"En la cárcel están los pobres, los rotos, los sin familia, los solitarios" Una casa diocesana de acogida para presos en Ferrol

Presentación de la casa de acogida para presos en Ferrol
Presentación de la casa de acogida para presos en Ferrol

Cuanta necesidad de hablar, de contar ‘a súa vidiña’ y su soledad, que fue y es ciertamente bien triste

La semana que viene ya nos veremos de nuevo en el Módulo 11. ¡Y hablaremos! ¡Vaya si hablaremos! Yo escucharé todo lo que yo pueda y sepa hacer. Sin prisas. Colocándome en su lugar. Y sin juzgar ni etiquetar

D. Fernando, nuestro obispo de Mondoñedo-Ferrol, quiere abrir en septiembre una casa diocesana de acogida para el permiso de los presos

“Se suele decir que nadie sabe realmente cómo es una nación hasta estar en una de sus cárceles. Una nación debe ser juzgada no por cómo trata a sus ciudadanos más acomodados, sino por cómo trata a los que poco o nada tienen”. (Nelson Mandela).

Una de las buenas formas de introducirse, conocer y acercarse a una realidad es describirla mediante un hecho de la vida real. 

“24 de abril 2023. 13:00 horas. Módulo 11. Prisión: Teixeiro. A Coruña”. 

Coincido casualmente, y sólo por un instante, con Alfonso y Miguel. Ya iba a ser la hora del “recuento” de mediodía. (Ya sé que la cárcel es así. Pero después de catorce años, a mí, eso del ‘recuento’,  aún es algo que me da para atrás). Y noto que Alfonso, con mucha prisa, me quiere decir algo. No teníamos trato. Lo veo muy triste y agobiado: Y comienza el relato: (No nos conocemos. Él a mí me ha visto sólo en actos de grupos). 

Casa de acogida de presos en Ferrol

- A usted, me dice como temeroso, no le “toca” venir por aquí, por el 11. Pero yo tengo hoy concedido permiso de tres días para ir a la Casa de Acogida de Cáritas y Pastoral Penitenciaria en A Coruña. Y acabo de saber que hoy también nos va a fallar el bus. ¡Y voy a perder el permiso. Es el primero. Y van tres años! (Habla apresurado. Muy agobiado. Casi sin respirar). A ver si, cuando usted salga ahora a mediodía, puede hablar con la Asistente Social de A Coruña. Que no piense que son yo quien le falló. No quiero que ella se preocupe. ¡Estoy muy triste! Llevo mucho tiempo contando los minutos. Yo nunca tuve suerte en la vida. Un día, si puede, me gustaría hablar. Aunque “no le toque este módulo”, venga por aquí. Necesito hablar con alguien distinto, que viva fuera. ¡Aquí todo es igual siempre! Ahora, p. ej.: recuento, comer rápidamente, y, ya antes de las dos, “chapados” en el “chabolo”. Hasta las 16:30. Luego bajas al patio. Tomas un café, si tienes con qué, y ya a los trabajos manuales, si hay la suerte de que los haya, que no todos los días. A mí, hoy, las 16:45, me vendrán a buscar para ir a la salida para irme. Pero si falla el bus, quedo tirado ahí. Y pasado un tiempo de espera, ¡vuelta para dentro! ¡Y el permiso perdido! Y a esperar otros cuatro meses. No lo doy soportado. ¡Estoy muy triste! 

(Ya llaman para el recuento). Cuando acaban, le pido al funcionario dos minutos para acabar de hablar con Alfonso. Muy amable, como de costumbre, accede. Él es sabedor del caso y también lo siente. Pero él no puede salir del módulo. Nos deja que hablemos

- ¡Mire!, Alfonso. Ahora no tenemos tiempo. Usted ya tiene que irse al comedor. Pero, si puede, tranquilícese. Yo, ahora, también tengo que salir de la cárcel ya. Por la tarde vuelvo. Tengo un curso en el aula cinco del Multiusos. Y voy a hablar con la funcionaria de la entrada. Le digo que usted me va a esperar fuera, allí, en la salida. La cafetería del público está cerrada. Y, entre todos, con usted en medio, buscaremos luego una forma de arreglar esto. Pero tiene que esperar hasta las siete. A esa hora es cuando yo acabo de  dar esa clase de psicología aplicada. Si puede, y me cree, esté confiado. No le vamos a fallar. Los funcionarios quieren ayudarle. Pero ya sabe que los funcionarios, fuera de la prisión, tampoco tienen campo de actuación. Entre todos lo hemos de conseguir. Pero entiéndame bien esto: yo no voy a salir hasta las siete.  Así que, hasta ese momento, no le esté dando vueltas al magín de las malas hadas. Descanse y repose bien la comida, si puede. 

Pastoral de la cárcel
Pastoral de la cárcel

Y, como era de esperar, ¡el bus falló! Entonces, con la amabilidad de la funcionaria de la puerta y conversando con la asistenta social de la casa de acogida para que le esperase, por favor, lo invité a subir a mi coche y lo llevé a Betanzos. Cuanta necesidad de hablar, de contar ‘a súa vidiña’ y su soledad, que fue y es ciertamente bien triste. Ya allí, suerte porque ya era tarde, enlazamos con un bus, de los que hacen el servicio de cada media hora Betanzos-Coruña. Volvimos a contactar con la  trabajadora social y ya no tuve que hacer yo ese nuevo desvío y desplazamiento para esa segunda parte del trayecto. 

La semana que viene ya nos veremos de nuevo en el Módulo 11. ¡Y hablaremos! ¡Vaya si hablaremos! Yo escucharé todo lo que yo pueda y sepa hacer. Sin prisas. Colocándome en su lugar. Y sin juzgar ni etiquetar

En Ferrolterra no tenemos cárcel. Pero sí tenemos bastantes presos. Muchos presos. Sobre todo después de la pandemia.

D. Fernando, nuestro obispo de Mondoñedo-Ferrol, quiere abrir en septiembre una casa diocesana de acogida para el permiso de los presos, los sin familia o con alejamiento familiar, extranjeros o los sin arraigo en Ferrol, tan necesario para ir preparándose para la salida, aún lejana. 

García Cadiñanos
García Cadiñanos

Venimos luchando por esto desde hace años. Por fin, ahora va a ser verdad. Pero se necesita la colaboración de unas quince personas que tengan algún tiempo disponible, dos veces a la semana, de cada dos meses. Se trata de escuchar, atender, o dar alguna orientación o ayuda para acompañarlos en alguna gestión, etc. 

Y para eso, casi todos valemos o podemos echar una mano. Pensemos que en la cárcel están los pobres, los rotos, los sin familia, los solitarios. Y todos ellos perdieron el contacto con la sociedad actual. El mundo cambió mucho. Y ellos también cambiaron. 

Los otros, los que no perdieron sus familias, ya tienen dónde refugiarse o a donde volver para cobijarse. Y mejor así. 

Pero luego están estos otros. Como dijo Alfonso: “A mí la vida siempre me fue mal”. “Nunca la suerte paró en mi puerta. Ya desde muy niño yo nunca tuve puerta”. 

No seamos también nosotros de los que gritan, soberbios: “Que  se pudran en la cárcel”.

Allí hay para todos una plaza a la espera y al acecho.  ¡Y ya no sea que un día sea yo, o uno de los míos, quien!…  Será entonces cuando perciba realmente que “algo huele a podrido”. Pero ya no en la cárcel, sino en mi mismo ser y pensar, y en lo profundo del corazón. 

“Una casa de acogida! ¿Para quién? ¿Y para qué? 

Xaquin Campo

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