San Juan Pablo II, un 'desejemplo' muy descanonizable Más sobre 'descanonizaciones'

Juan Pablo II
Juan Pablo II

"Abochornan tantas y tan nefandas noticias episcopales, unas ya judicializadas y otras judicializables, relacionadas la mayoría de ellas con la pederastia. ¿Obispos culpables? Sí, obispos culpables. Por acción u omisión, o por ambas cosas"

"A la hora de las beatificaciones- canonizaciones, el 'placet' de la curia para unas y otras es incomparablemente más efectivo que el del pueblo-pueblo, lo que lleva consigo multitud de deslices y exageraciones"

"Sirva de ejemplo- desejemplo- el caso de Juan Pablo II. ¿Cómo es posible 'ser santo súbito', canonizando toda una 'vida y milagros' en cuyos capítulos hay constancia documentada de ínclitas y amistosas relaciones con uno de los pederastas más nefastos?"

"Descanonizar puede ser tanto o más constructivo y ejemplar para la Iglesia, que una parte de la larga letanía de canonizados"

Abochornan y avergüenzan “usque ad sunmum” (“hasta no poder más”) tantas y tan nefandas noticias episcopales, unas ya judicializadas y otras judicializables, relacionadas la mayoría de ellas con la pederastia en su variedad de versiones, unas, y otras de tipo social, comercial, político o bancario.

En idéntica, o mayor, proporción tal sentimiento reverdece y se renueva al ser informados de que las reuniones prelaticias y asimiladas, no son de penitencia veraz, con su correspondiente petición de perdón, propósito de enmienda y reparación, sino con el fin de proclamarse inocentes, con soluciones “legales”, por ejemplo, las de la prescripción de los hechos y no tener que pechar de por vida con el sambenito del descrédito y de la mala fama personal y colectivamente.

Pederastia

Y es que, en relación con el tema, la mayoría de los obispos habían de limitarse hipócritamente a que no transcendieran sus malos ejemplos, y los de sus curas, “para no dañar el prestigio de la Iglesia”, a ser removidos a otros lugares o cargos, como si con tales desplazamientos no consiguieran otra cosa que ”echarle el mochuelo” a otros inocentes, sin tener en cuenta el bien de la comunidad eclesial, sino el suyo propio y el de sus colegas.

¿Obispos culpables? Sí, obispos culpables. Por acción u omisión, o por ambas cosas. Pero culpables también, en tanta o mayor proporción, quienes los nombraron a dedo o con criterios no evangélicos, sino todo lo contrario. La relación obispos-evangelio estuvo, y sigue estando canónicamente prohibida, a no ser solo en el caso en que la ausencia del Espíritu Santo o la desinformación lo justificaran.

Y es que, en el organigrama a seguir para el nombramiento o traslado ulterior de los obispos, no cabe la posibilidad de que se haga de otra manera. El chanchullo, la recomendación, los “Amén” y hasta el mismo “Óbolo de San Pedro”, hacen inclinar la balanza de la terna de los episcopables en la dirección deseada y prevista. La descripción de casos concretos que justifican la formulación y puesta en práctica de este principio, ruborizarían a no pocas mitras, y a la feligresía.

Pero el hecho es piramidal. Como todo en la Iglesia. En la misma, todo viene, o se dice venir -proceder- de Roma, y nada menos que de su obispo, es decir, del mismo Romano Pontífice, tal y como es catequizado el pueblo de Dios, con el añadido de ser esta, y no otra, “la voluntad del Señor”. No obstante, no está de más referir que Roma y su Obispo, es y se llama la CURIA. La simbiosis de este organismo con la figura del papa es bien patente. El papa es su curia y, por supuesto, el papa decide, aprueba, desaprueba, anatematiza o bendice cuanto le dicta tan poderoso organismo, en la pluralidad de sus dicasterios.

Curia romana

Y acontece que, como la curia se perpetúa más que el papa, de la que este es además heredero forzoso, la labor-ministerio pontificio suele estar en la práctica marcada ante el pueblo, de modo y manera excepcionales a la hora de las beatificaciones- canonizaciones, mientras más solemnes, mejor. El “placet” de la curia para unas y otras es incomparablemente más efectivo que el del pueblo-pueblo, lo que lleva consigo multitud de deslices y exageraciones.

Sirva de ejemplo- desejemplo- el caso de Juan Pablo II, quien fuera “elevado al honor de los altares” con el lema- consigna, y la enfervorizada presión, de “¡SANTO SÚBITO” Y “YA”. La canonización es, e incluye, todo un riguroso proceso fijado de antemano, en evitación de ciertos y graves riesgos provocados por los “salteadores de los caminos de Dios”, dado que “de todo hay -o puede haber- en la viña del Señor.

¿Cómo contestar a quienes, con la mejor y más piadosa de las intenciones, preguntan si en tal menester “religioso” participó alguna Asociación concreta, y con medios y capacidad también económica, tal y como así se requiere? ¿A qué respondieron prisas tan urgentes y desaforadas, que además excluían modos de ser y actuar la Iglesia, posterior a la renacida en la celebración del Concilio Vaticano II?

¿Quien o quienes de verdad canonizaron a Juan Pablo II? ¿Fue la curia, su Curia? ¿Se descartan de por sí razones, o sin-razones, de tipo diplomático, con inexcusables influencias políticas, algo tan frecuente en la Iglesia, también en la elección de los mismos papas, en conformidad con lo que refieren los manuales de historia, aún salvaguardados “con las debidas licencias”?

¿Cómo es posible “ser santo súbito”, canonizando toda una “vida y milagros”, en cuyos capítulos hay constancia documentada de ínclitas y amistosas relaciones con uno de los pederastas más nefastos que registra la historia-,”legionario“ por más señas- , al igual que las de uno de los banqueros más nefastos y sucios que poblaron los listados de las mafias nacionales e internacionales, lo mismo naturales que “sobrenaturales”? ¿Encubrió Wojtyla casos de pederastia en Cracovia?

En el cielo – “lugar en el que según la tradición cristiana se goza de la presencia de Dios”- de Juan Pablo II, se llegó a intentar hablar litúrgicamente en polaco- lengua oficial junto con el latín-(están también en vías de canonización los padres de quien fuera arzobispo de Cracovia). Gracias sobre todo al papa Francisco, apodado “de Asís”, aunque porteño de nacencia, fue y es el alentador por conservar la esperanza en el futuro de la Iglesia renovada. Sus cánticos de “aleluyas” pascuales presagian, y se ensayan, en el atrio de las sesiones sinodales.

“Descanonizar” puedeser tanto o más constructivo y ejemplar para la Iglesia, que una parte de la larga letanía de canonizados.

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