Tres mensajes: Machado, Lorca y Sartre Santiago en el corazón de la juventud

El próximo martes 24 de mayo el colegio Patronato de la Juventud Obrera (PJO) acogerá algo más que una conferencia sobre un libro de Jesús Bastante, Santiago en el fin del mundo publicado en La esfera de los libros. Será el comienzo, la primera piedra para la vuelta de un proyecto ilusionante como pocos y es la vuelta al Camino de Santiago de toda la promoción de 1ºbachillerato y un curso de ciclos formativos. La pandemia ha hecho que dos generaciones se quedaran sin el viaje, ya que no estamos ante un viaje cualquiera, sino más bien ante una experiencia inolvidable y única. Por ello, este libro puede ayudar a introducir el Camino de Santiago como una realidad transformadora en la lógica y vida de los colegios.

Para hacerse una idea de la necesidad del mensaje y de la intención de Bastante debemos ir a las tres citas que encabezan las tres partes. Tres mensajes que podrían aparecer en todos los frontispicios de todos los centros educativos del mundo. El primero, nuestro Antonio Machado de la mano de Serrat, “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Hoy estamos expuesto a los innumerables datos y cifras de suicidios y trastornos de todo tipo que se han multiplicado en nuestra juventud después de la pandemia. Parece que la vida se haya paralizado, que no se atisbe ningún rayo de luz y esperanza. El camino de Santiago y la lectura del libro nos ayudan a entender que la vida se va haciendo, que el futuro no está escrito y que es necesario caminar para ir configurando ese tarea infinita e inacabada como es nuestra vida.

El segundo, de la mano de Lorca, “Escucha la voz que te advierte, que todo es ilusión, menos la muerte”. Hoy cuando hablas con alumnado de secundaria y bachillerato, en sus ojos se puede atisbar cierta tristeza. Muchos ideales han desparecido de su horizonte vital porque vivimos en la dictadura del ahora, del ahorismo que inunda todas nuestras relaciones. El Camino de Santiago implica un pararse, un respirar, ser conscientes de lo que nos pasa, respiramos y vemos. El libro nos ayuda a ello porque nos hace comprender a través de la ficción lo que vivió Santiago que es lo que puede vivir cualquier peregrino del mundo.

El tercero cuando Sartre, de forma profética en La peste, dice que “La estupidez siempre insiste”. Vivir el Camino es un baño de humildad y realidad existencial. Cada etapa, cada momento, cada encuentro nos llevan a abrirnos a la realidad de la finitud. Muchas personas acuden a él desde diversos pueblos, culturas y banderas. Dicha diversidad es una oportunidad para la convivencia, para adentrarse en otras vidas, donde lo extraño se convierte en propio. Cuántas voces del poder utilizan las diferencias ficticias para construir conflictos y guerras inventadas por sus propios intereses.

Asumir la diversidad, la finitud de las personas, que vamos a morir, es una buena medicina contra la estupidez humana. De ahí que estemos ante un libro lleno de oportunidades, cargados de ilusiones y sueños, como el de Jesús de Nazareth del que Santiago se enamoró y nos ofreció con su testimonio a la humanidad entera. Ese es su legado que hoy la juventud tiene que hacer suyo y que con este libro lo tiene entre sus manos cualquier persona que entienda que la vida es un peregrinaje constante.