"Escuchar fragiliza, nos hace vulnerables. Y el sínodo no teme eso" Sínodo: solidez desde la fragilidad

Asamblea Sinodal Sínodo de la Sinodalidad
Asamblea Sinodal Sínodo de la Sinodalidad

"La sinodalidad no es solamente un método sino un modo de vida donde hay lugar para todos"

"No hay cristianos de primera, de segunda y de tercera: Todos los bautizados somos iguales"

"Evangelio, doctrina y servicio, identificados entre sí y fundamentalmente complementarios"

"El Sínodo no abordará ni definirá cuestiones ni modos prácticos concretos que derive en nuevas normas"

Compartir este tiempo en Roma con todo lo que eso significa para quienes vivimos en el sur del mundo aporta otro punto de vista.

Ver desde Europa lo que habitualmente se mira desde esta Latinoamérica convulsa, nativa y polémica permite agregar otra referencia de iluminación de la Iglesia y su misión.

Me ha parecido también que resulta novedosa para europeos sobre todo -aunque para los provenientes de otros continentes es un modo habitual de vida y de camino- la manera en que se desarrolla y se anima este sínodo sobre la sinodalidad, convocado y respirado por un Papa hijo de Europa y a la vez que transpira cultura, realidad y modos bien del sudeste del mundo y que ha demostrado que sabe ponerse en el lugar de todos.

Te regalamos ‘Informe RD – Claves del Sínodo de la Sinodalidad’

Asamblea Sinodal Sínodo sobre la Sinodalidad
Asamblea Sinodal Sínodo sobre la Sinodalidad

Es verdad que la sinodalidad no es propia del tercer mundo, pero abordada como se aborda, poniéndola adelante, no dándola por supuesta, de ninguna manera teorizándola ni adoctrinándola sino llenándola de humanidad, de testimonios y de rostros, hace que llame la atención y, por supuesto se produzcan resistencias y rechazos.

Es quizás este uno de los puntos destacados principales en este octubre: la sinodalidad no es solamente un método sino un modo de vida donde hay lugar para todos, especialmente los pobres, abandonados, descartados, migrantes, abandonados, vulnerados y vulnerables.

Entre las cosas que van quedando claras y expuestas está justamente aquello de que en la Iglesia de Jesucristo, la del Evangelio, la de la Tradición y del Magisterio “evangelizados”, no hay cristianos de primera, de segunda y de tercera: Todos los bautizados somos iguales; e iguales en humanidad a los que no comparten la fe, a quienes estamos dirigidos para anunciar la Buena Noticia.

Otra de ellas es en qué consiste este anuncio: Sin perder de vista nunca que el anuncio es Cristo, Dios y hombre, muerto y resucitado, ocupa un modo especial el servicio: Evangelio, doctrina y servicio, identificados entre sí y fundamentalmente complementarios.

Allí salen las posturas sobre los roles. No las preeminencias. Los roles.

Ordenados y consagrados no son más que el Pueblo de Dios. Tampoco menos. Sino que son parte de él y para el que se consagraron a servir de un modo especial, que se definirá luego de la escucha a todos y de la participación de todos, según el carisma.

Al respecto, una de las frases del cardenal Grech, referente principal de este sínodo, fue: “es cierto que la última palabra la tiene el obispo, pero no la única”.

Como se sabe el sínodo de este octubre de 2023 lleva adelante, aunque adaptándose a la realidad, las cinco partes previstas: Sínodo, qué es; cuánto de sinodal tenemos y somos. Y la segunda, tercera y cuarta, Comunión, Misión, Participación.

No como miradas propias y estancas sino como vivas manifestaciones de ser discípulos misioneros de Jesús. Complementándose, enriqueciéndose y aclarándose unas a otras.

Lo que parece claro es que todo esto en un marco de sinodalidad, es decir integración, participación de todos y sobre todo escucha y oración, no abordará ni definirá cuestiones ni modos prácticos concretos que derive en nuevas normas: diaconado femenino, formación integral y profunda, cambios en el Código de Derecho Canónico, integración y participación real de la mujer en todo (repito: en todo), mundo digital, etcétera.

Quizás eso se vea luego de la segunda etapa de este sínodo sobre la sinodalidad, en octubre de 2024.

Pero sí se ha decidido en los últimos días que los padres sinodales dirijan al Pueblo de Dios una carta, un escrito, pasando en limpio, compartiendo lo que viene ocurriendo.

Sínodo
Sínodo

No será ni un documento de la Iglesia, ni del Papa, ni magisterial. Se tratará de plasmar una decisión de los padres sinodales que por amplísima mayoría votaron convertir en palabras, de manera breve, concreta y fraternal lo que viene resonando.

A propósito, comparto con profundo respeto mi sensación hasta ahora: El sínodo está lejos de aparecer como una criatura humanamente invencible, como un monstruo justiciero de ojos tiernos que ayuda a los débiles.

Me parece ver un tiempo de profunda fragilidad. Como suena.

Quizás por el modo de llevarse a cabo en mesas redondas o por el ánimo que parece reinar en el aula Pablo VI: Nadie es más que nadie, todos escuchan, todos pueden hablar, todos tienen su tiempo y cada uno aporta su tarea y su rol. 

Esto ha marcado a fuego los propios límites y lo incompletos que somos individualmente.

Nada parece más frágil. Porque además no se pretende establecer un manual de actuación para “la Iglesia en los nuevos tiempos”, sino que nosotros, cada uno, somos esos nuevos tiempos –es probable que por eso una de las líneas que traspasa cada encuentro sea la cuestión digital, los jóvenes y los niños- y por eso tenemos algo para escuchar.

Escuchar fragiliza, nos hace vulnerables. Y el sínodo no teme eso.

Esa fragilidad que parece mala noticia, no sólo que no cesa sino que se ha convertido en el ambiente de trabajo. Pero a la vez lo hace con una solidez, una confianza difícil de explicar y un ánimo envidiable a pesar del cansancio. 

Una cosa así sólo puede provenir del Espíritu Santo.

Y si es así, es de Dios. Sólo así es de Dios. Ese Dios que en Jesús se hizo habitante de este mundo, que murió y que resucitó para todos. Que siendo frágil cambió el mundo llenándolo de esperanza a la que estamos todos llamados.

Y que cuenta con todos.

Sínodo

Volver arriba