De fiesta 'sagrada', poco o muy poco. Casi nada ¡Se acabaron las fiestas! (¿Religiosas?)

Brindis
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"Las fiestas finiquitadas no pudieron ser ni mejores, ni más abundosos, motivos de alegrías pascuales, religiosas por todos y cada uno de los episodios que conmemoraron, así como de sus protagonistas y adjuntos"

"Prevalecieron asimismo los deseos de paz, culto y cultura, y las tradiciones populares de toda la vida, configurando un ramillete de fiestas únicas en el calendario no solo religioso, sino familiar, cívico y ciudadano"

"Pero de inmediato: ¿Puede asegurarse con elementos, artículos de fe y de conducta y comportamientos que se precien de cristianos, que las fiestas pasadas fueron y son religiosas teniendo como base el servicio-beneficio al prójimo y particularmente a los más necesitados?"

"La profanación de las fiestas religiosas y más las acogidas a la 'denominación de origen' de la Navidad, es bochornosamente antológica y profana"

"Los gastos presupuestados y por presupuestar, suelen desbordar toda ponderación, mesura y capacidad de discernimiento humano y cristiano"

Para algunos, por fin, se acabaron las fiestas, con las remembranzas de las satisfacciones propias del “¡Pobre de mí¡” sanferminero, mientras que para otros se les puso el punto y aparte a unos recuerdos, presagios y presentimientos de preocupación e inseguridades, que no invitan a afrontar los tiempos por venir a rellenar las agendas , y a revisar los calendarios con el recuadro de los días no laborales, en rojo.

En conformidad con prescripciones estrictamente litúrgicas, las fiestas finiquitadas no pudieron ser ni mejores, ni más abundosos, motivos de alegrías pascuales, religiosas por todos y cada uno de los episodios que conmemoraron, así como de sus protagonistas y adjuntos. Sirvan de ejemplo la “ciudad” de Belén, pastores y estrellas, el portal, la mula y el buey, la estrella de procedencia oriental - con su pérdida y encuentro posterior-, los villancicos, los obsequios y regalos, reuniones entre familiares y amigos, la Virgen ,san José, el NIÑO, los deseos de paz, los Reyes -con excepción de Herodes,- si no solamente los apodados “Magos”, de los que por lo visto, estudiado, y ya con licencia eclesiástica, es posible referir que “ni fueron tres, ni reyes, ni magos”.

Prevalecieron asimismo los deseos de paz, culto y cultura, y las tradiciones populares de toda la vida, configurando un ramillete de fiestas únicas en el calendario no solo religioso, sino familiar, cívico y ciudadano.

Pero de inmediato y como por generación espontánea, se abren paso los interrogantes que demandan respuestas que se aproximen a la realidad, lo más certera y confiadamente posible. De entre ellas, subrayo algunas:

¿Puede asegurarse con elementos, artículos de fe y de conducta y comportamientos que se precien de cristianos, que las fiestas pasadas fueron y son religiosas, expresiones de adoración a Dios, como otras tantas manifestaciones de compromisos fieles con sus misterios, teniendo como base el servicio-beneficio al prójimo y particularmente a los más necesitados?

A las fiestas –“¡Felices fiestas!”- de la Navidad, les han faltado los perfiles propios y específicos de la propia fiesta –“reunión de personas para celebrar algún acontecimiento”- en este caso nada menos que el del inicio de la Redención.

De fiesta “sagrada”, poco o muy poco. Casi nada. Ni en las “mejores“ familias y ni en las sacristías y Salas Capitulares. Sagradas son las reuniones, pero no tanto las francachelas, sin apenas otras opciones y además, en los tiempos en los que vivimos sin respeto a normas cívicas e higiénicas “coronavíricas”, con vacunas o sin vacunas. Comidas y cenas en las que no se ahorraron gastos, sobrara lo que sobrara y con destino a los contenedores, como en los “gloriosos” tiempos de las “vacas gordas”.

La profanación de las fiestas religiosas y más las acogidas a la “denominación de origen” de la Navidad, es bochornosamente antológica y profana. Los gastos presupuestados y por presupuestar, suelen desbordar toda ponderación, mesura y capacidad de discernimiento humano y cristiano.

Además, y esto es solemnemente grave, tales fiestas así concebidas y practicadas, resultan ser anti -educativas para los menores, niños y niñas, de quienes se asegura que son sus protagonistas. Las mentiras enmarcan episodios importantes de las fiestas, con mención para el concepto de niños “buenos” y “malos”, que se les adscribe a los Reyes, que además, y por lo visto y comprobado, son los padres-madres, educadores y educadoras.

Y aquí y ahora, y tal y como están las cosas post- festivas, entre otros, este misterio del rosario de preguntas en la periferia del ritualismo social del “¡Felices fiestas!”.

¿Es que una fiesta puede ser y proclamarse feliz de verdad, si no está bautizada y si no es cristiana, tal y como aseveran y evangelizan no pocos fundamentalistas católicos de toda la vida, con el “Nihil Obstat” de su jerarquía? ¿Acaso los no católicos están condenados, sin más, en esta vida y en la otra, a la infelicidad? ¿Puede ser y proclamarse feliz una persona, a sabiendas de que tantas otras ni lo son, ni los susodichos “felices” harán cuanto está en sus manos para labrar y universalizar la felicidad? ¿Es y está sustantivamente la felicidad, en el YO, en el TÚ, y no en el NOSOTROS? ¿Es el de la felicidad el sistema pedagógico esencialmente cristiano para la educación de la fe? ¿Se percibe el grado de cristiandad en función de los grados académicos en las Ciencias Sagradas que se hayan alcanzado en la asignatura y creencia relativa a la felicidad, o en la de las ceremonias y ritos?

¿Se leyeron e interpretaron los evangelios a la luz de la felicidad, o del “temor”, por “santo” que se denominara al de Dios? ¿Es mínimamente lícito sugerir y dogmatizar que los consagrados y consagradas, -“Alto y Bajo Clero”- por el hecho de su vocación, han de tener asegurada en el cielo mayor porción de felicidad eterna, que los acólitos y acólitas y quienes vivieron extra- muros de los ”lugares sagrados”?

Primero, Religión Digital

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