"Asumir lo que pasa, en este maldito juego, nos sitúa en el discernir, actuar y orar" El desconcierto y la desazón extrema que padecen las voces y los poderes morales ante la guerra en Ucrania

Mundo
Mundo

A medida que pasan los días de la guerra de Ucrania, vamos entendiendo mejor el cruce de causas e intereses que concurren en ella

"Poder político y militar, poder económico y estratégico… Lo definitivamente claro es que Ucrania se ha convertido en el centro de operaciones de la partida y que la población es la primera víctima de una guerra imparable mientras las potencias no vean una salida ventajosa"

Es en este contexto se entiende que Johnson el británico diga que “algunos tienen demasiada prisa por terminar esta guerra”; Biden que hay guerra para rato, Xi Jinping que mal habrá crecimiento chino y Scholz y Macron que Europa necesita un tiempo para armarse y cambiar sus proveedores 

"Por eso, y sin que signifique traer algo por los pelos, encaja perfectamente el desconcierto y la desazón extrema que padecen las voces y los poderes morales. Francisco es el más característico" 

A medida que pasan los días de la guerra de Ucrania, vamos entendiendo mejor el cruce de causas e intereses que concurren en ella. Hasta la llamada “posición geoestratégica” de los contendientes directos e indirectos la hemos hecho nuestra, manejándola con soltura en cualquier conversación.

La guerra de invasión es la misma y los actores principales permanecen: Putin y su Rusia han cruzado la frontera de Ucrania con el propósito de dominar esa tierra, esa población y ese patrimonio; quieren ganar y asegurar el poder de la potencia de “primer” orden que ahora mismo tienen y quieren para sí. A su alrededor, un puñado de planetas y satélites que persiguen idéntico propósito, cada uno desde su posición en el sistema mundo, pero buscando aumentar su cuota de poder.

Poder político y militar, poder económico y estratégico, poder en el nuevo mundo multipolar que se adivina. No faltan preguntas sin respuesta clara en por qué esto o lo otro, pero son ya matices para nota. Lo definitivamente claro es que Ucrania se ha convertido en el centro de operaciones de la partida y que, con una población sin duda admirable en su brío, valor y patriotismo, es la primera víctima de una guerra tan ajena a su interés primordial como imparable, mientras las potencias no vean una salida ventajosa para ellas.

No me toca entrar en el detalle de esos intereses varios y propios, pero ahí están en su cálculo de pros y contras en cuanto a la posición en el siglo XXI que avanza. Por supuesto que no hay un solo factor de definición de cada posición en la guerra; también hay de por medio valores éticos, cultura humanista, derecho internacional, agravios comparativos y hasta identidades religiosas; pero salvo Ucrania, por ser el territorio ocupado y quien pone la mayoría de los muertos, todos los demás están en una partida de poder futuro.

La posición rusa, sin duda, es la más indigna por haber sido al cabo quien rompe la baraja, amenaza a todos y asalta la vida y la casa ajenas, pero a partir de ese momento, la respuesta que se supone de pura dignidad y valores democráticos, ya no tiene esa pureza mínima que lo humano permite. Cada uno, alrededor de Ucrania, y Rusia como agresor y adelantado, está midiendo con pies de plomo cómo pagar el menor precio posible por la mejor posición a medio plazo.

Boris Johnson

Es en este contexto donde se entiende, con dolor y enfado, pero se entiende que Johnson el británico diga que “algunos tienen demasiada prisa por terminar esta guerra”; Biden que hay guerra para rato y que él puede traer petróleo y gas del fin del mundo; Xi Jinping que si no hay comercio internacional, mal habrá crecimiento chino, pero que si hay que cuidar de Rusia, tampoco es mal socio para ellos; y Scholz y Macron que Europa necesita un tiempo para armarse y cambiar sus proveedores de energía.

Si no se hubiera movido Putin, no sabemos qué hubiese pasado, ni la pregunta significa librarlo de su responsabilidad, pero está claro que la relación entre las potencias y sus planes a medio plazo por algún punto tenía que reventar. Está claro, digo, porque si el mundo se moviera por los principios y valores que solemos atribuir a los momentos de paz, vividos desde la parte del mundo que aleja de sus tierras los frentes de guerra, y paga bien por el control de las migraciones que puedan incomodar, si eso sucede, todo parece ir bien y el discurso moral democrático es casi creíble.

Pero más pronto que tarde, saltan las costuras y las potencias menguantes y emergentes afilan los dientes hasta poner sobre la mesa las pretensiones de potencia media y grande que cada uno reclama. Y si esto requiere de la guerra, llegado el momento, no se evita y hasta resulta corta para asentar las nuevas condiciones de la paz, es decir, del orden social que ha de convenir a quienes van y vienen en la clasificación del mundo.

Por eso, y sin que signifique traer algo por los pelos, encaja perfectamente el desconcierto y la desazón extrema que padecen las voces y los poderes morales que, como sucede con los líderes lacios y religiosos, Francisco es el más característico, se ven obligados a cuestionar en toda su extensión los viejos lugares de la guerra justa, y la misma idea de asentar la soberanía de los pueblos en el rearme de su Estado.

Lo que para la política -la más razonable, la que se opone al descontrol brutal de Putin- requiere arriesgar hasta verse sin los bienes que Rusia le puede vender a buen precio, para el liderazgo ético y religioso del mundo es una vergüenza:

Me avergüenzo -gritó Francisco el 24 de marzo- de los Estados que incrementan el gasto militar al 2% ¡están locos! La verdadera respuesta no está en más armas, más sanciones y más alianzas político-militares, sino en una actitud diferente, una forma diferente de gestionar el mundo ya globalizado, no para enseñarnos los dientes, sino para establecer relaciones internacionales.

Es evidente que la buena política no puede surgir de una cultura de poder entendida como dominación y opresión, sino solo de una cultura de atención plena, de atención plena para el hombre y su dignidad, y de atención plena para nuestra casa común. Esto se niega con la vergonzosa guerra a que estamos asistiendo. Para aquellos de ustedes que pertenecen a mi generación, es insoportable lo que sucedió y está sucediendo en Ukrania. Por desgracia, esto es fruto de la vieja lógica del poder que domina la llamada geopolítica. Las guerras regionales han estado ocurriendo todo el tiempo; aquí y allá, hemos estado en una “tercera guerra mundial por cuotas” y ahora nos enfrentamos a una dimensión que amenaza al mundo entero. Y el problema básico es siempre el mismo. El mundo sigue siendo tratado con “un tablero de ajedrez”, donde los poderosos estudian los movimientos para extender su dominio en detrimento de los demás”.

Asumir lo que pasa, en este maldito juego, nos sitúa en el discernir, actuar y orar.

Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME

Etiquetas

Volver arriba