Ojalá los obispos de hoy fuesen como Tarancon Tarancon en Solsona

Josep Miquel Bausset
Josep Miquel Bausset

Se cumplen 73 años de la entrada del obispo Tarancon en la diócesis de Solsona

Fue muy feliz los 18 años que pasó en la diócesis de Solsona: “Era el lugar adecuado para mí”. Y eso que muchos consideraron su tiempo en la diócesis como un castigo por su pastoral: “El pan nuestro de cada día”

Cuando algunos se preguntaban cómo era que Tarancon estaba tantos años en una diócesis pequeña, el nuncio contestaba: “Hasta que el gobierno no digiera el pan”

También destacó por la defensa de la lengua catalana, en un tiempo de represión y de dictadura, donde el catalán estaba prohibido y perseguido

Y supo pedir perdón por el papel de la Iglesia durante la guerra civil: "La Iglesia, que había sido beligerante en la guerra civil, apoyando el Régimen de los vencedores, había de ayudar al pueblo en su evolución y proclamar la reconciliación de los españoles"

Este 2019 se cumplen 90 años de la ordenación presbiteral del que sería cardenal Vicent Enrique i Tarancon, 50 de su creación como cardenal y 25 de su muerte.

Y hoy, 14 de abril, se cumplen 73 años de la entrada del obispo Tarancon en la diócesis de Solsona. Aquel lluvioso domingo de Ramos, Tarancon tomaba posesión de la diócesis ofreciéndose a sus diocesanos como “padre, pastor y amigo”.

Aún recuerdan algunos que lo conocieron, la inteligencia y la capacidad de trabajo incansable de Tarancon: “Nos ha llegado la tramuntana”, decían de él los presbíteros de la diócesis. Y también: “Cuando algunos van, él ya vuelve”. Tarancon fue muy feliz los 18 años que pasó en la diócesis de Solsona: “Era el lugar adecuado para mí”. Y eso que muchos consideraron su tiempo en la diócesis como un castigo por su pastoral: “El pan nuestro de cada día”.

Un mes después de su entrada en el obispado, Tarancon escribió una pastoral “explosiva” en la cual cuestionaba la “paz” del franquismo: “Oficialmente estamos en paz, (pero) ¿no es verdad... que acabada la guerra hace falta todavía ganar la paz?”. El obispo Tarancon veía que, a pesar de la oficialmente “paz” de Franco, “ahora ni hay paz internacional, ni paz política y social, a pesar de la paz más aparente que real que celebramos”.

Tarancon desaprobaba “las injusticias del régimen capitalista” y lamentaba “que después de la guerra, el egoísmo ha crecido en el corazón de los hombres”. El obispo de Solsona también denunciaba públicamente a los que “hacen grandes negocios sin reparar en la justicia” y a los que se aprovechaban de la situación de penuria para hacer “una ganancia ilícita”.

Els bisbs Pont i Gol iTarancon i Pont
Els bisbs Pont i Gol iTarancon i Pont

Como no podía ser de otra manera, el gobierno franquista (acostumbrado a tener obispos dóciles al Régimen), calificó a Tarancon de “obispo rojo”.

De nuevo, el 1950 Tarancon escribió otra pastoral: “El pan nuestro de cada día”, un texto valiente y profético, donde el obispo de Solsona salía en defensa de la gente de la zona minera del Llobregat, que pasaba hambre: “No podemos callar. No debemos callar por más tiempo....parten nuestro corazón las angustias y estrecheces que sufren nuestros hijos y un deber ineludible pone la pluma en nuestras manos”, decía la pastoral, donde Tarancón denunciaba la falta de pan en tiempo del estraperlo.

El obispo Tarancon había llamado a todas las puertas de la Administración para solucionar el problema de la falta de pan. Pero había encontrado esas puertas cerradas. Por eso el joven obispo Tarancon escribió la pastoral “para defender el derecho de los padres y de los obreros a comer pan en abundancia y cuanto necesiten para llevar una vida digna y humana”. Tarancon afirmaba todavía: “Para quien tiene dinero abundante, y no son pocos los que se han enriquecido desaforadamente, no existen privaciones.....(pero) hay muchas familias que carecen de los alimentos indispensables. Hay muchos padres que no pueden dar pan a sus hijos”. La pastoral, como era de esperar, enfureció al gobierno de Franco, pero Tarancon solucionó el problema y la gente tuvo pan para alimentarse. De hecho, cuando algunos se preguntaban cómo era que Tarancon estaba tantos años en una diócesis pequeña, el nuncio contestaba: “Hasta que el gobierno no digiera el pan”, (en alusión a la pastoral de Tarancon “El pan nuestro de cada día”), “el obispo Tarancon no saldrá de Solsona”.

Concili Vaticà II, Octubre de 1963. D'esquerra a dreta Ramon Masnou de Vic, Josep Pont de Sogorb i Vicent Enrique Tarancón de Solsona

En esta diócesis, donde Tarancon pasó 18 años, el obispo valenciano también destacó por la defensa de la lengua catalana, en un tiempo de represión y de dictadura, donde el catalán estaba prohibido y perseguido.

Así por ejemplo, Tarancon asumió personalmente la defensa de la revista el Infantil, para evitar de esta manera problemas de censura del gobierno franquista. Además, cuando un sacerdote de Cervera fue amonestado por el gobernador civil por predicar en catalán, Tarancon, que era un hombre hechos más que de palabras, le dijo al mossèn: “No padezca; esta noche iré yo mismo a hacer el sermón. Yo subí al púlpito, y como si no pasara nada, prediqué en catalán”.

Como ha dicho el P. Abad Josep Mª Soler, Vicent Enrique i Tarancon fue “uno de los obispos europeos que mejor había asimilado las directrices del Concilio y, a la vez, el mejor portavoz de la renovación de la Iglesia y de la reconciliación de la sociedad española”.

Tarancon fue verdaderamente un obispo del “aggiornamento”, que favoreció la reconciliación entre los españoles y defendió la independencia de la Iglesia y el Estado. Por eso en la misa de entronitzación del rey Juan Carlos, el 27 de noviembre de 1975, Tarancón decía: “La Iglesia no patrocina ninguna ideología política, ni determinará qué autoridades han de gobernarnos”.

Tarancon también supo pedir perdón por el papel de la Iglesia durante la guerra civil. Así en su discurso con motivo de la concesión del Doctorado Honoris Causa por la Universitat Politècnica de València, el 1994, Tarancon afirmó: “La Iglesia, que había sido beligerante en la guerra civil, apoyando el Régimen de los vencedores, había de ayudar al pueblo en su evolución y proclamar la reconciliación de los españoles”. Por eso la Asamblea Conjunta obispos-sacerdotes, de 1971, presidida por Tarancon, en pleno franquismo, proclamaba: “Reconocemos humildemente y pedimos perdón porque no siempre fuimos verdaderos ministros de reconciliación en el seno de nuestro pueblo dividido por una guerra civil”.

Ojalá los obispos de hoy fuesen como Tarancon: incansables en la defensa de los Derechos Humanos i de justicia social, capaces de escuchar antes de hablar, acogedores, sin condenas ni exclusiones, independientes en relación a las opciones políticas y hombres libres, que denunciaran la mentira, la hipocresía y la corrupción.

Vicent Enrique i Tarancon
Vicent Enrique i Tarancon

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