"Me confesaba un día que, de existir el cielo, lo imaginaba como la redacción del diario 'Pueblo'" In memoriam de San Antonio Aradillas: "Hemos perdido un extraordinario pensador y una gran persona"

Luis Romasanta y Antonio Aradillas
Luis Romasanta y Antonio Aradillas

"Los tiempos, me decía hace un mes, son 'palabras de Dios'. No interpretarlos adecuadamente dificultará la misión evangelizadora a la que se deben"

"El periodismo le permitió ser libre y no vivir de la Iglesia, pero jamás perdió la fe en ambos oficios, ni se salió de ninguno"

"En el homenaje que le dedicó su pueblo hace unos años el entonces arzobispo Celso Morga cerró la herida. Hoy la biblioteca municipal del pueblo lleva su nombre, y a ella ha legado cuanto tiene"

"Se adelantó al papa Francisco acreditándolo desde hace más de quince años en Religión Digital, donde ha rejuvenecido con su colaboración prácticamente diaria hasta ayer"

Hace apenas un mes comíamos juntos, porque quería darme su último libro publicado “Francisco, Papa en la encrucijada”(editorial Acci), que creo hace justamente el número 100. Y para Antonio Aradillas solo es libro aquello que supere las 250 páginas. Estaba como siempre, a sus 95 años, camino de 96, con la cabeza increíblemente amueblada, preguntándose cómo es posible el silencio guardado por la Iglesia ante la pederastia; la humillación con la mujer, impidiendo su acceso pleno a la Iglesia; la lejanía de los palacios episcopales viviendo ajenos al pueblo; la impotencia de una Iglesia católica donde no se puede decir más que  amén, tanto el cura como los feligreses; el silencio ante la denuncia de cantidad de fosas sépticas en la institución; su admiración por Lutero, la incomprensión por la obligatoriedad del celibato, y él fue célibe….Hasta su indignación porque Guadalupe no pertenezca a Extremadura, con la iglesia hemos topado.

Aradillas y Romasanta
Aradillas y Romasanta

Volvió a repetirme que esta Iglesia se acaba (no la Iglesia, en la que creyó siempre). Se acaba la de la inexistencia de un régimen democrático, tanto en la Iglesia-institución como en la Iglesia-Estado. La de las tiaras, báculos, solideos, capas magnas con brocados y cucullos, con báculo y muceta, coronados con la mitra, el símbolo de los generalísimos persas y de los sumos sacerdotes. Se acaba la doctrina interpretada a la luz del derecho canónico, y no del evangelio.

Los tiempos, me decía hace un mes, son “palabras de Dios”. No interpretarlos adecuadamente dificultará la misión evangelizadora a la que se deben. Y ser, estar, vivir, vestir y comportarse socialmente de modo distinto -y superior- al resto de los mortales y del pueblo de Dios, no es vivir de conformidad con Cristo Jesús, fundador de la Iglesia, que por cierto no rebasó el glorioso grado de laico.

Hace apenas un mes conversábamos de esto, y hace dos días asistí a su súbita muerte lenta, mientras le oía musitar en el hospital, apenas audibles, esas mismas ideas, con cita exacta de situaciones y de personas concretas. Y luego me sonreía, no sé ya si en este mundo o en el suyo.

Conocí a Antonio Aradillas -para mí, que no creo mucho en las jerarquías de su empresa, San Antonio Aradillas desde hace tiempo- a finales de 1968, cuando yo era un chaval que iniciaba Periodismo y logré colarme en el histórico diario “Pueblo” y él ya un resplandeciente sacerdote, escritor y periodista, en el retablo  del altar de los dos o tres, no más, curas-periodistas más influyentes. El periodismo le permitió ser libre y no vivir de la Iglesia, pero jamás perdió la fe en ambos oficios, ni se salió de ninguno.

Aradillas y Romasanta
Aradillas y Romasanta

Ha sido fiel, más de ochenta años, a aquel mocoso hijo del panadero de Segura de León (Badajoz) que se encontró jugando al fútbol en las empinadas cuestas de su pueblo con un ensotanado y tonsurado don Primitivo, que le dijo si quería ir al seminario. Antonio preguntó simplemente: “¿Allí podré estudiar?”. El hambre de cultura también es vocacional, con permiso del Cristo de la Reja y de las Capeas de su pueblo.

Periodista de hechos y de reflexiones, no de banalidades, cuando le conocí y luego trabajé con él, sentí que estaba ante un ilustrado, que ya se había despojado de la sotana, pero no del evangelio, dispuesto a mandar al infierno palabros como anatema, execración, excomunión, pena eclesiástica y similares sonidos guturales emitidos desde la Superioridad de uno de sus oficios. Siempre me dijo que por eso nunca quiso conocer Roma. 

Pero era un cura de verdad. Y el redactor jefe que se atrevió a crear una página social diaria hablando de problemas laborales en el periódico de las masas franquistas que -no se olvide- era del Sindicato único, a pesar de lo cual siempre dio altavoz al débil. Doy fe que cuando me enviaba a algún reportaje, fuera de lo que fuera, siempre me decía que procurara contactar con la HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica) entonces en la clandestinidad.

Mi amistad con él aumentó y viví sus frustraciones en la empresa que no le daba de comer -siempre rechazó retribución alguna- a modo de confesor privilegiado: el sacerdote luchando contra el conjunto. Si los dicasterios respectivos hubieran hilado fino, más de un caso de pederastia, lo sé, no existiría.

Aradillas y Romasanta
Aradillas y Romasanta

Atacó desde su púlpito periodístico los tribunales eclesiásticos, y fue demasiado, porque era tocar la chequera. Y su pregunta era elemental: ¿Cómo puede concebirse que no hubiera divorcio en España nada más que “en nombre de Dios”? (Y de la chequera). Pues eso: le quitaron el carné por la vía de hecho. Suspendido a divinis. Con el agravante de que la Iglesia no tiene aún el carné por puntos. Fue tal la desvergüenza, que 55 días después el propio Cardenal Tarancón tuvo que recular. 

Aunque parezca ridículo decirlo en el siglo XXI -porque Antonio siempre ha sido un hombre adelantado a su tiempo- por defender la coeducación en tiempos del franquismo, es decir, el derecho natural de que en los colegios convivieran niñas y niños, entonces prohibido, fue declarado literalmente hereje en carta colectiva de los canónigos de Badajoz. Y resultó que poco tiempo después el seminario menor de la ciudad se convirtió en colegio mixto.

Antonio ha sido un referente en la información religiosa en nuestro país, volcado en todos los medios, significativamente en el legendario “Pueblo”, en diez años cruciales de la vida de España. También en la SER y otras cadenas y medios.

Plasmó con tinta indeleble la primavera del papa Francisco cuando aún era invierno en muchos cenáculos, y supo aprehender y aplicar el Concilio Vaticano II a modo de embajador permanente de una Iglesia más evangélica. Y es triste constatar que por eso no fue bienvenido en tiempos en muchos zaguanes, incluida su querida diócesis, donde empezó de coadjutor antes de dar el salto a Madrid a estudiar Periodismo en la histórica Escuela Oficial. En el homenaje que le dedicó su pueblo hace unos años el entonces arzobispo Celso Morga cerró la herida. Hoy la biblioteca municipal del pueblo lleva su nombre, y a ella ha legado cuanto tiene.

Aradillas y Romasanta
Aradillas y Romasanta

Simplemente la autoría de un centenar de libros que dicen y denuncian cosas  merece el respeto y mi admiración. Lo del cariño se da por supuesto, como se decía en la vieja “mili”, porque Antonio se dejó querer siempre. Ahí está su pensamiento, sus ideas, su criterio, que perdurarán en la historia, porque hemos perdido un extraordinario pensador, y una gran persona.

Se adelantó al papa Francisco acreditándolo desde hace más de quince años en Religión Digital, donde ha rejuvenecido con su colaboración prácticamente diaria hasta ayer, polémica en el sano debate, a modo de liturgia desde maitines para beneficio de sus lectores, porque Antonio estaba en vela mientras el personal dormía, a pesar de lo cual siempre era igual de humano, de amigo, de cordial.

Hombre madrugador, ha querido irse, sin molestar, a su hora habitual.

Me confesaba un día que, de existir el cielo, lo imaginaba como la redacción del diario “Pueblo” donde vivimos momentos inolvidables. Viaja con ventaja, porque ascendió a redactor-jefe y subdirector enseguida….

Aradillas y Romasanta
Aradillas y Romasanta

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