"Este bichito desconocido que nos está visitando esta poniendo delante de nosotros nuestra propia realidad"" Julio Millán: "De la discordia a la reconciliación. Aceptar los desiertos"

Descolocados por el COVID-19
Descolocados por el COVID-19

"Y nos toca parar y pensar, asumir y aceptar, proponer y esperar"

"Los desiertos de la vida tienen mucho bueno y mucho malo. ¿Cómo digerirlo?. La necesidad obliga. O nos deprimimos o salimos reforzados de la situación"

"Ahora toca asumir culpas solidarias y salir juntos de esta situación. ¿Como? De momento cuidándome para que no anide en mí, ni lo transmita, porque cuidándome, cuido y ayudo a cuidar"

Este bichito desconocido que nos está visitando, expresión del mal y que está moviendo nuestros cimientos, esta poniendo delante de nosotros nuestra propia realidad. Nosotros que siempre vamos de prisa, que no sentimos necesarios y a veces imprescindibles y que hasta llegamos a pensar que sin nosotros esto no funciona, nos estamos dando cuenta que un diminuto bichito, bautizado “covid-19, nos esta poniendo en nuestro sitio y recordándonos que somos “poca cosa” y lo poco que somos, “lo somos poco”.

Los señores del universo, crecidos en poder y engordados de autoestima, de pronto nos encontramos con que el “bichito” nos saca los colores y nos pone en nuestro sitio. Cuando el virus lo tienen otros apenas nos inmutamos. Ahora que nos ha visitado, corremos, como el del evangelio del “pobre Lázaro y el rico Epulon”, para que nos avisen con qué intenciones viene.

Mientras tanto hemos vivido a cuerpo de rey, comiendo, consumiendo, esquilmando el universo, maltratando a la madre tierra y abonando el terreno para que el mal llegue y nos avise de que algo estamos haciendo mal, y hasta nos amenace -como en tiempos de Noé- que habrá que cribar la vida y que ello nos ayude a recapacitar.

La discordia que nos trae el virus “19” nos mueve los cimientos, nos asusta y nos obliga a tomar la vida en serio.

Esta discordia nos invita a la reconciliación, a reconducir y a recapacitar.

Reconciliación primero con nosotros que nos subimos con frecuencia a “la parra” y se nos olvida quienes somos y de donde venimos. Asumir nuestros errores, pedir perdón y perdonarnos es fuente de vida y curación para el alma.

Reconciliación con los hermanos y compañeros de camino a los que a veces ignoramos y otras encunetamos, orillándolos en los márgenes de la vida. La insolidaridad a veces anidada en nuestras ramas nos hace una llamada: pensar en los demás y hacer las cosas con amor.

Reconciliación con el medio, la naturaleza, la tierra, la vida . ¡¡No somos solos!! ¿Quién nos hemos llegado a creer?

Reconciliación con sabor a generosidad. Hoy nuestros mayores son los más vulnerables. Cuidarlos, mimarlos, protegerlos es nuestra mejor terapia y nuestro mejor abrazo. Para ello hemos de ser responsables y cuidarnos para poder cuidar.

De toda esta experiencia saldremos, tal vez menos, pero fortalecidos y humildes, agachada la cabeza, pero engrandecido el corazón y fortalecido el espíritu para aprender de los errores y saber que tenemos tarea por delante: no dejar hueco al mal y ser portadores mensajeros del bien ahora y siempre.

En este momento la feen Jesús es bálsamo y caricia, pero también cuestionadora.

En este momento viene bien recordar la palabra y la vida del Maestro que tuvo sobre todo dos preocupaciones en su vida: el sufrimiento de la gente y él hambre de su pueblo. Hoy los creyentes asumimos esas dos preocupaciones y nos duele el dolor de los más vulnerables.

Fortalezapara el camino y generosidad para ponernos en manos de Dios. Aprendiendo siempre que cuando el mal aparece con virulencia no hay que mirar otro lado o culpar a nadie, sino asumir que “algo estamos haciendo mal” hasta el punto que el mal nos gana y se siente a gusto a nuestro lado.

Pero estamos llamados al bien. Por eso recapacitarmos, aprendemos, retomamos el camino que Dios nos trazó y plantamos la choza del bien para que se expanda.

Mientras tanto responsabilidad, reflexion, generosidad y pensar en los demás.

Cuidarnos para poder cuidar.

Hace unos días le oí a un amigo de fe recia y profunda hablar de “pasividades”, expresión y concepto que un poco me desorientó porque no llegaba a entender qué quería decir. Mi primera reacción fue de hacerle poco caso porque precisamente soy un persona dinámica y a veces activo en exceso, y ese concepto me sonaba a dejadez, resignación, que otro lo haga... expresiones que no van con mi manera de ser.

Pero no desistí, más bien quise ahondar y quise reflexionar a fondo el sentido de pasividades. Y confieso que me ha encantado y hasta me ha identificado. Es una expresión muy jesuítica, de Ignacio de Loyola en sus ejercicios espirituales.

He de decir que es interesante pero he de leerla con los ojos de hoy y en el contexto de hoy. Y me puse a sacarle jugo al contenido.

PASIVIDAD es “recibir lo que se presenta y acogerlo con paz interior”. Pero recibir y acoger lo que se presenta sin resignación, ni brazos cruzados... sabiendo lo que es y lo que hay; asumirlo para transformarlo y habiendo puesto todo de mi parte. Dejar que Otro lleve mi vida o al menos me oriente y me aporte su luz y su paz.

¿Cual es el contexto de hoy? Está marcado por el virus covid-19.

Paradojas de la vida. De una parte nuestra vida ha sido eficacia, rendimiento, actividad, organizar, proponer, conseguir objetivos, ir, venir, salir y entrar... y de golpe llega el vecino “covid”, vecino de esta aldea global llamada mundo, y nos pone todo patas arriba, nos mete el miedo en el cuerpo y nos previene, nos encierra y esperar. ¡Cuídate para cuidar!.

Y ahora ¿dónde está la eficacia, el rendimiento, la prisa, los objetivos ...? ¿Dónde?

Y nos toca parar y pensar, asumir y aceptar, proponer y esperar.

Y sobre todo confesar con humildad que no somos tan valientes ni autosuficientes ni indispensables... y que recogido el mantel nos encontramos solos y frágiles. Y sentir que hemos pasado del vergel de libertad y abundancia a la tierra desértica y árida, encerrados y sometidos y masticando nuestras carencias y creciendo desde nuestros silencios.

Los desiertos de la vida tienen mucho bueno y mucho malo. ¿Cómo digerirlo?. La necesidad obliga. O nos deprimimos o salimos reforzados de la situación y reflexión sincera que nos obliga a aceptar nuestras limitaciones y asumir nuestras desgracias.

Desierto

Mañana seguirá saliendo el sol también para mí aunque por el momento no lo pueda disfrutar.

Y ante eso o me agarro a la soledad y a la tristeza impotente, o busco entretenimiento o me lanzo a bucear en mi interior para hacer una lectura más profunda de la vida y de mi vida y agarrarme al Dios de la vida que es el que acompaña silencios y soledades, se mete en mi zapato, camina y mi historia y volverá a sacar el arcoiris para todos, como en tiempos de Noé.

Dios me encuentra en mis desiertos interiores y se pone a hacer camino conmigo y de transfundo “los aullidos” de los telediarios, la prensa y analistas que a veces ayudan y otras no, y que quitan la paz interior, cansados de oír tanta desgracia.

El Dios de Jesús preocupado por el sufrimiento presente y preocupado por el estaba por llegar, intenta adentrarse en nosotros y transformar el dolor en esperanza, tan vital en este momento.

Al final optamos por amar su voluntad sin resignación, pero Fijos los ojos en aquel que acompaña, conforta y fortalece sobre todo cuando la barca de la vida va a pique y ni la sabemos enderezar.

Y acabar diciendo, “en tus manos estamos Señor”; por hoy puedo poner poco, solo estar en mi casa, aprendiendo que tal vez mañana aprenda a hacer las cosas mejor.

Con todo y consciente de la situación, también me rebelo un poco y me digo y ¿qué culpa tengo yo de este virus que anda por ahí suelto, venido de tan lejos, haciendo tanto daño? Culpa, aparentemente ninguna. Pero soy ciudadano del mundo para lo bueno y para lo malo y corresponsable de lo que pasa. Ahora toca asumir culpas solidarias y salir juntos de esta situación. ¿Como? De momento cuidándome para que no anide en mí, ni lo transmita, porque cuidándome, cuido y ayudo a cuidar. Por eso prudencia, en casa...cuídate para poder cuidar.

Julio Millán es presidente de Edad Dorada-Mensajeros de la Paz Jaén

En tus manos estoy

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