El sentido de identidad en medio de los procesos complejos La ecoespiritualidad de los pueblos y su potencial liberador: tierra que fecunda el anuncio del evangelio

"'Una ecología integral implica recuperar la serena armonía con la creación', insistía en la encíclica Laudato si’ el papa Francisco"
"Si León XIII ofreció una respuesta evangelizadora a la revolución industrial de su tiempo, ahora León XIV lo está haciendo con visión profética ante la revolución de la cultura que la Inteligencia Artificial protagoniza en la cuarta y quinta revolución industrial"
"Los desafíos, sin duda, son de gran calado y además se agudizan en el contexto actual de nuestro mundo caracterizado por la inestabilidad y la incertidumbre"
"Dentro de esta compleja situación de graves incertidumbres, se abren sin embargo nuevas posibilidades y esperanzas para el mundo y también para la misión de la Iglesia"
"Los desafíos, sin duda, son de gran calado y además se agudizan en el contexto actual de nuestro mundo caracterizado por la inestabilidad y la incertidumbre"
"Dentro de esta compleja situación de graves incertidumbres, se abren sin embargo nuevas posibilidades y esperanzas para el mundo y también para la misión de la Iglesia"
| Félix Placer Ugarte
“Una ecología integral implica recuperar la serena armonía con la creación”, insistía en la encíclica Laudato si’ el papa Francisco y continuaba, “es necesaria una espiritualidad que conforme una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático…en este cambio de época”. León XIV ha recalcado la importancia y urgencia de afrontar las implicaciones teológicas, éticas y pastorales de los avances dados por las nuevas tecnologías. Si León XIII ofreció una respuesta evangelizadora a la revolución industrial de su tiempo, ahora León XIV lo está haciendo con visión profética ante la revolución de la cultura que la Inteligencia Artificial protagoniza en la cuarta y quinta revolución industrial.
Los desafíos, sin duda, son de gran calado y además se agudizan en el contexto actual de nuestro mundo caracterizado por la inestabilidad y la incertidumbre. Los enfrentamientos geopolíticos, las ideologías dominantes, las desigualdades injustas han creado una profunda crisis no solo política, económica y ecológica. Es una crisis de humanidad que afecta a todas las dimensiones de nuestra convivencia y de nuestra identidad que quedan diluidas en una “modernidad líquida”, como lo exponía Zigmunt Bauman. El cambio climático, la economía capitalista neoliberal, los focos de guerra, el armamentismo sin frenos son los síntomas más preocupantes y amenazadores.
Desde diversos análisis se ha llegado a la conclusión de que estamos ante un cambio de época cuyas perspectivas y resultados son imprevisibles para la subsistencia asegurada y relación equilibrada de la humanidad entre pueblos y con la naturaleza. Además los avances científicos y tecnológicos, unidos a riesgos amenazadores, han adquirido una relevancia decisiva para la humanidad, sus culturas, sus relaciones y progreso. Dentro de esta compleja situación de graves incertidumbres, se abren sin embargo nuevas posibilidades y esperanzas para el mundo y también para la misión de la Iglesia.

Ante las amenazas y posibilidades de un mundo diferente
En este contexto el presente y futuro se debaten entre tendencias con frecuencia opuestas. Muchas personas y grupos en nuestra sociedad carecen de criterios claros y referencias razonadas, más allá de sus necesidades inmediatas y seguridad garantizada. Son imprescindibles, sin duda, pero requieren referencias consistentes, valores orientativos, sentidos clarificadores, objetivos motivantes; hoy es necesaria, por tanto, una conciencia clara de lo que somos y debemos pretender en común dentro de la pluralidad y libertad de la sociedad actual.
Ante las urgencias ecológicas y emergencia de los pueblos, aparece cada día más apremiante y necesario renovar formas de visión del mundo, de la tierra, establecer nuevas relaciones, reencontrar valores, sentirnos parte de un todo, donde no somos centro sino relación. Para ello cada pueblo, en sus raíces, encierra una sabiduría que le autoidentifica y le sitúa en relación con los demás, que da razón de sus características diferenciadoras y se expresa en una espiritualidad por la que vive y experimenta su propia identidad y le hace sentirse diferente, ser él mismo, convivir con los demás, cuidar la naturaleza y comprender el mundo en que habita, vivir en libertad. Mantener la referencia a esa sabiduría, a su espiritualidad, que ha sido y es la razón profunda de nuestra identidad como personas y pueblo, será decisivo para no sucumbir en un mundo sin sentido, en una “civilización artificial”, en una sociedad deshumanizada, sin conciencia de lo que somos, abocados a un “nihilismo tecnológico, como muestra José María Lassalle (Civilización artificial 2024), conducidos por una Inteligencia Artificial entrenada por los algoritmos de las corporaciones y estados más poderosos.
Ante esta apremiante situación, desde una perspectiva cristiana, y tal como afirmó el Concilio Vaticano II, “la Iglesia ofrece su sincera colaboración para lograr la fraternidad universal, proclamando la altísima vocación del hombre y la divina semilla que en éste se oculta” (Gaudium et spes 3). Y la Laudato si’ (63) afirma: “es necesario acudir a las diversas riquezas culturales de los pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad”.
En consecuencia, frente a estos riesgos amenazadores, la cultura de cada pueblo puede y debe aportar sus cosmovisiones y estilos de vida aprendidos en su historia, conservados en sus tradiciones, expresados en su lengua y costumbres, en su epistemología, en muchos casos injustamente marginada y hasta anulada como lo expone B. Souza do Santos ( El fin del impero cognitivo. La afirmación de las epistemologías del Sur, 2019); en definitiva, en su espiritualidad, su ‘cualidad humana profunda’, como la denomina Marià Corbí en sus obras. Tal conciencia espiritual no genera sentimientos de superioridad ante nadie, sino que nos hace sentir la relación holística con todo lo que existe, nos hace singulares y libres ante todo avance tecnológico y dominación económica y política para realizar en diálogo proyectos colectivos.
Esto no significa ni implica una añoranza romántica o nostálgica del pasado. Es una interpretación creativa que brota de la memoria y experiencia, de los símbolos culturales más profundos, que nos han ido realizando. En el caso de muchos pueblos son los que han mantenido su conciencia espiritual en los avatares de épocas conflictivas y ahora son referencia de su identidad propia y diferente, dentro del pluralismo, con capacidad para relacionarse con otras culturas, identidades y espiritualidades en un mutuo intercambio y enriquecimiento; también para acoger e integrar a tantas personas migrantes.

Afirmación de la conciencia espiritual
Esta experiencia viva, dinámica y evolutiva es, por tanto, profundamente espiritual; transmite y mantiene en las personas y en los pueblos su sentido de identidad en medio de los procesos complejos que nos han afectado a lo largo de los siglos, hasta hoy.
En la compleja coyuntura del mundo actual, en los decisivos avances tecnológicos, ante las amenazas de pérdida de identidades, de ‘autoexplotación’y agotamiento (Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio 2022), en la difíciles relaciones para mantener la justicia y convivir en paz entre pueblos y en equilibrio sostenible con la naturaleza, afirmar la genuina espiritualidad e identidadde cada pueblo no significa aislarse. Al contrario es una oferta para defender, fortalecer, junto a otros pueblos, culturas e identidades y desarrollar un hondo sentido de solidaridad, de diálogo, de mutuo enriquecimiento, de cuidado ecológico, de esperanza en un mundo libre y solidario. En la convulsa situación de la humanidad actual aporta una colaboración imprescindible afirmando lo que cada pueblo es y vive, su espíritu y valores.
La espiritualidad identificadora de un pueblo
Todos los pueblos de la tierra están inmersos en estos contextos preocupantes. En unos provocan sentimientos de superioridad y dominio y conducen a un armamentismo desenfrenado, como garantía de su seguridad. Otros sufren las irrupciones de Estados hegemónicos que llegan a atrocidades genocidas, como en el caso de Gaza; en el continente africano se hace oír “desde sus recursos ontológicos y antropológicos” un grito africano. Por el derecho a existir, como lo expresa Cyprien Melibi Melibi en su impactante libro (2024) así titulado. También desde otros lugares y pueblos históricos se afirman sus derechos como sujetos autodeterminados, sin dependencias, con su propia cultura, lengua e identidad.
En un ensayo que acabo de publicar trato de contribuir, dentro de este momento crítico y desde un lugar concreto, a esa búsqueda y afirmación en la perspectiva de lo que llamo ‘espiritualidad vasca’, entendida como experiencia profunda referencial que nos hace ser y sentirnos sujetos con nuestra propia identidad vasca, para abrirnos al diálogo y colaboración a fin de construir un mundo diferente y relacionado. Su objetivo, por tanto, consiste en presentar los aspectos plurales más significativos de esa espiritualidad. Describe las dimensiones diversas donde se plasma y expresa su proceso evolutivo que, como un manantial de energía, se expande caracterizando la conciencia espiritual que alienta a este pueblo que vive, siente, simboliza su identidad como Euskal Herria/Pueblo Vasco, que ama a su tierra, Ama Lur, y ahonda sus raíces más profundas en unaecoespiritualidad que inspira y alimenta la conciencia de lo que llamo ‘espiritualidad vasca’.
Por ello el tema de esta reflexión se centra en analizar las características de tal espiritualidad e identidad como conciencia vasca de lo que somos y nos conduce, en la crítica coyuntura actual, a una solidaridad con otros pueblos, en última instancia, a un mundo de justicia y paz.

Esta reflexión no es única. Trabajos de altura y calidad lo vienen haciendo con gran competencia y han sido inspiradores de este ensayo. Apoyado en sus aportaciones, ofrezco mi punto de vista para un diálogo y búsqueda desde planteamientos plurales. Ya he citado el de Cyprien Melibi. Leonardo Boff ofrece una permanente y magistral reflexión en esta línea evocando, como indica la Laudato si’ (216) las “motivaciones que surgen de la espiritualidad para alimentar una pasión por el cuidado del mundo”. En última instancia, este ensayo desea contribuir a conocer mejor, experimentar y vivir desde nuestra identidad la conciencia espiritual profunda que descubra y aliente perspectivas nuevas de justicia y solidaridad para Euskal Herria y para nuestro mundo respondiendo a sus urgentes desafíos.
Afirmar nuestras diferencias desde nuestra identidad no significa, por tanto, separación o aislamiento; menos aún negación del progreso científico. La espiritualidad al igual que la identidad en esta época posmoderna, en un mundo plural y tecnológico, necesitan, como condición indispensable para afirmarse, relaciones y diálogo auténticos con otros pueblos, culturas y ciencias, identidades y espiritualidades, desde el mutuo respeto, interconocimiento, comprensión y progreso solidario, en la pluralidad, en la “transversalidad” como propone Diego Bermejo (La identidad en sociedades plurales 2011).
De esta forma la espiritualidad vasca en diálogo con la conciencia espiritual de cada pueblo podrá ser un vínculo más de unión para una humanidad hoy fragmentada en sus visiones enfrentadas e intereses opuestos, donde se impone un falso ‘espíritu’ y una dominante ideología neoliberal globalizadora difundida por una amenazadora tecnología poderosa y envolvente a su servicio. Desde esa ideología globalizadora se manipulan también las religiones y se inventan engañosos mitos de progreso ilimitado y símbolos de consumo; carentes de criterios éticos, reducen la tierra a un gran mercado sin conciencia donde todo se compra y se vende para beneficio de unos pocos y empobrecimiento de la mayoría, anulando también sus riquezas espirituales, su conciencia identitaria y su pensamiento creativo.
Por ello, concluyo con José Arregi (Espiritualidad: más allá de religión, teísmo y ateísmo 2020), que ”son muchos los que buscan espiritualidad, pero las religiones tradicionales no las satisfacen… sueñan con el bienestar de todos los seres, contemplan la paz interior en el misterio del todo en la sociedad plural. Necesitan respirar. Espíritu”. Esa honda espiritualidad que anima la identidad de cada pueblo es la tierra en la que debe inculturarse el evangelio, como pedía el papa Francisco en las exhortaciones apostólicas Evangelii gaudium y Querida Amazonia, para que broten sus flores y frutos, escuchando su sabiduría ancestral y siendo energía de la auténtica liberación ecoespiritual que late en las aspiraciones más auténticas y profundas de cada pueblo.
El reconocimiento, cultivo y diálogo de las diversas espiritualidades son vías de humanización y respuesta a esa búsqueda apremiante, a la que la espiritualidad vasca, que analizo en este trabajo, contribuye desde sus originales intuiciones, su cosmovisión, su lengua, su sentido de la vida y relación con otros pueblos y culturas para ir construyendo un mundo libre y solidario.

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