(Jesús Bastante).- Sor María, la monja imputada en varios casos de robo de bebés, ha fallecido. Murió el martes, la enterraron el miércoles y no supimos nada hasta el jueves. Descanse en paz. Con su muerte, muy probablemente, y si nadie lo remedia, se cerrarán en falso algunos procedimientos judiciales, y algunas verdades no podrán salir a la luz. Una vez más, y esta vez de forma trágica (tanto por la muerte de la religiosa como por la insufrible situación de miles de familias, de miles de hombres y mujeres que vieron cómo se les arrebataban su sueños, sus vidas, sus familias), el silencio se impone. Y con él, la indignidad.
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