El Vaticano II y el Sínodo de la Sinodalidad (I) El Sínodo es un resultado del Vaticano II, lo contiene, lo expresa, lo supera y lo quiere poner en práctica

Vaticano II y Sínodo de la sinodalidad
Vaticano II y Sínodo de la sinodalidad

"Buscando profundizar en el proceso y en el contenido sinodal he leído las claves sinodales plasmadas en un valioso folleto de Religión Digital"

"En este esfuerzo por entender, valorar y relacionarme adecuadamente con lo ocurrido y lo propuesto en el Sínodo, se me ha ido aclarando y acentuando la siguiente luz y convicción: El Sínodo es un resultado del Vaticano II,  lo contiene,  lo expresa  y lo quiere poner en práctica"

"Estoy organizando este compartir con Uds. en tres partes: mi relación con el Concilio Vaticano II y con el Sínodo de la Sinodalidad, la relación del Papa Francisco con el Vaticano II y con el Sínodo y la relación entre el Vaticano II y el Sínodo"

"Comenzaré por mi relación con el Concilio Vaticano II y con el Sínodo de la Sinodalidad"

Hace unos pocos días que hemos concluido la primera parte del Sínodo de la Sinodalidad. Lo he seguido y compartido con Religión Digital. He podido incorporar mis comentarios a los muchos y muy valiosos materiales que Religión Digital nos ha ido compartiendo día a día.

Leí el Mensaje del Sínodo al Pueblo de Dios y la Síntesis final  de lo ocurrido y planteado en el Sínodo.

Buscando profundizar en el proceso y en el contenido sinodal he leído las claves sinodales plasmadas en un valioso folleto de Religión Digital.

En este esfuerzo por entender, valorar y relacionarme adecuadamente con lo ocurrido y lo propuesto en el Sínodo, se me ha ido aclarando y acentuando la siguiente luz y convicción: El Sínodo es un resultado del Vaticano II,  lo contiene,  lo expresa  y lo quiere poner en práctica  actualizada  en la vida diaria de la Iglesia y de los cristianos.

También se me está poniendo muy claro que el Sínodo de la Sinodalidad, además de ser modelo ejemplar de reuniones entre cristianos, supera con amplitud al Vaticano II en los siguientes aspectos:

El Sínodo está compuesto por miembros de todo el pueblo de Dios (obispos, sacerdotes, laicos, hombres y mujeres), mientras que el Vaticano II fue de solo obispos, auxiliados por una pléyade de muy capaces teólogos, también varones. 

La conversación en el Espíritu, guiada permanentemente por el Espíritu Santo, que el Sínodo asumió y practicó supera ampliamente en sus resultados espirituales y pastorales a la reflexión dogmática, escriturística, canónica e histórica que practicó el Vaticano II.

El ofrecer una información diaria, organizada y muy completa y detallada sobre lo que iba ocurriendo en el Sínodo superó en mucho el secretismo del Vaticano II.

El Sínodo está precedido y orientado por un diálogo concreto y muy detallado de todo el pueblo de Dios, mientras que el Vaticano II fue grandemente concebido, programado y orientado por Roma.

En el Sínodo la presencia y participación del Papa Francisco fue permanente, directa y sentado en una mesa redonda en conversación espiritual con bautizados y bautizadas, iguales que él.

La presencia de los Papas en el Vaticano II fue autoritaria y ocasional.

Estoy organizando este compartir con Uds. en tres partes: 

-Mi relación con el Concilio Vaticano II y con el Sínodo de la Sinodalidad, 

-La relación del Papa Francisco con el Vaticano II y con el Sínodo 

-La relación entre el Vaticano II y el Sínodo.

Mi relación con el Concilio Vaticano II y el Sínodo

Empezaré compartiéndoles mi relación con el Concilio Vaticano II. 

El Concilio (1962-1965) ocurrió a lo largo de mis años de formación filosófica en la Compañía de Jesús. Su puesta en práctica inicial tuvo lugar en mis años de estudios teológicos.

Mi relación con el Concilio, en esos años de formación filósofica y teológica, fue superficial, incompleta y fragmentaria: nunca leí o estudié, ni el Concilio en su totalidad, ni ninguno de sus documentos, de manera completa y profunda: a veces se mencionaba y oía alguno de sus contenidos.

En medio de esas etapas, la filosófica y la teológica, hice mis años de formación pastoral y pedagógica (1965-1968), y también allí el Concilio brilló por su ausencia: Teníamos otros temas y otras agendas.

Al finalizar la formación pastoral y pedagógica hice una maestría en Historia, con énfasis en historia latinoamericana y con dos temas fundamentales: 1. El marxismo de la revolución cubana, auspiciada, orientada y dirigida por el fidelismo castrista de Fidel Castro y 2. La relación entre el dictador dominicano Rafael Trujillo y la Iglesia Católica: 1930-1961.

En mis años anteriores a mi formación, allá por los años cincuenta del siglo pasado, estudié Ciencias Sociales en Cuba, que entonces pasaba por graves y conflictivos enfrentamientos políticos. 

Esa orientación hacia lo social y lo político, marcó y oriento mi formación y mis labores educativas y pastorales.

Desde mi tesis en filosofía, donde estudié las Bulas Pontificias relacionadas con el inicio de la evangelización colonizadora en América, enfaticé el estudio y la comprensión de la Iglesia en América.

Por eso, cuando ocurrió la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano: La Iglesia en la actual transformación en América Latina a la luz del Concilio, en 1968 en Medellín Colombia, puse gran atención y cuidado en entender lo que allí ocurrió y se planteó.

Mi interés se concentró en la realidad latinoamericana y no tanto en lo que el Concilio planteaba.

Antes y en medio del Concilio, en 1965, ocurrió la elección del P. Pedro Arrupe, S.J., como Superior General de la Compañía de Jesús.

Al P. Arrupe, siguiendo las indicaciones del Concilio, le tocó la difícil y compleja labor de orientar y dirigir la acomodación de la Compañía de Jesús al pensar y obrar propuestos por el Concilio.

Dado que el P. Arrupe se esforzó y se esmeró por cumplir con absoluta fidelidad ese mandato eclesial, algo se me pegó  del Concilio: salimos de nuestra vida semi-conventual  y orientamos nuestra labor pastoral en relación con el mundo real.

La realidad de los jesuitas en aquel entonces y la labor del P. Arrupe la he estudiado en artículos en Religión Digital.

Desde 1970 hasta 1992 estuve en República Dominicana trabajando educativamente en dos instituciones de formación técnica: el Instituto Politécnico Loyola y el Instituto Agronómico San Ignacio de Loyola.

Paolo Freire

En esa época mi gran hallazgo y fuente de trabajo fue el valor educativo y liberador de Paulo Freire. Mi énfasis fue poner en práctica lo fundamental de la propuesta de Paulo Freire, que coincidía con el Concilio.

En esos años tuve que ayudar a unas religiosas en el estudio del gran documento Gaudium et Spes y lo convertí en mi documento favorito.

En 1992, en medio de la Conferencia de Obispos Latinoamericanos de Santo Domingo fui a Colombia a un año sabático.

Allí, creo que inspirado por el Espíritu Santo, leí completo, con cuidado y con continuidad el Concilio Vaticano que acepté, reconocí, agradecí y me dispuse a seguirlo y compartirlo.

Después de leer el Concilio, leí los dos magistrales libros sobre el Concilio del P. John O’Malley, S.J.: 1. ¿Pasó algo en el Concilio Vaticano II? y 2. ¿Qué pasó en el Concilio Vaticano II?

Al año siguiente, 1993, volví a Cuba, a donde el Concilio no había podido llegar con facilidad y plenitud, fui a trabajar como párroco a la Diócesis de Cienfuegos que tenía como obispo a Emilio Aranguren, hoy obispo de Holguín.

El obispo, conocido y tratado por todos como Emilito, era y sigue siendo eclesial, fraterno y muy conocedor de la realidad cubana en la que se esforzaba y nos animaba a incorporar los valores cristianos. Con él y con los procesos diocesanos aprendí mucho y muy bueno sobre el obrar educativo y pastoral inculturizado, fomentado por el Concilio.

Con Emilito y la diócesis de Cienfuegos aprendí mucho, en la práctica pastoral, sobre la propuesta apostólica del Vaticano II.

Después de unos años de trabajo parroquial, me esforcé por dar a conocer y valorar a Paulo Freire, que era malvisto por el sistema educacional cubano. 

Creo que mis esfuerzos por dar a conocer, valorar y tomar en cuenta la propuesta de Paulo Freire en Cuba, tiene mucho que ver con la propuesta humano-humanizadora del Vaticano II.

El primero de los muchos y muy valiosos textos educativos y liberadores de Paulo Freire se titula La educación como práctica de la libertad.

Este título y su contenido antropológico, epistemológico, ético, político y pedagógico denuncian y contradicen la dictatorial y manipulada ideológicamente realidad educativa cubana.

Gracias al meritorio y constante esfuerzo de brillantes educadores y educadoras, cubanos y latinoamericanos, se ha logrado que el sistema educativo cubano algo acepte de la propuesta freireana.

Entré en fraterno contacto con el Dr. Roberto Méndez, cuyos cursos de Historia y Cultura de Cuba pude seguir en el Centro Félix Varela.

Con el Dr. Méndez, gran conocedor y propagador de la historia eclesial cubana y con el P. Raúl Arderí, S.J., ambos conocedores  y propagadores de la iglesia sinodal, pude alcanzar algún conocimiento y valoración de la sinodalidad eclesial.

Ese conocimiento y valoración me ha motivado y activado para esforzarme por conocer, entender, valorar, incorporarme y propagar la sinodalidad eclesial que hoy, motivados por Francisco y el Espíritu Santo y continuando el Concilio Vaticano II, estamos aprendiendo a vivir, convivir y compartir.

(Seguiremos)

El Papa cerró el Sínodo de la sinodalidad
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