Una mujer de la providencia, “laboriosa y sin afectación” Mama Antula: Camino y oración, calle y contemplación, silencio y caridad

Francisco canonizará el 11 de febrero a Mamá Antula
Francisco canonizará el 11 de febrero a Mamá Antula

"Luego de la determinación del rey español Carlos III de expulsión de unos 6000 religiosos en todo el territorio peninsular y de ultramar, esta argentina se determinó a continuar el camino espiritual de los padres de San Ignacio"

"A su llegada a Buenos Aires Antula fue acusada de loca y afecta a cosas de brujas. Pero era una mujer de temple férreo y las características de su temperamento se manifestaban en situaciones particularmente hostiles"

"Misionando con los ejercicios espirituales, en sólo ocho años consiguió que más de setenta mil personas participaran de los retiros"

"Los ejercicios fueron ocasión de consuelo para los pobres, de conversión para los pecadores, de discernimiento, reflexión y encauzamiento de consagrados y sacerdotes. Eran, como Antula, Evangelio al natural, sin fingimiento ni afectación"

"Uno de los testimonios más hermosos de las características de esta mujer, que será canonizada el próximo 11 de febrero por el papa Francisco, lo da la priora del Convento de Santa Catalina en Buenos Aires"

En la madrugada del 2 de abril de 1767, por orden de Carlos III en su Pragmática Sanción, fueron expulsados los jesuitas de todos los dominios de la corona española.

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Desde unos años antes, la santiagueña María Antonia de Paz y Figueroa, junto a un grupo de mujeres, rezaban y realizaban obras de caridad. Pero sobre todo Mamá Antula (por el quichua Mamá Antonia) había dejado de lado las comodidades de una familia acomodada para ayudar a los jesuitas en los ejercicios ignacianos.

Luego de la determinación del rey español de expulsión de unos 6000 religiosos en todo el territorio peninsular y de ultramar, esta argentina se determinó a continuar el camino espiritual de los padres de San Ignacio peregrinando desde Santiago de Estero hasta Buenos Aires y misionando con los ejercicios espirituales.

"En sólo ocho años consiguió que más de setenta mil personas participaran de los retiros"

En sólo ocho años consiguió que más de setenta mil personas participaran de los retiros (Según atestigua la carta de Don Ambrosio Funes al Padre Juárez, en Córdoba del 5 de diciembre de 1786). Pensemos, para tomar dimensión de esto, que la ciudad de Córdoba, en Argentina, por esas épocas tenía algo más de once mil habitantes y que de fines de 1776 a principios de 1778 organizó en esa ciudad catorce tandas de retiros con unas doscientas o trescientas personas cada uno. Pero nunca sus retiros fueron considerados por Antula sino como un estímulo para una vida que debía jugarse en el servicio a los más pobres, a los desesperados. Su vida eran los retiros y los caminos, la oración y la calle, la contemplación y ungir las heridas de los olvidados. Camino y oración, calle y contemplación, silencio y caridad.

"Su vida eran los retiros y los caminos, la oración y la calle, la contemplación y ungir las heridas de los olvidados"

Uno de los testimonios más hermosos de las características de esta mujer, que será canonizada el próximo 11 de febrero por el papa Francisco, lo da la priora del Convento de Santa Catalina en Buenos Aires. En una carta conservada en italiano, a un jesuita de Lombardía y fechada el 29 de diciembre de 1785, la Madre Teresa de Jesús responde a una pregunta que habría hecho el jesuita en una carta anterior sobre la ya famosa mujer santiagueña.

Es importante recordar que a su llegada a Buenos Aires Antula fue acusada de loca y afecta a cosas de brujas. A su vez el Obispo de Buenos Aires le había negado durante nueve meses el permiso para realizar los ejercicios. En sus andanzas por las calles entre los pobres o pidiendo limosnas, muchas veces le tiraban piedras. Sin embargo, ella siguió adelante.

"En sus andanzas por las calles entre los pobres o pidiendo limosnas, muchas veces le tiraban piedras. Sin embargo, ella siguió adelante"

La priora de Santa Catalina observa en su relato que los ejercicios que organizaba “son un milagro de la providencia Divina”, “durante seis años, realizados sin interrupción, con un descanso de entre tres o cuatros días entre tanda y tanda de más de doscientas o trescientas personas… que acuden espontáneamente y sin ser invitadas”. En este pequeño relato ya se distingue una de las características más determinantes de la personalidad de Mamá Antula: su confianza sin límite en la providencia y el cuidado de Dios.

La Madre Teresa de Jesús destaca otro aspecto singular y es “su virtud al natural, sin afectación, lo que hace un verdadero placer tratarla”. Esta observación reviste una gran importancia pues da cuentas que su vida cristiana procedía de una profundidad que no era empobrecida por poses o comportamientos adquiridos, o estilos copiados de lo que podía esperarse de una mujer virtuosa en su tiempo. Era al natural, espontánea, sana, nada banalizaba la riqueza de la profundidad del Espíritu que habitaba en ella. Esa actitud le permite evitar el estereotipo pasivo de la mujer piadosa de su tiempo, y ejercer su actividad como un “ministerio de dar los Ejercicios” según palabras del padre Juárez a Don Ambrosio Funes, luego de la muerte de Antula (Carta de Juárez a Funes el 30 de julio de 1800). 

La personalidad misma de Antula despertaba sentimientos de admiración. Era una mujer de temple férreo, como se dice en El estandarte de la mujer fuerte, obra anónima en francés, posiblemente de autoría de Ambrosio Funes y que destaca las obras de Antula. Pero también sencilla y cercana, no sobreactuaba su posición, ni se sobreidentificaba con su misión. La priora dominica da testimonio del bien que hace la visita de Antula al monasterio, todo es familiaridad en el trato con ella, del cual además emana siempre una “fuente de consolación”. Nada es extraordinario en esta mujer fuera de lo común, sencilla, sin miedo y pobre de solemnidad. Recorre toda la ciudad “con los pies descalzos, con un crucifijo colgado del cuello, al estilo como misionaban los Padres, y que creo lo heredó de un Jesuita” afirma la Madre Teresa de Jesús. 

"Con los pies descalzos, con un crucifijo colgado del cuello, al estilo como misionaban los Padres, y que creo lo heredó de un Jesuita"

En otra carta, también en italiano, del padre Diego Toro, párroco de Buenos Aires, a un destinatario desconocido la describe como “santa, sincera, sin ceremonia, modesta y sin afectación, afable sin ficción. Posee un celo por el bien de las almas grande y universal. Trata y recibe por igual al noble y al que no lo es, al rico y al pobre. Paga todo a tiempo y le alcanza para dar a los pobres, y “su coraje brota –según ella lo afirma- de que está segura de la providencia del Señor”

"Santa, sincera, sin ceremonia, modesta y sin afectación, afable sin ficción. Posee un celo por el bien de las almas grande y universal"

Las características de su temperamento se manifestaban en situaciones particularmente hostiles a nuestra Beata: el Virrey Vértiz se oponía a la construcción de la casa de ejercicios y a los retiros, el Obispo pedía investigarla; aún en el año 1795, Cornelio Saavedra –quien encabezaría en 1810 el primer Gobierno Patrio- en su calidad de Síndico Procurador del Cabildo le informa que le ha sido suspendida la entrega de la suma de dinero que le había sido concedida para continuar la obra de la Casa y los Ejercicios.  El Obispo Malvar, que había frenado la entrega, recibirá una carta de Antula en la que ella le expresa, sin embargo, gratitud y veneración. En 1796 el Colector de Espolios y Vacantes de España (una especie de limosnero) responde al pedido de Mamá Antula y Cornelio Saavedra informando que serían remitidos los fondos que faltan para la terminación de la Santa Casa de Ejercicios. Este hecho da cuentas de que su confianza en la providencia distaba bastante de ser una actitud infantil. La confianza en la providencia exige fortaleza pues la paciencia permite que los caminos de Dios no se entorpezcan por la precipitación a la que somos afectos cuando buscamos nuestra honra y promoción. Esta paciencia se vuelve mejor aún, como Antula misma sostenía, en la perseverancia. Fácilmente podemos convertir la paciencia en un piadoso refugio de nuestra timidez y debilidad. Sólo es evangélica cuando no renuncia al propósito que la anima, y así se vuelve, muchas veces, dolorosa virtud.

Los ejercicios fueron ocasión de consuelo para los pobres, de conversión para los pecadores, de discernimiento, reflexión y encauzamiento de consagrados y sacerdotes. Eran, como Antula, Evangelio al natural, sin fingimiento ni afectación

El 7 de marzo de 1799, a las tres de la tarde, a los 69 años, murió en la Casa de Ejercicios aún inconclusa

Gaspar Juárez, jesuita y exilado en Roma, su confesor, con quien Antula se escribió durante años, iniciará poco tiempo después, la escritura de la primera relación de su vida. 

Su vida es inspiración para ser samaritanos, caminar contemplando y encontrando en el camino los caídos que buscan vida y esperanza.  

José Carlos Caamaño es profesor Ordinario Titular de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina  

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