El de las misas y sus “encargos” correspondientes,  es capítulo urgente a afrontar  hoy en la Iglesia Sesenta mil misas por el alma de un rey

Misas en sufragio
Misas en sufragio

"La más leve y lejana posibilidad de que el número de misas facilitara  más o menos pronto la salida del purgatorio y la entrada en el cielo, en conformidad con las catequesis al uso, despojaría a Dios  de sus  condiciones divinas  y Jesús y la Iglesia estarían de más"

"A la santa misa no se “va” a rezar el santo Rosario. Ni a confesarse. Ni a cumplir con determinadas promesas, oraciones o rezos. Ni a leer el misal, ni los devocionarios. Ni a expresar con ciertos gestos, ceremonias y ritos determinados sentimientos religiosos, hoy cercenados  por  legítimas normas anti “coronavíricas”"

“En el nombre de Dios Todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo…, Creador  y Gobernador universal, en la villa de Medina del Campo, y dictado por ella misma “en su lengua materna, en plenas facultades y ante el Notario Gaspar de Gricio”, Isabel I de Castilla, la “Reina Católica” por antonomasia, firmó su testamento, en el que, entra otras mandas, exigía a sus herederos  que “les fueran aplicadas  en sufragio de su alma, veinte mil misas…”

En circunstancias similares, su nieto, el emperador Carlos V, elevaría tal número a  30,000, que, en su día, Felipe II fijaría  en 60.000. De otros reyes, reinas, validos, nobles, arzobispos, obispos, cardenales y  “miseros”, es decir, devotos de las misas y de los sufragios de sus  almas y las de los suyos, hay constancia fiel testamentaria. Creo que las cifras regias  justifican estas y tantas otras reflexiones, algunas de ellas, manidas, aunque no del todo malogradas.

Nadie irá más “prestamente al cielo” después de su muerte, en conformidad con el número, la puntualidad y la  “calidad”,cuyo precio haya sido “atado y bien atado” en sus respectivos testamentos. Ni la Teología de los Novísimos, ni el sentido común y ni la sensibilidad religiosa  aceptarían  tal tesis, ni le conferirían el “Visto Bueno” a tal pretensión doctrinal.

Misas por Franco

La misericordia y la justicia de Dios, en Cristo Jesús,  rechazan automáticamente  esta clase de pareceres, opiniones y procedimientos propios  de tratos y contratos  entre los seres humanos.  Más que de economía y de estética social, es –será-  de ética la asignatura en la que religiosamente  se nos examinarán nuestros comportamientos.

Dios,  -la religión, Jesús, la Iglesia- serían expoliados de su condición inalienable  de “justo”, si en su nombre, alguien –persona, organismo  o entidad- tuviera que cuidarse de  contar, cantar, contabilizar y recontar,  las cantidades  de misas “encargadas” en sufragio del alma de quienes en vida  dispusieron de bienes materiales  como para avalar tan sagrados depósitos.

La más leve y lejana posibilidad de que el número de misas facilitara  más o menos pronto la salida del purgatorio y la entrada en el cielo, en conformidad con las catequesis al uso, despojaría a Dios  de sus  condiciones divinas  y Jesús y la Iglesia estarían de más… Exiliar precisamente a los pobres, que ni siquiera  pueden hacer  testamento, ni dejarles a sus familiares más bienes  que los harapos que usaron y los deseos y esperanzas  de vida que constituyeron su preciado capital, sería inmoral e impensable. Más aún lo sería, si no supieran, o tan solo lo supieran a medias, que es eso de misa…

El de las misas y sus “encargos” correspondientes,  es capítulo urgente a afrontar  hoy en la Iglesia. Su reforma es precisa. Y profunda.. Es –y seguirá siendo-  uno de los temas más recurrentes  en las colaboraciones de RD., fieles reflejos del pensar y sentir en cristiano.

Y lo es además, porque la mayoría de las misas no son misas- misas. sino estipendios, tasas, clases y categorías sociales o para-litúrgicas,  que les hurtan  el contenido de “misión”- participación en el sacrificio de Cristo, vivido y anticipado  en la celebración de la Santa Cena,  en la que el pan y el vino, y la amistad, y las promesas del Reino, calmar y satisfacer el hambre y la sed de justicia, fueron, -y debieran seguir siendo-, signo, sacramento y testimonio de vida y de continuidad de la Iglesia.

A la santa misa no se “va” a rezar el santo Rosario. Ni a confesarse. Ni a cumplir con determinadas promesas, oraciones o rezos. Ni a leer el misal, ni los devocionarios. Ni a expresar con ciertos gestos, ceremonias y ritos determinados sentimientos religiosos, hoy cercenados  por  legítimas normas anti “coronavíricas”

¿Reconocerían los Apóstoles, y el mismo Jesús, como misas  la mayoría de las misas, y de modo especial a las llamadas misas “solemnes”? ¿Expulsarían de ellas a no pocos “maestros de ceremonias”, que además  se valen y siguen con rigor sagrado y toda clase de “licencias” canónicas,  lo establecido en sus celebraciones?

Las misas son hoy posiblemente en la Iglesia los momentos  más encumbrados del analfabetismo que caracteriza la paupérrima  formación- información religiosa que se todavía se padece en la actualidad. El dicho popular de “no saber de la misa la media” posee caracteres ciertamente  enojosos  en el organigrama  de la catequesis - educación de la fe.

¿Reconocerían los Apóstoles, y el mismo Jesús, como misas  la mayoría de las misas, y de modo especial a las llamadas misas “solemnes”? ¿Expulsarían de ellas a no pocos “maestros de ceremonias”, que además  se valen y siguen con rigor sagrado y toda clase de “licencias” canónicas,  lo establecido en sus celebraciones?

En definitiva, 60,000 misas, por muchos y graves pecados “regios” que se hayan cometido  en la vida, son demasiadas misas y más siendo  tantos, y tan pobres,  los pobres… 

Misa
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