Un aniversario esfumado

La Conferencia Episcopal ejerció su magisterio en el complicado año 1975 en documentos y decisiones de gran impacto público y de reorientación de mentalidades, sobre todo en los dedicados a la reconciliación

"Llama la atención que los países democráticos optasen por la ceremonia religiosa para demostrar su apoyo a la nueva situación política española, probablemente debido al cambio experimentado por la misma Iglesia y a su activa actuación en favor de la democracia"

Se produjo primero una transición religiosa y eclesial y, más tarde, un acompañamiento de esta Iglesia a la transición política. Fueron, sobre todo, jóvenes que no habían vivido la guerra y que, por lo tanto, no eran prisioneros de nada. Este hecho resulta fundamental para comprender la transición política, reconocer el cambio de mentalidad del catolicismo español, su modernización, su adecuación a las características de la teología europea y sus formas de ubicarse en una sociedad plural.

Franco, bajo palio

Franco murió en una España que, a lo largo de los años, lo había deseado y rechazado a partes iguales. Su vida se había prolongado tanto que las expectativas y talante del pueblo español habían evolucionado aceleradamente en los últimos decenios sin contar con él. Casi todo había cambiado fuera y dentro de España a lo largo de los años y en la gente dominaba la esperanza de un cambio tranquilo y pacífico. Las colas ante su cadáver mostraron, sobre todo, curiosidad.

En sus últimos años, posiblemente no hubo unanimidad tanto en la sociedad civil como en la eclesiástica, divididas en segmentos conservadores y avanzados, pero el futuro parecía pertenecer a quienes deseaban, con palabras de Juan XXIII, dedicarse a “la labor que exigía nuestro tiempo”.

Creemos. Crecemos. Contigo

Recordemos como ejemplo significativo en el campo católico las tomas de postura y la actuación del cardenal Tarancón y de muchos obispos, de la Asociación Católica de Propagandistas, de manera especial el grupo Tácito, la Acción Católica, la HOAC, la JOC, el Movimiento Scout y tantos grupos cristianos de diverso signo, de Vanguardias Obreras y tantas asociaciones semejantes acordes con esta actitud. 

En realidad, la Conferencia Episcopal ejerció su magisterio en el complicado año 1975 en documentos y decisiones de gran impacto público y de reorientación de mentalidades, sobre todo en los dedicados a la reconciliación, con motivo del año santo, así como con el comunicado referido a la situación del país tras la promulgación del decreto-ley de represión del terrorismo en septiembre de 1975.

El nuncio Dadaglio frente a Franco

Tarancón comentó años más tarde: "Eramos entonces los obispos los únicos que podíamos hablar públicamente con cierta libertad y sin demasiados riesgos… después de tantos años de Régimen, afrontando una asignatura pendiente en España: la reconciliación entre los españoles".

Bloqueo en la relación Iglesia-Estado

De hecho, en  manifestaciones expresadas en aquellos años por la Facultad de Ciencias Políticas de París, las organizaciones cristianas, como las citadas anteriormente, eran las que, con más o menos aceptación pública, podían manifestar su opinión en profundidad en favor de la libertad y la democracia. El bloqueo existente en la relación Iglesia-Estado durante los últimos años del franquismo, especialmente a partir de 1971, se reveló al más alto nivel diplomático, en el estancamiento de las negociaciones sobre la reforma del Concordato de 1953.

Se produjo primero una transición religiosa y eclesial y, más tarde, un acompañamiento de esta Iglesia a la transición política. Fueron, sobre todo, jóvenes que no habían vivido la guerra y que, por lo tanto, no eran prisioneros de nada. Este hecho resulta fundamental para comprender la Transición política, reconocer el cambio de mentalidad del catolicismo español, su modernización, su adecuación a las características de la teología europea y sus formas de ubicarse en una sociedad plural. Se trató de luchar contra la inercia, la injusticia y la intolerancia, de reconciliar a los españoles y de conquistar la calle, la cultura de masas, los medios de comunicación, etc.

Francisco Franco, en misa Agencias

Hubo líneas de fuerza hacia la modernización y una conciencia colectiva que impulsaba a no perder la oportunidad. De todas maneras, para ser completos, hay que reconocer que, aunque la Iglesia colaboró eficazmente en la Transición política, no es menos verdad que en el interior de la comunidad eclesiástica las cosas no siempre fueron fácilmente transitables y para no pocos el Concilio Vaticano II quedaba y ha quedado lejos y poco aceptable.

El cambio oficial del Régimen político se produjo en las Cortes ante los representantes del pueblo español. El nuevo reinado se inició, en realidad, con dos ceremonias distintas y de muy diverso significado. El juramento lo realizó el Rey en el palacio de Las Cortes ante los procuradores del régimen del general Franco y ante el Consejo del Reino, del que formaba parte Pedro Cantero Cuadrado, arzobispo de Zaragoza. Asistió al acto el general Pinochet y algún dignatario árabe.

Tarancón preside la misa de proclamación del rey Juan Carlos en los Jerónimos

Cinco días más tarde, en la iglesia de los Jerónimos, ante los presidentes de Francia y Alemania, el vicepresidente de los Estados Unidos, el marido de la reina de Gran Bretaña y otros muchos representantes de las democracias europeas, el cardenal Tarancón pronunció su homilía en el inicio de un reinado, que se auguraba, en palabras del cardenal, favorecedor y propulsor de la justicia y de la democracia. Llama la atención que los países democráticos optasen por la ceremonia religiosa para demostrar su apoyo a la nueva situación política española, probablemente debido al cambio experimentado por la misma Iglesia y a su activa actuación en favor de la democracia.

Poco después, Tarancón entregó a los medios un documento en el que se precisaba la opinión de los obispos españoles ante el capitalismo, socialismo, marxismo, y relaciones Iglesia-Estado y sobre su confesionalidad, etc. Se pedía el reconocimiento de los derechos de expresión y participación, se expresaba la necesidad de un nuevo marco jurídico y se demostraba en todo momento un talante acorde con la común aspiración de democracia y participación. Al mismo tiempo, en el proceso de elaboración de la nueva Constitución, todos fueron conscientes de que se iba a producir una pérdida de presencia y de influencia de la Iglesia y del catolicismo en la sociedad.

La transición en la Iglesia interactuó con la transición social española.

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