Acercándonos a esta realidad firmes, pero con pies descalzos. Los abusos en la Iglesia 'nos dan en rostro'

Los abusos en la Iglesia
Los abusos en la Iglesia

"Los abusos en la Iglesia, si bien es un tema del cual hoy se habla mucho, no es un tema fácil de abordar. Ya no se puede callar. Y justamente es desde dentro de la propia  iglesia, desde donde se puede hacer algo"

"Mi preocupación, al acercarme a víctimas y victimarios, es de qué manera abordamos esto con seriedad, también con humildad. Sin traumatizar de  nuevo, sin herir, sin hacer 'diagnósticos' a la ligera"

"Lo que más se dice en los medios es que los abusadores son 'narcisistas', 'perversos', etc.,  cosa que es parte de verdad, pero no arregla mucho si solo nos quedamos con esa mirada"

"Algunas cuestiones sobre las dinámicas relacionales pueden darnos claves para entender el problema. Una formación que ayude a entender cómo nuestros vínculos nos hacen ser quienes somos es fundamental en estos temas"

Si bien es un tema del cual hoy se habla mucho, no es un tema fácil de abordar, por el dolor que conlleva a las víctimas, a la propia institución y también, como no, a las personas que confiamos en la Iglesia. No dejo de  escuchar cuestionamientos como este: “¿cómo puede alguien ‘comulgar’ con una institución en la cual ha pasado y están pasando estas cosas?”. Sin duda, toca el tema muchas sensibilidades, y es el momento para hacerle  frente. Ya no se puede callar. Y justamente es desde dentro de la propia  iglesia, desde donde se puede hacer algo. Sabemos por Quién estamos en ella. Por el que reaccionó poniendo en evidencia el tipo de relación que  siempre hay que rechazar: usar a Dios para beneficios personales. Profanar.  

Mi preocupación, al acercarme a víctimas y victimarios, es de qué manera abordamos esto con seriedad, también con humildad. Sin traumatizar de  nuevo, sin herir, sin hacer “diagnósticos” a la ligera, que solo sirven para  etiquetar y no terminan de aclarar nada de lo que sucede.  

Abusos en el seno de la Iglesia
Abusos en el seno de la Iglesia

Es hora de menos estructuras y más cristianismo. ¿Qué de esas estructuras que llevamos viendo en la iglesia, pueden favorecer que alguien abuse de otro? No estoy refiriéndome a abusos grotescos, que son evidentes para todos, sino a algunos tipos de dinámicas relacionales que son complejas, y las podemos vivir, ya no solo en la iglesia, sino en cualquier tipo de relación. Somos relacionales, necesitados de los demás y la fragilidad nos acompaña durante toda nuestra vida.  

Colonización emocional

Acerco un término acuñado por H.Bleichmar, psicoanalista argentino, que es “colonización emocional”. En referencia a esto, la colonización se puede dar en cualquier tipo de relación, y lo que venimos trabajando hace un  tiempo, es usarlo para explicar algunas de las dinámicas que se dan en la iglesia, y esto nos puede ayudar a dar luz a lo que sucede.  

Como colonización emocional se entiende “el proceso psicológico intersubjetivo por el cual alguien pasa a pensar, sentir y actuar bajo la influencia de otro, el colonizador, que le impone su subjetividad sin que el  colonizado tenga conciencia de ello, viviendo por lo tanto su estado, como si fuera propio y no inoculado por el otro” (Bleichmar, H.).

¿Qué significa esto? Que en una relación interpersonal, ambas personas tienen necesidades, angustias y deseos que satisfacer. El tema importante es cómo reconocemos esas necesidades y angustias en nosotros y en los demás. De eso intentamos encargarnos cuando nos acercamos, en el tema que nos trae, a víctimas de abuso, y como no a personas que a veces, no son tan conscientes de que su estilo de relación es abusivo. Cuando las necesidades de alguien con estas características no coinciden con las del otro, se corre el riesgo de imponerlas, sin que el otro esté en el horizonte mental.  

"Cuando las necesidades de alguien con estas características no coinciden con las del otro, se corre el riesgo de imponerlas, sin que el otro esté en el horizonte mental"

Por ejemplo, un clérigo que tenga necesidad de reconocimiento, de que alguien lo valore en su posición, reconozca lo bien que gestiona su parroquia, corre el riesgo de que las homilías, sus actitudes, su entrega a los demás, muchas veces se den con un afán de protagonismo, para satisfacer esas necesidades. Si no lo vive así, si el medio no le devuelve eso que necesita, le surgen angustias de si es válido para lo que hace, le asalta el  temor a quedarse solo, a no soportar una crítica o valoración negativa, un miedo a que lo envíen a un sitio que no quiere, etc.. Muchas otras veces pueden ser necesidades afectivas, necesidad de ser tenido en cuenta, tener  mucha gente a su alrededor, ya que todo eso le ayuda a no angustiarse en  soledad, a sentirse “arropado”. Puede tener necesidades de ser confirmado en sus ideas, por lo cual las impone, y si no son cuestionadas, no tanto por ser buenas, sino porque ostenta un poder, se siente reforzado en que lo que piensa es lo correcto. Incluso con sus actitudes o formas, puede llegar a “forzar” al otro para que eso se dé. Esto ya compromete esa relación. Pero esto puede llegar hasta ser “seductor” para ambos participantes de la  elación. ¿Hay abuso en estas dinámicas?, ¿es tan fácil detectarlo? 

Si el otro con quien nos encontramos, siente determinada atracción por ese “entregado” clérigo, por el puesto o cargo que ocupa, por su personalidad, por cómo lo trata, porque representa a una institución que proclama el  amor, la libertad y la verdad, lo más probable es que intente, en cierta medida acercarse también desde sus necesidades, a esa persona. Una  persona me dijo una vez: “Era sacerdote y psicólogo, todo lo que yo  necesitaba para ser comprendida. Lo tenía todo para confiarme enteramente a él”. Cuando se empiezan a dar estas dinámicas, de necesidades y angustias en juego, la diferencia es sentida como un cuestionamiento al propio ser. Por lo cual ambos se van acomodando y satisfaciendo las necesidades emocionales de uno y de otro. Uno es reconocido en su “buenhacer”, si seguimos con el ejemplo, sintiéndose valorado en su posición, y el otro en encontrarse con alguien que lo comprende, que también lo valora, cosa que quizás en otros ámbitos no se  ha dado ese reconocimiento, y eso a la vez contrarresta su angustia de soledad e incomprensión. Además, eso tiene la recompensa de que tenga un lugar en la parroquia, al lado de alguien que es una figura idealizada por  la comunidad, y el “yo soy amigo de él” o “fulanito (con un cargo) es mi  amigo”, ayuda en cierta medida a participar de esa semejanza y grandeza.  

Esa es la trampa de un placer narcisista a la cual cualquiera puede tener dificultades para resistirse. Si pensamos en los comienzos de abusos de  poder, de conciencia o espirituales, muchas veces se van dando estas  dinámicas. Esa persona al sentirse bien, estando al lado de alguien con  cierto cargo, va a evitar el mínimo conflicto o disidencia con su “amigo”. Lo contrario le despertaría muchas angustias, como por ejemplo, de  abandono, de soledad, de desvalorización de sí misma. Quizás muchos “fantasmas” con los cuales ha vivido en el pasado.  

Por lo cual, para poder acercarnos a esta realidad, no es simplemente describir lo que pasa, sino hacernos cada vez más conscientes de nuestras necesidades, angustias que nos llevarían a confrontar a esa persona, en  momentos en los cuales no estemos tan de acuerdo. Esas dinámicas, ¿no nos suenan en nuestras relaciones con los demás? 

Las personas muchas veces se dan cuenta que se encuentran atrapadas, no me cabe duda, lo reconocen varias, pero no saben cómo salir, porque eso vuelve a generar angustias, muchas veces intolerables, con todo lo que eso  conlleva. No son mecanismos fáciles de reconocer.  

Ayudar a las personas a acercarse a lo que perpetúa la posibilidad de diferenciarse de otro que lo “machaca”, puede ser un camino a entender por qué alguien sigue en relaciones que no son sanas. Y si detectamos algún comportamiento abusivo en alguien, también es cuestión de ayudar a poner luz a los tipos de relaciones que genera con su comportamiento. Parte de la explicación es porque no nos reconocemos necesitados, ni los unos ni los otros. Muchas veces está nuestro sentimiento de valía en juego. La necesidad de que el otro nos reconozca. Algo totalmente válido porque somos relación. 

"Ayudar a las personas a acercarse a lo que perpetúa la posibilidad de diferenciarse de otro que lo 'machaca', puede ser un camino a entender por qué alguien sigue en relaciones que no son sanas"

Pero ¿cómo no distorsionar, para no generar sufrimiento ni padecerlo? Por supuesto que todo esto es muy sutil. Pero es fundamental tenerlo en cuenta, y más en este momento de tanta necesidad de reparar y prevenir.  

La formación es fundamental en estos temas. Formación que ayude a  entender cómo nuestros vínculos nos hacen ser quienes somos. Entender cómo se van dando las relaciones interpersonales, la importancia de los  primeros vínculos, y como repercute en la vida actual, cómo ponemos en juego nuestras necesidades y angustias cuando entramos en relación, sería un acercamiento un poco más profundo a estos temas que “nos dan en  rostro”.  

Si no prestamos atención a esas dinámicas, a lo que se entreteje, por supuesto con una teoría sólida, pero cercana a todos, corremos el riesgo de intentar restaurar o prevenir con buena voluntad, pero sin resultados  concretos.  

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