¿Qué hacer con quien se niega a vacunarse? Personas vulnerables y negacionistas de las vacunas

Ngacionistas del covid y de las vacunas.
Ngacionistas del covid y de las vacunas. eldiario.es

La pandemia se ha convertido en una oportunidad para reflexionar y discernir. Estamos a tiempo para rectificar y encontrar nuevas sendas por las que caminar para gestionar mejor los recursos y las relaciones humanas personales, culturales, nacionales e internacionales

En estos días de vacunación masiva en los países desarrollados, mientras asistimos impasibles a la no vacunación de continentes enteros, se pone de manifiesto la inhumanidad y el riesgo que somos capaces de asumir los ricos, antes de ceder un milímetro en nuestra ambición

No obstante, la libertad es también una responsabilidad y una oportunidad para la verdadera empatía. El auténtico sentido de la existencia tiene mucho que ver con la capacidad de intentar alcanzar lo sublime, lo más bello y hermoso de la vida humana y, en general, ese plus de humanidad se encuentra en la generosidad y la entrega

En estos días de vacunación masiva en los países desarrollados, mientras asistimos impasibles a la no vacunación de continentes enteros, se pone de manifiesto la inhumanidad y el riesgo que somos capaces de asumir los ricos, antes de ceder un milímetro en nuestra ambición y nuestros privilegios.

Nos desarrollamos envueltos en un “descaro existencial” que nos permite apropiarnos de recursos naturales, técnicos y humanos sin límite ni rubor. Con la finalidad de mantener asegurada nuestra salud biológica sacrificamos lo que sea necesario aún a costa de degradar nuestra condición humana.

Pero la vacunación, entre la desinformación, el miedo y la falta de criterios claros, ha hecho surgir, entre nosotros, otros interrogantes, entre ellos: ¿Qué hacer con los que se niegan a vacunarse? ¿Cómo actuar cuando los que no se vacunan y trabajan en residencias de mayores, personas con enfermedades importantes, hospitales y en general con personas con alto riesgo de no sobrevivir al contagio? A estos y otros interrogantes dedicaré esta reflexión.

Según los datos de la Comunidad Valenciana, desde donde escribo, el colectivo de trabajadores sociosanitarios, en el conjunto de la población, se encuentra entre las tasas más altas de vacunación superando el 96%. Solo el 4% de los que realizan su tarea en residencias, se ha negado a vacunarse.

No son muchos, ni queremos estigmatizarlos, pero sencillamente son demasiados. Un mínimo porcentaje de no vacunados obliga al Centro en que trabaja a tomar medidas de movilidad e higiene que se podrían relajar si estuvieran todos vacunados. Esto afecta directamente a la calidad de vida de los usuarios y de sus compañeros, además de poner en riesgo la salud de todos y la posibilidad de algún contagio de consecuencias imprevisibles. 

Vacuna
Vacuna

El negocio de las vacunas

Sabemos que las vacunas son un negocio, que no toda la información es veraz, que hay fraudes y errores… Un negocio millonario que en la actualidad se encuentra entre los más cotizados del mercado. Primero los gobiernos invierten en su investigación, (al menos 12.000 millones de dólares de dinero público se han destinado por los diversos gobiernos a apoyar la investigación de las principales vacunas que se administran contra el virus. Datos de Médicos Sin Fronteras), después, los mismos gobiernos las compran a las farmacéuticas y finalmente éstas multiplican su cotización en Bolsa. El negocio está servido. Mientras tanto los países sin recursos deberán seguir esperando. 

Pero, sabemos también que las vacunas han sido, en la lucha contra las enfermedades y su erradicación, un elemento decisivo y muy eficaz. Las estrategias establecidas para la erradicación de la poliomielitis, que tantas dependencias y sufrimiento han generado en el mundo, sirven de ejemplo: los datos sobre esta enfermedad en el mundo, indican que las vacunas han conseguido una reducción del 99 % de los casos. 

El derecho a la libertad

Sabemos que la libertad es un don sagrado, necesario como el aire o la luz. Sin libertad no hay desarrollo, ni es posible un futuro verdaderamente humano. "Donde no hay libertad, no puede haber justicia", decía el sabio y humilde profeta de nuestro siglo Pere Casaldáliga.  

No obstante, la libertad es también una responsabilidad y una oportunidad para la generosidad y la verdadera empatía con las personas. “El amor es verdadera libertad: ayuda a desprenderse de las posesiones, reconstruye las relaciones, sabe acoger y valorar al prójimo, transforma en don alegre toda fatiga y capacita para la comunión” (Papa Francisco, 12 de septiembre, 2018). 

En estas convicciones me atrevo a interrogar en su actitud a los negacionistas de las vacunas. Lo haré con algunas referencias al Evangelio de Jesús de Nazaret (nada sospechoso de ideologías partidistas); y con el único interés que mi voluntad de impulsar cualquier iniciativa o empeño por evitar el dolor y el sufrimiento, especialmente a los más vulnerables y los empobrecidos. Empeño que, por cierto, a Jesús le costó la vida. 

Proceso de vacunación.
Proceso de vacunación.

La falta de generosidad crea desconfianza

Trabajo cada día en una residencia con personas vulnerables, personas con alto grado de ayuda a su dependencia para realizar las necesidades personales básicas (higiene, alimentación, desplazamientos…). Personas con las que, los “cuidadores profesionales” tienen contacto directo, (cuerpo a cuerpo) una y otra vez, un día y otro día, en el ejercicio de su trabajo.

¿Qué confianza puede tener alguien vulnerable frente a una persona pretendidamente “profesional de los cuidados” que ha decidido no vacunarse, sin dar explicaciones y sin razón aparente? ¿Basta con aceptar que es libre para no hacerlo? Nos encontramos evidentemente ante intereses enfrentados: vacunarse para proteger a los vulnerables o libertad de los profesionales que les atienden y se niegan a vacunarse. 

Precisamente Jesús tiene entre sus afirmaciones una muy certera: “el que es de fiar en lo poco, es de fiar en lo mucho; el que no es de fiar en lo poco, del mismo modo no lo es en lo mucho”. La frase no es una descalificación. Es más bien una invitación: ¿puede crear confianza en las personas vulnerables alguien que tiene en sus manos la capacidad de protegerles, aunque sea mínimamente, del virus vacunándose y no lo hace? ¿Pueden, las personas a las que un negacionista (cuidador, médico, enfermera…) tiene que atender, confiar en la profesionalidad? ¿Pueden sentirse protegidos quiénes corren el riesgo de ser contagiados y morir en el empeño? 

Quizá si pudiéramos asegurar la libertad de los ancianos, las personas con discapacidad y los pacientes para negarse a ser atendidos por alguien que ha renunciado a la vacuna, con la sola libertad de ambos tendríamos resuelto el problema. Pero eso no es viable. En primer lugar porque su opinión cuenta poco, y en segundo lugar porque las administraciones públicas no podrían dar respuesta a la demanda por mucho que repitan, hasta la hartura colectiva, que la integridad de las personas, su salud y sus derechos son lo primero.

Llegados a este punto, me atrevería a hacer una propuesta a los negacionistas de las vacunas y todos los que en esta sociedad trabajan con personas (no con ladrillos o telas, números o máquinas). Una propuesta que, también tiene su inspiración en Jesús de Nazaret.

Harían mucho bien, y se harían bien a sí mismos, si dedicasen un tiempo a reflexionar y discernir sobre el sentido de su profesión en un marco más amplio: el verdadero sentido de la existencia humana (más allá de que transite por esta tierra en un cuerpo frágil o fuerte, joven o viejo…). El auténtico sentido de la existencia en esta tierra tiene mucho que ver con la capacidad de intentar alcanzar lo sublime, lo más bello y hermoso de la vida humana y, en general, ese plus de humanidad se encuentra en la generosidad y la entrega. 

Sé que es esta una propuesta “poco racional”, pero es profundamente humana. Invito a los que estan en contacto con personas vulnerables a que traten de desplegar lo mejor de sí mismos para que aquellos que dependen de su trabajo (unas horas de sus vidas) se sientan amados y respetados profundamente. 

Descubrir la generosidad y la entrega por los demás es, sin duda, fuente de sentido y de una inesperada felicidad; y es al mismo tiempo la manifestación más alta y sublime de humanidad. ¡Date el gusto de descubrirlo! Elegir libremente esta forma de vivir y de trabajar, también es un ejercicio de libertad. 

Acceso mundial a las vacunas y mensajes claros.
Acceso mundial a las vacunas y mensajes claros.

Mas allá de la ley

Sabemos que las leyes, en sobradas ocasiones, no son justas, más bien al contrario: son, en no pocas ocasiones, la causa directa de gravísimas injusticias y desigualdades (solo cabe mencionar las leyes laborales, las de migraciones, las económicas que permiten los abusos de las grandes corporaciones y compañías –por ejemplo el precio de la luz-, que estos días está entre las grandes preocupaciones de los consumidores).

Por eso no voy a defender que se obligue “por ley” a vacunarse todo el mundo, ni siquiera a que se tomen represalias de ningún tipo.

Orientar nuestra libertad hacia lo “excelente”

De nuevo, y para concluir, propongo dirigir nuestra libertad hacia lo “excelente”. Hay en el Evangelio una frase de Jesús, que aparentemente parece exagerada y fuera de toda lógica y que, sin embargo, es una verdad elemental: "el que quiera salvar su vida la perderá" (Lucas 9, 22-25). Una ligera actualización nos ayudará a entenderla: “el que se pasa la vida girando sobre sí mismo, haciendo cada vez mayor su ego y su individualismo pierde el tiempo –y la vida- en valorar y desarrollar algo que es solo relativo, transitorio y perecedero; por el contrario, el que dedica sus días a lo que verdaderamente somos “gana la vida”. Precisamente el amor y la generosidad es lo que nos hace verdaderamente humanos y asegura nuestra “trascendencia” generando más vida, nuevas vidas… sin límites físicos, ni biológicos.

Cuando mis decisiones se producen bajo el paraguas de “salvar mi vida, mis derechos, mi libertad, mi salud…” va creciendo cada día más mi “egoísmo”, las relaciones se establecen únicamente desde la conveniencia personal, decrece mi interés por los demás, disminuye mi sensibilidad hacia el dolor y el sufrimiento ajeno…, en definitiva, estoy “destrozando la vida”. ¿Qué nos diferencia entonces de cualquiera de esas hermosas fieras que habitan este planeta maravilloso, viven y crecen sensando, sin afectos ni emociones, sin sentido y sin amor, únicamente para sobrevivir “biológicamente”?

Por el contrario, cuando tomo decisiones en las que pongo en juego mi capacidad de entrega a los demás; cuando mis proyectos son comunitarios y van dirigidos a conquistas universales; cuando me libero de apegos y privilegios particulares y partidistas…, entonces, me manifiesto verdaderamente como persona, porque lo más sublime es tratar de crecer como ser humano. Y así, solo así, el futuro tendrá una verdadera oportunidad para la esperanza.

Vacuna Covid-19
Vacuna Covid-19

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