Religión cultural en la crisis del coronavirus "El profundo peso (y la oportunidad) que representa la religión cultural para una sociedad secular como la española"

España católica
España católica

"Aunque pueda parecer que el cristianismo está muerto en España, la memoria de la religión cristiana supone una rememoración viva y activa, que se esparce desde el peso parroquial en barrios y pueblo"

"Esta religiosidad cultural que permanece y ha cobrado una importancia inusitada en estos días de confinamiento, es también una oportunidad para la sociedad secular"

"La religión es obviamente una de las grandes expresiones de la cultura y está en constante negociación con la realidad en transformación"

"Si la sociedad secular opta por la ignorancia de que en ella misma también reside la religión cultural, habrá permitido que esta última sea utilizada en pro de Europas cristianas y sus cruzadas"

Las situaciones límite revelan el conjunto de la realidad de modos especialmente singulares. Diferentes analistas han subrayado la importancia del factor religioso en medio de la crisis del coronavirus, como si la religión hubiera vuelto a la escena social tras años de su propio confinamiento, tras años de ese largo proceso que llamamos “secularización”.

Por eso, sorprende el continuo seguimiento mediático de las palabras del Papa, la miríada de iniciativas cultuales que han surgido estos días o los innumerables sustitutivos procesionales que una población en cuarentena ha buscado para celebrar el fin de otra penitencia, la de la cuaresma en la Semana Santa. Aunque comenzábamos señalando que nuestra situación liminal puede estar “revelando” una realidad de fondo, también puede caricaturizarla, al igual que parte de nuestras actitudes se van exagerando tras semanas de confinamiento.

Y la sensación de no tener respuestas existenciales suficientes ante lo que está sucediendo, la quietud y el silencio que vivimos en nuestros domicilios, o la necesidad de un simbolización del trance experimentado –de la que participa el rito religioso pero también el no menos ritual aplauso vespertino– pueden promover una realidad ficticia que se evaporare cuando todo acabe. No obstante, al fin y al cabo, no deja de remitirnos a la misma realidad social, y por eso merece que nos detengamos brevemente en ella.

Monjas y coronavirus

La cuestión que se nos escapa a la hora de analizar la dimensión religiosa de la sociedad española es que la clave no está en que España sea más o menos católica ahora que antes de la crisis, como han apuntado diferentes articulistas en los últimos días. Quizá, el hecho de que las iglesias estén vacías, principal dato estadístico utilizado en los análisis sobre la religión, nos muestre que la complejidad del hecho religioso en las sociedades seculares es tal, que su encapsulamiento en el binomio practicante/no practicante no resulta satisfactorio.

En estos análisis puede escaparse una pieza fundamental: el profundo peso (y la oportunidad) que representa la religión cultural para una sociedad secular como la española y que la crisis del coronavirus ha puesto otra vez en la primera plana mediática.

Analicemos esa significación profunda, sustancialmente cultural. Más allá de la indudable presencia histórica del cristianismo en el tejido de nuestro pasado –cuestión debatida en la constitución europea por la problemática que trae asociada cuando trata de traducirse a política– está la relevancia social de la memoria, espacio donde los recuerdos individuales se funden en lo colectivo y con lo histórico.

Semana Santa de Sevilla

Aunque pueda parecer que el cristianismo está muerto en España, la memoria de la religión cristiana supone una rememoración viva y activa, que se esparce desde el peso parroquial en barrios y pueblos –independientemente de la asistencia a misa– a las recientemente ausentes en las calles (pero muy presentes mediáticamente y en los ánimos, espíritus y conciencias) procesiones de Semana Santa, tradición inveterada que conduce a muchos conciudadanos a asociar a un Cristo concreto con su Cristo y a una Virgen con su Virgen.

En ese pronombre posesivo se juntan memorias religiosas, personales y familiares con una fuerza tan inusitada como a veces orillada en los análisis estadísticos. Para los más cafeteros a nivel religioso, esta religiosidad cultural puede ser vista como una suerte de credo tan descafeinado que no es propiamente religioso. Para el laicista decimonónico, serán atavismos de un pasado superado, que mejor dejar confinado en las habitaciones de aquellos que sigan adscritos a esta serie de vicios.

Pero ciertamente existe, se manifiesta de forma pública, es altamente apreciado por parte de nuestros conciudadanos como un vector importante de su identidad y, además, les continúa posibilitando el acceso a un depósito de sentido –en este caso religioso– para el empalabramiento y el empoderamiento de su racionalidad simbólica. En ese su Cristo que procesionan y veneran también encuentran un espejo del inexplicable dolor que ahora están viviendo, y una esperanza que va más allá de las múltiples oportunidades que nos brinda la secularidad (y no necesariamente en conflicto con ellas, al contrario: en gran parte de los casos con una complementariedad absoluta).

Pórtico de la gloria

Esta religiosidad cultural que permanece y ha cobrado una importancia inusitada en estos días de confinamiento, es también una oportunidad para la sociedad secular. Su carácter alimón entre una religión secularizada y una secularidad religiosa permite aunar en torno a esta manifestación cultural a una amplia gama de creyentes y no creyentes.

La religión cultural, por la creciente autonomización que ha logrado de los agentes religiosos sin perder su impronta religiosa, ofrece un universo simbólico que puede ser leído de diferentes maneras: desde el mero goce estético o identitario (cargadores de Semana Santa ateos o la celebración del Vaticano en las series de Sorrentino The Young Pope y The New Pope) hasta lecturas más estrictamente religiosas institucionales.

Decimos lecturas “religiosas institucionales” y no simplemente “religiosas”, porque la etiqueta “religioso” puede ocultar elementos que no caben en el recipiente conceptual elaborado pero que pueden ser una muestra palmaria de una religiosidad en transformación para cuyo análisis no contamos aún con suficiente utillaje. La religión es obviamente una de las grandes expresiones de la cultura y está en constante negociación con la realidad en transformación. Y en este diálogo, también experimenta metamorfosis. Esta es la difusa y presente realidad ante la cual ciertos articulistas se asombraban pero que no deja de ser una más de las ambivalencias del propio proceso de secularización, que combina retraimiento del factor religioso con cambios profundos y sorprendentes de la misma religiosidad.

Por último, la posibilidad que presenta el multifacético carácter de la religión cultural se hace aún más patente en las potenciales consecuencias que tiene la tentación de ignorar esta realidad por prejuicios secularistas. Esta grave tentación de pensar que la sociedad es laica (y no simplemente el Estado, que es quien debe adherirse a la laicidad) en último término es cómplice de que grupos particulares patrimonialicen el cristianismo cultural en su discurso político, basándose en inveteradas raíces y remembranzas de una Europa cristiana de la que la religión cultural es heredera, pero no necesariamente copia o imitación: la religión cultural es también una realidad nueva en contacto con la secularidad.

Una realidad que, sí, tiene largas raíces y sentido pero experimenta continuas transformaciones. Si la sociedad secular opta por la ignorancia de que en ella misma también reside la religión cultural, habrá permitido que esta última sea utilizada en pro de Europas cristianas y sus cruzadas. En definitiva, habremos contribuido a la patrimonialización particular de lo que en cierto modo es patrimonio de todos. Y ante el posible futuro lamento, de nuevo el adagio popular: mejor prevenir que curar.

Francisco Javier Fernández Vallina

Instituto Universitario de Ciencias de las Religiones

Universidad Complutense de Madrid


Rafael Ruiz Andrés

Instituto Universitario de Ciencias de las Religiones

Universidad Complutense de Madrid

Catedral de Santiago

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