Jairo del Agua El descanso del guerrero

(Jairo del Agua).- De las películas de mi niñez recuerdo con ternura aquélla en que un valiente guerrero volvía maltrecho y exhausto de luchar con el dragón. En el castillo le esperaba una linda dama que curaba sus heridas, le preparaba una tina de agua humeante y le ofrecía reparadores alimentos.

Para mí la cuaresma se parece a la experiencia del galán de mi película. No ignoro que cuaresma viene del latín "cuadragésima" y significa 40 días. Que tradicionalmente se ha entendido que son los 40 días en que "se preceptúa ayuno y abstinencia en memoria de los cuarenta días (número de simbología judía) que ayunó Cristo en el desierto". Que los clérigos suelen sembrar la cuaresma de reflexiones teóricas un tanto tétricas. Que la liturgia (color morado, ceniza, ausencia de adornos...) y las prácticas cuaresmales (sacrificios, vía crucis, ayunos, procesiones...) insisten en el sentido penitencial.

Pero uno tiene la certeza de que la religión o es positiva o no es nada. Por eso no puedo evitar la alegría de llegar al tiempo del "descanso del guerrero". Buscaré mis heridas, cortaré las hemorragias, me daré un largo y desinfectante baño, obtendré ropa limpia y conseguiré -seguro que lo conseguiré- mejorar mi vida. Después de luchar con diversas clases de dragones todo un año, merezco un descanso para reparar mis fuerzas.

Por desgracia la tradición, construida por hombres limitados a lo largo de una historia embarrada, nos ha traído ritos, contradicciones y rutinas sin vida. Y si la religión no es "vida", no es religión. Por eso suelo hablar de una "tradición de barro" en contraposición con la "tradición viva" recibida de nuestros espirituales.

El miércoles pasado me preguntó una amiga: ¿Por qué tú nunca vas a "tomar" la ceniza? Le contesté al oído: "Porque vengo a la iglesia a limpiarme y no a ensuciarme. El ´saco y ceniza´ son herencia judía de la que no acabamos de purificarnos". Algún día ese rito de inicio cuaresmal tal vez se haga con agua o con una flor, signos de "limpieza y crecimiento". Eso sí sería "liberarse" de la tradición ritual y mostrar que la cuaresma es "liberación".

¿Y la dama? ¡Ah, eso es lo mejor! Mi princesa me espera siempre, dispuesta a repetir el proceso de cura y limpieza cuantas veces haga falta. ¿Que quién es mi dama? No lo ocultaré. Mi bellísima dama se llama: "determinación de progresar". ¡Cuánta alegría y cuánta paz proporciona esta preciosa enamorada!

Resumiré muy brevemente los pasos de recuperación necesarios para fortalecerse y volver a las luchas de cada día. Bien podría ser el programa de toda cuaresma:

1. Análisis de mi vida: Se trata de un análisis interno, no sólo de mis circunstancias y actos externos. Se trata de un "análisis de sensaciones con contenido sicológico", no sólo de un análisis intelectual. Es mucho más que un examen de conciencia, mucho más que un contraste intelectual de nuestra conducta con las normas establecidas. Se trata de encontrar lo que nos produce "malestar interior" (desazón, inquietud, sufrimiento, angustia, remordimiento...). Los síntomas nos revelan un mal funcionamiento, un desequilibrio, una fuente de dolor.

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