"Le faltó amenazar con desvelar los secretos de confesión de quien no suscribiera un donativo a la parroquia" El cura de Valdepeñas, y lo que no se debe hacer

El párroco de Valdepeñas abronca a los fieles
El párroco de Valdepeñas abronca a los fieles

Un “sermón” de 10 minutos que no tiene desperdicio para aquellos que quieren aprender a recaudar fondos para la Iglesia. Todo lo que no debe hacerse lo hace don Emilio

La gran lección es que cuando las obras de la iglesia se encaran desde una perspectiva mercantilista, todo está perdido

Se ha hecho famoso don Emilio Montes, párroco del Cristo de Valdepeñas (Ciudad Real) por un mensaje al final de la misa en el que abordó las cuentas de la parroquia.

Un “sermón” de 10 minutos que no tiene desperdicio para aquellos que quieren aprender a recaudar fondos para la Iglesia. Todo lo que no debe hacerse lo hace don Emilio.

“La semana que viene inauguramos la obra y nadie me ha preguntado cuánto nos ha costado” o “cuanto nos queda por pagar” arranca el párroco con tono irónico.

Supongo que nadie se lo ha preguntado porque durante los 8 años que ha durado la obra habrá ido publicando periódicamente las cuentas, los presupuestos, etc y todo el mundo estaba al corriente del coste ¿o no?

Supongo que nadie se lo ha preguntado porque durante los 8 años que ha durado la obra habrá ido publicando periódicamente las cuentas, los presupuestos, etc y todo el mundo estaba al corriente del coste ¿o no?


Dice don Emilio que “es un tema tabú” y lleva razón, muchas veces el tema del dinero en la Iglesia se convierte en tabú, sobre todo cuando los pastores llevan las cuentas de manera… ¿turbia? Cuando los pastores no explican el origen y el destino de los fondos o el detalle de los gastos.

La primer lección que nos ofrece este caso es la necesidad de rendir cuentas a los fieles ¿no es acaso su dinero el que gestionan las parroquias en particular y la Iglesia en general?

Don Emilio, 8 años después de iniciar las obras, desvela que ha costado “un millón cien mil euros” o que se ha gastado “tresmil euros en un retablo del Espíritu Santo” y que tiene pensadas otras cosas “que ya veréis”.

El párroco de Valdepeñas abronca a los fieles
El párroco de Valdepeñas abronca a los fieles

Es como si la obra y sus detalles se hubiese fraguado de espalda a los fieles, cómo se decía la misa antes del Concilio Vaticano II…

Supongo que se habrá creado una comisión de fieles para las obras, un grupo representativo que se ha ocupado de pedir los presupuestos, buscar los proveedores, evaluar los riesgos, etc. Y digo fieles, porque esta no debería ser la función del párroco.

La segunda lección que aprendemos es que, siguiendo con el ejercicio de transparencia, la comunidad debe estar involucrada en el proyecto. No es suficiente con los fieles más “activos”, toda la comunidad debe sentirse parte del proyecto.

¿Era necesaria una obra millonaria en una población de 30.000 habitantes y con una tasa de desempleo del 20%? ¿Es posible que la comunidad parroquial haya percibido la obra como innecesaria?

Don Emilio dedica buena parte de su mensaje a dar instrucciones de lo que los fieles deben hacer con su economía, sugiere, por ejemplo, que en las casas donde hay dos nominas, “se pasen dos recibos” para ayudar a la parroquia. O, con tono despectivo, se refiere a los que “menos dan”, los de los seis euros al mes.

El párroco parece haber olvidado el relato de Marcos y Lucas sobre el “óbolo de la viuda” y como Cristo ensalza al que menos da, porque da todo lo que tiene.

Ya luego, y para rematar, arremete contra algunos fieles que le prometieron colaborar y no lo hicieron “cómo se puede tener la cara tan dura, se creen que somos tontos” o reclama a un parroquiano, funcionario público, que gana “más de 36.000€ todos los años” y no ha colaborado.

Le faltó amenazar con desvelar los secretos de confesión de quien no suscribiera un donativo a la parroquia.

Más allá de todo y sin querer criticar a don Emilio, probablemente no recibió formación en estos temas de la captación de fondos ni en sensibilidad, la gran lección es que cuando las obras de la iglesia se encaran desde una perspectiva mercantilista, todo está perdido.

En el Éxodo se describe con todo detalle una gran campaña de recaudación para la construcción del Santuario (Ex 35). Allí Yahve, por boca de Moises, detalla al pueblo que quiere, cómo lo quiere y que necesita.

Dios, en su inmensa sabiduría, dice que “todos aquellos a los que mueva su corazón” reserven una ofrenda para Él (cf. Ex 35, 5).

Don Emilio quizás debió trabajar más en movilizar el corazón de sus fieles durante estos 8 años. Quizás así se hubiese ahorrado el bochorno de estos días.

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