Obituario de José Antonio Álvarez Sánchez, obispo auxiliar de Madrid Pepe, camino del Cielo

José Antonio Álvarez
José Antonio Álvarez CONFER

"Le recuerdo siempre sonriendo. Pero también le recuerdo como era, un hombre de carácter bien definido, inteligente y a veces, más serio, nada sensiblero y con esa “santa indignación” ante las injusticias que sufría cada persona y también la sociedad, pues su sensibilidad era grande, pero su cercanía a cada situación también"

"Querido Pepe, no nos dejes de “mirar” desde el Cielo. Acompaña a tu iglesia de Madrid, a Cursillos y a Manos Unidas, siempre"

Este 1 de octubre, inicio del mes del Rosario, me he despertado con la noticia que aún me cuesta creer:  D José Antonio Álvarez Sánchez, obispo auxiliar de Madrid, ha fallecido a causa de un infarto. Pero a mí me lo ha comunicado mi hermano Fernando, cursillista, en el grupo WhatsApp de la familia.

Y es que sabía bien que a Pepe (para mí era Pepe) lo conocí en mi Cursillo de Cristiandad en 2006, donde era el segundo sacerdote. Allí todos le llamábamos y en Cursillos le siguen llamando con cariño ya no “Pepe” como yo, si no “Pepito”. De todo esto hace casi veinte años. Y desde entonces siempre mensajes cariñosos, siempre y en la distancia compartiendo nuestras andanzas.

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Hace tan sólo unos días fue mi 50 cumpleaños. Pepe había cumplido sus 50 el pasado 3 de agosto. Pero aún nos une algo más: de 2015 a 2018 fue viceconsiliario nacional de Manos Unidas, consiliario de Servicios Centrales. Unos años importantes en mi trayectoria profesional en los que él, no sólo me acompañó como sacerdote, si no como amigo.

Le recuerdo siempre sonriendo. Pero también le recuerdo como era, un hombre de carácter bien definido, inteligente y a veces, más serio, nada sensiblero y con esa “santa indignación” ante las injusticias que sufría cada persona y también la sociedad, pues su sensibilidad era grande, pero su cercanía a cada situación también.

Recibí con gran alegría su nombramiento el pasado 23 de abril y poco después y fue la última vez, pudimos darnos un abrazo en la Iglesia de Santiago de Madrid. Esta mañana, al salir de casa y rozarme el sol la cara y sentir la belleza de la brisa de este día templado del otoño incipiente, no he podido evitar que las lágrimas llenasen mis ojos y mejillas, pensando que él, que tanto amaba la vida ya no está aquí: que su sonrisa, que su bondad, que su trabajo que tanto bien y tanto necesitaba nuestra Iglesia y específicamente nuestra Iglesia de Madrid, ya no podrá continuar, al menos en la tierra.

Querido Pepe, no nos dejes de “mirar” desde el Cielo. Acompaña a tu iglesia de Madrid, a Cursillos y a Manos Unidas, siempre.

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