. Basta ver que, sin haber cumplido aún un mes como Sucesor de Pedro, una de sus primeras audiencias fue precisamente con nuestra Comisión"
"Fue pieza clave en el apoyo al Papa Francisco para intervenir y clausurar la corrupta y abusiva congregación del Sodalicio de Vida Cristiana en Perú. Y durante años, brindó ayuda concreta y compasiva a muchas víctimas que se acercaron a él buscando justicia, consuelo y una respuesta que rara vez encontraban en otros ámbitos de la Iglesia"
"Falta mucho por hacer. Aún hoy, hay víctimas que caminan por el mundo profundamente heridas, sin justicia, sin siquiera haber sido creídas, con su dignidad hecha pedazos. Nadie debería vivir así"
"Falta mucho por hacer. Aún hoy, hay víctimas que caminan por el mundo profundamente heridas, sin justicia, sin siquiera haber sido creídas, con su dignidad hecha pedazos. Nadie debería vivir así"
| Juan Carlos Cruz Chellew
La semana pasada, el Papa León recibió en audiencia a la Pontificia Comisión para la Protección de Menores y Personas Vulnerables. Aunque el contenido de la reunión fue confidencial, pudimos dialogar de manera franca y directa con el Santo Padre, y él con nosotros. Él nos oía atento. Fue evidente su compromiso profundo con las víctimas de abuso sexual y su determinación de erradicar esta lacra de la Iglesia.
Basta ver que, sin haber cumplido aún un mes como Sucesor de Pedro, una de sus primeras audiencias fue precisamente con nuestra Comisión. Este gesto no solo simboliza su prioridad, sino que marca con claridad el rumbo de su Pontificado en esta materia.
Este compromiso no es nuevo. Como sacerdote, obispo y luego cardenal, el entonces Robert Prevost, fue una de las voces más firmes en defensa de las víctimas, incluso cuando muchos preferían guardar silencio o mirar hacia otro lado. Fue pieza clave en el apoyo al Papa Francisco para intervenir y clausurar la corrupta y abusiva congregación del Sodalicio de Vida Cristiana en Perú. Y durante años, brindó ayuda concreta y compasiva a muchas víctimas que se acercaron a él buscando justicia, consuelo y una respuesta que rara vez encontraban en otros ámbitos de la Iglesia.

El recuerdo del Papa Francisco
Tras unas semanas de la partida del querido Papa Francisco, he reflexionado profundamente sobre su legado. No puedo evitar sentirme agradecido por el privilegio inmenso de haber contado con su cercanía y amistad. Lo recordaré siempre como un hombre grande, y a la vez tan humilde, profundamente fiel al mensaje de Jesús en el Evangelio. A menudo me preguntaba: ¿cómo puede alguien ser tan increíblemente humano y, al mismo tiempo, estar atento a todo y a todos? No tengo la respuesta, pero él sí la tenía. Su amor infinito por el Señor y por la dignidad de cada persona.
Tras unas semanas de la partida del querido Papa Francisco, he reflexionado profundamente sobre su legado. No puedo evitar sentirme agradecido por el privilegio inmenso de haber contado con su cercanía y amistad. Lo recordaré siempre como un hombre grande, y a la vez tan humilde, profundamente fiel al mensaje de Jesús en el Evangelio
He escuchado a muchas personas —algunas que lo conocieron de cerca, otras que solo lo vieron una vez— coincidir en algo fundamental: el tiempo que les dedicó fue realmente suyo. Lo que le contaban le importaba. Y ellos lo sabían. Yo tampoco terminaré nunca de agradecer esa cercanía. Espero con el alma el día en que pueda volver a verlo.
Por todo eso, y por tanto más, me importaba profundamente quién vendría después. Seguía las noticias de las reuniones previas al cónclave y le pedía al Señor que, aunque no sería otro Papa Francisco, sí nos diera un sucesor que continuara lo que él había iniciado. Y llegó el momento esperado: el humo blanco, el conmovedor Habemus Papam.

El Papa León XIV
El elegido fue el cardenal Robert Prevost, ahora Papa León XIV. Fue emocionante ver al mundo reaccionar con esperanza. Muchos, católicos y no católicos por igual, comentaban: “Se ve un hombre bueno. Me da esperanza este papado”.
Tuve la oportunidad de conocer al cardenal Prevost hace unos años cuando tuvo un papel crucial en enfrentar la corrupción de la arquidiócesis de Piura, Perú, y en colaborar con la valiente decisión del Papa Francisco de intervenir y, finalmente, disolver al Sodalicio de Vida Cristiana. Una organización marcada por el abuso, el encubrimiento y la desviación absoluta del Evangelio.
Vi de cerca el sufrimiento de tantas víctimas porque me contactaron hace más de diez años. Fui testigo de vidas arrasadas por la persecución judicial de abogados sin escrúpulos y empresarios poderosos, decididos a silenciar periodistas y víctimas por igual. Todo eso, bajo la sombra de miembros del Sodalicio
Vi de cerca el sufrimiento de tantas víctimas porque me contactaron hace más de diez años. Fui testigo de vidas arrasadas por la persecución judicial de abogados sin escrúpulos y empresarios poderosos, decididos a silenciar periodistas y víctimas por igual. Todo eso, bajo la sombra de miembros del Sodalicio.
Hay que haber vivido el infierno del abuso para entender lo que significa enfrentarlo. Por eso, cuando vi al cardenal Prevost ponerse del lado de las víctimas, junto al Papa Francisco, supe que no era un hombre cualquiera. Se enfrentó al poder, a la intimidación, a los intereses instalados durante décadas. Fueron las mismas víctimas las que me contaron de cómo sólo tres o cuatro obispos las habían escuchado y actuado y monseñor Robert Prevost fue uno de los principales.

Tengo experiencia directa con el silencio cómplice de cardenales y obispos. Lo viví en carne propia, y mi historia, ya es conocida. Por eso no doy mi apoyo a la ligera. Desconfío por naturaleza, y no tengo reparos en alzar la voz contra quien sea si eso ayuda a proteger a otros. Pero también la levanto, con la misma convicción, cuando sé que alguien ha actuado con rectitud.
Una de las frases que siempre resuena en mí es esta: “El único requisito para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada.” En tiempos marcados por el odio, la guerra, la violencia… y también por los abusos, es imprescindible que existan hombres y mujeres dispuestos a confrontar el mal, venga de donde venga, y a defender la verdad, cueste lo que cueste.
Por eso me duele profundamente ver cómo algunos, a veces sin siquiera comprender lo que dicen, intentan manchar la integridad de alguien que ha tenido el coraje de enfrentar el mal, aún a riesgo de quedar herido en el proceso.
Los que tratan de enlodar injustamente a León XIV por su actuación frente a los abusos. Lo hacen desde el prejuicio, desde la desinformación, o desde intereses ocultos. Pero los hechos concretos, la historia y las víctimas que él ha acompañado y defienden cuentan otra realidad.
El compromiso con las víctimas
Falta mucho por hacer. Aún hoy, hay víctimas que caminan por el mundo profundamente heridas, sin justicia, sin siquiera haber sido creídas, con su dignidad hecha pedazos. Nadie debería vivir así.
Una de las cosas que más me conmovió al escuchar al Papa León fue cuando nos dijo que muchos, lamentablemente, entienden el abuso como una herida física: una cortadura que sana con el tiempo y permite seguir adelante. Concuerdo con él: no es así. El abuso deja cicatrices invisibles, profundas, que atraviesan el alma y la historia de vida de quienes lo sufren.
Perdón por recurrir a lo personal, pero compartí con él algo muy íntimo: soy un enamorado de la Santísima Virgen. No sería nada sin ella. Me ha tomado de la mano y me ha sostenido incluso en los momentos más oscuros, durante el abuso más brutal. Desde que me mudé a Madrid el año pasado, he querido viajar a Lourdes, a agradecerle, por tanto. Me sería más fácil ir a Fátima, por cercanía. Pero no puedo. No puedo ir a Fátima. Años atrás, el sacerdote que me abusó me invitó allí. Era un sueño mío y estaba feliz. Pero también allí, en ese lugar sagrado, me volvió a abusar. Desde ese día —y con el perdón de la Virgen— no puedo mirar esa imagen en Fátima sin recordar aquel horror.
Así son las historias de miles de víctimas, muchas incluso más desgarradoras que la mía. Por eso, tenemos que hacer mucho más. El Dicasterio para la Doctrina de la Fe debe actuar con más transparencia y poner a las víctimas al centro. Todas las víctimas. Lo mismo los obispos del mundo: deben replicar el coraje y la determinación del Papa Francisco y, ahora, del Papa León.
Palabras como creer, justicia, reparación y el compromiso institucional del nunca más no pueden ser eslóganes. Deben ser lenguaje cotidiano, acciones concretas y realidades verificables.
Por eso, al igual que muchos, al ver al Papa León asomarse al balcón el día de su elección, pensé: Tengo esperanza en este pontificado.