"Durante el pontificado de Benedicto XVI ninguna sociedad religiosa fue suprimida por abusos y falta de carisma… no debe extrañarnos" Irresponsable ingenuidad: La amistad del cardenal Ratzinger con una secta católica
"En noviembre de 2020 el arzobispo de Múnich suprimió canónicamente la Katholische Integrierte Gemeinde. Seguirían las supresiones en las diócesis de Paderborn, Augsburgo, Münster y Rottenburg-Stuttgart, la última en febrero de 2023… Ratzinger habría visto en el grupo un "impulso esperanzador" para la Iglesia post-Vaticano II, en un contexto de crisis eclesial"
| Martin Scheuch
El 20 de noviembre de 2020el cardenal Reinhard Marx, arzobispo de Múnich, suprimió canónicamente la Katholische Integrierte Gemeinde (KIG, Comunidad Católica Integrada) en su arquidiócesis, como medida final tras una exhaustiva investigación iniciada en 2019. Seguirían las supresiones en las diócesis de Paderborn, Augsburgo, Münster y Rottenburg-Stuttgart, la última en febrero de 2023.
El detonante fueron “graves acusaciones” de antiguos miembros sobre “prácticas abusivas” en la comunidad, incluyendo manipulación psicológica, dependencia emocional y violaciones a la libertad personal, no de manera eventual y esporádica, sino como parte de un “sistema de abuso espiritual” estructural. Estas quejas, que se acumulaban desde los años setenta y fueron ignoradas entonces, se intensificaron en 2018-2019, en paralelo al escándalo de abusos sexuales en Alemania.
En el documental “Geknechtet unterm Kreuz – Leben in einer katholischen Sekte” (“Esclavizados bajo la cruz: Vida en una secta católica”), emitido el 30 de noviembre de 2021 por Bayerischer Rundfunk, una cadena de televisión bávara, se detallan los principales tipos de abusos basados en testimonios de exmiembros e informes eclesiásticos.
Abuso espiritual y psicológico
Manipulación y control totalitario: La comunidad imponía un “sistema de dependencia psíquica” donde la disidencia se equiparaba a un “pecado contra el Espíritu Santo”. Los líderes, agrupados en torno a la fundadora Traudl Wallbrecher, fomentaban un “culto a la personalidad” e indoctrinación, presentando a la Comunidad Católica Integrada como una “élite salvadora de la Iglesia”. Exmiembros describen procedimientos que pueden catalogarse como “lavado de cerebro” y aislamiento de familiares y amigos externos, con sanciones como el ostracismo para quienes cuestionaban las decisiones de las autoridades de la comunidad.
Abuso del sacramento de la penitencia: Se usaba la confesión para control disciplinario y psicológico, obligando a revelaciones íntimas que se compartían en asambleas comunitarias, violando la privacidad y generando vergüenza en los miembros que eran sometidos a esta humillación pública.
Interferencia en relaciones personales: La asamblea comunitaria decidía sobre matrimonios, separaciones y hasta la procreación —hasta el extremo de prohibir tener hijos u obligar a tenerlos, según fuera “útil para la comunidad”—. Esto incluía romper parejas o matrimonios contra la voluntad de los involucrados.
Abuso financiero y económico
Explotación económica: Los miembros debían entregar sus ingresos, herencias y propiedades a la comunidad, que los usaba para proyectos como “casas de integración” o la adquisición en 1995 y posterior acondicionamiento de la Villa Cavalletti, una histórica villa del siglo XVI ubicada en Grottaferrata cerca de Roma, utilizada brevemente como un centro teológico y de formación. No había transparencia en el manejo de fondos, y se presionaba para abandonar profesiones estables en favor de “compromisos totales” en beneficio de la institución.
Dependencia financiera: Se promovía la renuncia a la autonomía económica, en aras de una “obediencia evangélica”, lo que dejaba a muchos de los que se iban de la comunidad sin recursos y en estado de relativa pobreza.
Abuso en perjuicio niños
Separación de niños de padres: En las “casas de integración”, que funcionaban como una especie de comunas, los hijos eran separados frecuentemente de sus padres para ser educados colectivamente, generando traumas y negligencia emocional. Exmiembros relatan que se se sintieron crecer “como huérfanos” en un entorno de control ideológico.
Peligro para el bienestar infantil, con presiones psicológicas sobre familias que violaban normas básicas de la comunidad.
Abuso sexual
Aunque menos central, hay indicios de “casos individuales de abuso sexual” de hace más de 40 años, durante las décadas de los setenta y ochenta, posiblemente por parte de miembros o sacerdotes vinculados.
La Integrierte Gemeinde (IG, Comunidad Integrada) fue fundada en 1965. Sus orígenes se remontan a 1945, cuando la iniciadora, Traudl Wallbrecher, desarrolló la idea de un nuevo comienzo en la Iglesia conectado con las raíces judeocristianas como respuesta al Holocausto. Tras su matrimonio con el abogado Herbert Wallbrecher, surgió el núcleo de lo que luego sería la Comunidad Integrada. El grupo se estableció a finales de los años sesenta en Múnich. Durante un tiempo se la consideró un esperanzador impulso renovador en la Iglesia católica y, según su propia descripción, quería ser “un lugar para un cristianismo ilustrado e íntegro”. Su orientación espiritual y teológica se basaba en la exégesis moderna, el movimiento litúrgico y ecuménico, las raíces judías del cristianismo, y la filosofía y literatura de posguerra —entre otros, los existencialistas franceses—.
Los miembros de la Comunidad Integrada se entendían como una gran familia formada por matrimonios y solteros, sacerdotes y laicos, ancianos y jóvenes. Vivían repartidos por todo Múnich en comunidadesconocidas como “casas de integración”. Un fuerte sentimiento elitista y el comportamiento percibido por exmiembros como adoctrinamiento y culto a la personalidad de la fundadora Traudl Wallbrecher marcaron la convivencia.
La jerarquía eclesiástica se mostró inicialmente reservada y cautelosa respecto a esta iniciativa. Ya en 1973 constaban en actas acusaciones de restricción de la libertad de los miembros y prácticas de abusivas por parte de la dirección de la comunidad.
A partir de 1976 se estableció un contacto más estrecho con Joseph Ratzinger, quien poco después sería nombrado arzobispo de Múnich y cardenal de la Iglesia. Ratzinger aprobó eclesiásticamente la Comunidad Integrada en su arquidiócesis en 1978; ese mismo año también fue reconocida en Paderborn por el arzobispo Johannes Degenhardt. A la comunidad se incorporaron varios teólogos de renombre que, gracias a la cercanía con Ratzinger, le otorgaron considerable prestigio. Rudolf Pesch reclutó a numerosos miembros de su comunidad estudiantil de Fráncfort para la Comunidad Integrada y en 1984 abandonó su cátedra. En 1977 se trasladó con su familia a una “casa de integración” y en 1996 su hija se casó con un hijo del matrimonio fundador; la boda fue oficiada en Roma por el cardenal Ratzinger. También se incorporaron el renombrado biblista Norbert Lohfink y su hermano Gerhard, teólogo, quien en 1986 igualmente dejó su cátedra y se mudó a la comunidad. La Comunidad Integrada se hizo presente y fue aprobada en otras diócesis de Alemania, Austria, Tanzania e Italia, o se destinaron sacerdotes de la comunidad a parroquias de esas diócesis.
En 1994 se fundó la comunidad sacerdotal vinculada a la Comunidad Integrada. Posteriormente ésta cambió su nombre por Katholische Integrierte Gemeinde (KIG, Comunidad Católica Integrada) y se convirtió en un grupo de católicos comprometidos, principalmente del sur de Alemania, que gracias a su posición especial como entorno familiar y de amistad de Joseph Ratzinger ganó influencia tanto en el ámbito eclesial interno como en la curia romana.
El vínculo con Ratzinger quedó ampliamente documentado en el libro “30 Jahre Wegbegleitung: Joseph Ratzinger/Papst Benedikt XVI. und die Katholische Integrierte Gemeinde” (“30 años de acompañamiento en el camino: Joseph Ratzinger/Papa Benedicto XVI y la Comunidad Católica Integrada”), publicado por la misma comunidad y que consiste en un recuento de encuentros, cartas y fotos inéditas. Ratzinger habría visto en el grupo un "impulso esperanzador" para la Iglesia post-Vaticano II, en un contexto de crisis eclesial. La comunidad, con su énfasis en la liturgia renovada, el ecumenismo y las raíces judías del cristianismo, encajaba en las ideas de Ratzinger sobre una “Iglesia como comunión” y sobre la recuperación de lo esencial de la fe.
La Comunidad Católica Integrada se convirtió en un “entorno familiar y de amistad” para Ratzinger, quien la describió como una “comunidad de contraste” con el mundo, que actuaba como “sal de la tierra” en una sociedad secularizada. A partir de 1981, ya como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Ratzinger continuó respaldándola, al punto de que en 1985 fue erigida como “asociación de derecho público” de acuerdo al canon 301 del Código de Derecho Canónico. La influencia de Ratzinger fue clave en la expansión Comunidad Católica Integrada, la cual fundó la Academia para la Teología del Pueblo de Dios en la Villa Cavalletti (Roma) en 2003, con un mensaje extenso de felicitación de Ratzinger, quien definió su misión como una reflexión interdisciplinar sobre el “Pueblo de Dios” de judíos y cristianos.
Tras su elección como Papa en 2005, concedió audiencias privadas al equipo directivo de la Comunidad Católica Integrada en el Vaticano (febrero de 2006) e invitó a una delegación a Castel Gandolfo ese mismo año, reforzando su rol como “promotor y amigo de larga data”.
Como ya se ha señalado, desde 1973 constaban actas con denuncias de restricciones a la libertad de los miembros y liderazgo abusivo. En 2000, un alto representante de una diócesis alemana informó a Ratzinger de quejas de exmiembros, incluyendo interferencias en matrimonios, confesiones públicas y presiones psicológicas. Ratzinger, según informes, no se sorprendió mucho, pero prefirió defender y acompañar a la comunidad en lugar de investigarla, argumentando que los testimonios de desertores tenían “credibilidad limitada”. Exmiembros lo contactaron directamente, pero él priorizó la lealtad al grupo.
En octubre de 2020, tras el informe final de la investigación encargada por el cardenal Marx, Benedicto XVI se distanció públicamente en una declaración a la revista Herder Korrespondenz: lamentó “profundamente” haber sido “informado insuficientemente” o “engañado” sobre aspectos internos de la Comunidad Católica Integrada, y negó haber avalado todas sus actividades como arzobispo. Afirmó que su aprobación se limitaba a iniciativas específicas, no a las “graves distorsiones de la fe” que habían sido denunciadas.
Eso no lo excusa ni le quita responsabilidad. Según el periodista Hanspeter Oschwald (1943-2015) en su libro “Im Namen des Heiligen Vaters: Wie fundamentalistische Mächte den Vatikan steuern”
(“En nombre del Santo Padre: Cómo las fuerzas fundamentalistas controlan el Vaticano”), publicado en 2010, quienes más influencias tenían sobre Benedicto XVI eran su secretario Georg Gänswein y el secretario de estado vaticano Tarcisio Bertone, seguidos de la Comunidad Católica Integrada. A continuación venían el Opus Dei y los tradicionalistas.
No debe extrañarnos que durante el pontificado de Ratzinger ninguna sociedad religiosa haya sido suprimida por motivos de abusos y falta de carisma, pues él mismo tuvo una vinculación muy cercana con una institución católica, aprobada canónicamente, que presentaba evidentes características sectarias y donde había un sistema de abusos. Por eso mismo, se entiende que entonces no haya tomado medidas más drásticas contra los Legionarios de Cristo, la Comunidad de las Bienaventuranzas y el Sodalicio de Vida Cristiana, por mencionar algunos ejemplos.
Tiene razón Alejandro Bermúdez cuando cree que durante el pontificado de Benedicto XVI no se hubiera suprimido al Sodalicio de Vida Cristiana, como no se suprimió a los Legionarios de Cristo. Pero eso no se debería a las virtudes de Ratzinger, sino más bien a su irresponsable ingenuidad que le llevó a prestarle todo su apoyo a una secta católica, la cual nunca hubiera tenido la expansión e influencia que logró si no es por su amistad con el Papa alemán.
Etiquetas