"Cuando el gobierno federal cierra, hablamos de política, pero deberíamos hablar de pecado" El escándalo del hambre en Estados Unidos

León XIV, Trump y Vance
León XIV, Trump y Vance

"Los tribunales ordenaron al gobierno a utilizar fondos de contingencia y otras reservas para mantener el SNAP en funcionamiento, después de que “los miembros del gobierno más cristiano que ha existido” anunciaran que dejarían que la ayuda caducara"

"El contraste es grotesco: niños y personas vulnerables preguntándose si habrá comida en la mesa mientras los mercados celebran la posibilidad de que surja el primer trillonario del mundo"

"Si por “valores cristianos” entienden negar ayuda al migrante, castigar al vulnerable y convertir la crueldad en política pública, entonces sí, quizá puedan reclamar ese título"

"Si realmente vamos a permitir que Trump y JD Vance —dos lobos que ni siquiera se molestan en ocultar los colmillos— nos sermoneen sobre “valores cristianos” mientras convierten la crueldad en su principal sacramento político"

Hoy en Estados Unidos, la nación más rica de la historia, millones de familias que viven al día han sido nuevamente utilizadas como moneda de cambio en una disputa política. A miles de funcionarios públicos, personas cuyo trabajo silenciosamente sostiene la vida en común, se les dice que su dignidad es negociable. Mientras tanto, quienes provocan el caos siguen cobrando y observando cómodamente. Especialmente Trump, JD Vance y sus aliados que se vanaglorian de ser ¡el gobierno más cristiano que ha existido!

Sin embargo, aún más impactante es lo que este cierre de gobierno reveló sobre el hambre.

La suspensión o limitación de los beneficios del Programa de Asistencia Nutricional Suplementaria (SNAP, por sus siglas en inglés) por parte del gobierno de Trump durante el cierre obligó a jueces federales a intervenir simplemente para exigir que los niños, los ancianos y las familias de bajos ingresos continuaran recibiendo asistencia alimentaria básica. Los tribunales ordenaron al gobierno a utilizar fondos de contingencia y otras reservas para mantener el SNAP en funcionamiento, después de que “los miembros del gobierno más cristiano que ha existido” anunciaran que dejarían que la ayuda caducara.

Creemos. Crecemos. Contigo

SNAP

Pensémoslo un rato: en un país de inmensa abundancia, se requiere un litigio de emergencia para evitar que 42 millones de personas vulnerables pierdan la posibilidad de comprar alimentos durante 43 días; mientras también por otro lado, familias enteras luchan por acceder a la atención médica, los migrantes y solicitantes de asilo son tratados como desechables, como lo demuestra el trato inhumano, brutal y cruel que reciben por parte de ICE (ICE es la sigla de Immigration and Customs Enforcement, la agencia de seguridad interior de los Estados Unidos encargada de inmigración, deportaciones y control aduanero.)

Al mismo tiempo, presenciamos la celebración de una riqueza sin precedentes en los mercados estadounidenses. Los accionistas de Tesla aprobaron un plan de compensación basado en el desempeño que podría otorgar a Elon Musk acciones por un valor de miles de millones de dólares si se alcanzan objetivos ambiciosos, una cantidad que muchos inversores globales consideran excesiva. Independientemente de lo que se piense de Musk o de la innovación o el riesgo de cualquier multimillonario, el contraste es grotesco: niños y personas vulnerables preguntándose si habrá comida en la mesa mientras los mercados celebran la posibilidad de que surja el primer trillonario del mundo. Brechas insondables.

Seamos honestos: ninguna conciencia católica puede mirar este panorama y considerarlo moralmente neutral.

Siempre admiré que el Papa Francisco tuviese las palabras adecuadas para momentos como este.

Evangelii Gaudium
Evangelii Gaudium

En Evangelii Gaudium, nos llama a proclamar un claro «no» a los sistemas que sacrifican a las personas: «Tenemos que decir “no” a una economía de exclusión y desigualdad. Esa economía mata» (EG 53). Y continúa diciendo, sin rodeos: «La desigualdad es la raíz de los males sociales» (EG 202).

 Este “cierre del gobierno estadounidense” y la cancelación de la ayuda alimentaria no son efectos secundarios desafortunados de un proceso neutral. Son los frutos previsibles de una cultura económica y política que trata a los pobres como prescindibles y las protecciones sociales como moneda de cambio.

En los últimos meses, Trump y JD Vance han insistido en presentarse como los grandes defensores de los “valores cristianos” en la vida pública estadounidense. El eslogan es seductor: un gobierno que, según ellos, encarnaría una supuesta versión “más auténtica” y “más fiel” del cristianismo en la historia reciente.

Pero basta mirar sus políticas para descubrir la distancia —abismal— entre el discurso y la realidad. Si por “valores cristianos” entienden negar ayuda al migrante, castigar al vulnerable y convertir la crueldad en política pública, entonces sí, quizá puedan reclamar ese título. En cualquier caso, es un cristianismo que no aparece en los Evangelios y que difícilmente podría reconocerse en Mateo 25 o en el Sermón de la Montaña.

Volvemos a escuchar a Francisco advertir repetidamente contra una «cultura del descarte» que desecha no solo cosas, sino también personas, especialmente a los pobres, los migrantes, los ancianos y los excluidos. Cuando un gobierno antepone el beneficio político a la nutrición básica de los niños, estamos inmersos en esa cultura.

León XIV firma el documento
León XIV firma el documento

En su reciente exhortación Dilexit te, el Papa León XIV expresa la misma idea con la franqueza propia del Evangelio: «El amor al Señor es, pues, uno con el amor a los pobres» (Dt 5). Si esto es cierto —y para los cristianos es innegociable—, entonces las políticas que, a sabiendas, ponen en riesgo a los pobres no solo constituyen una mala gestión, sino que hieren nuestra relación con Cristo mismo.

También añade una grave advertencia: «Si permanecemos impasibles ante ese clamor, los pobres bien podrían clamar al Señor contra nosotros, y seríamos culpables» (Dt 8). Defender una estrategia que ignora su impacto en las familias hambrientas equivale a caer directamente en esa acusación formal.

Subyace a todo esto una violación directa de principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia:

- La dignidad de toda persona humana: El acceso de un niño o personas vulnerables a los alimentos no depende de las votaciones presupuestarias.

- La opción preferencial por los pobres: En tiempos de crisis, los primeros en ser protegidos deben ser los más vulnerables, no los más poderosos.

- El destino universal de los bienes: En una nación capaz de generar una inmensa riqueza, dejar a millones de personas con hambre no es inevitable; es una decisión moral.

- El papel adecuado del Estado: El gobierno existe para buscar el bien común, no para instrumentalizar los servicios esenciales con fines partidistas.

JD Vance, con Marco Rubio, visitan al Papa León
JD Vance, con Marco Rubio, visitan al Papa León Vatican Media

Cuando pienso en Francisco y ahora en el Papa León XIV, su visión no es ideológica, sino evangélica. León se hace eco de Francisco al enseñar que «en los rostros heridos de los pobres vemos el sufrimiento de los inocentes y, por lo tanto, el sufrimiento del mismo Cristo». La forma en que nuestras políticas tratan a las familias hambrientas, a los migrantes y a los trabajadores pobres no es secundaria al Evangelio; es una prueba de si realmente creemos en el Evangelio.

El escándalo para los cristianos en la vida pública

Hay otro escándalo en este momento: muchos de los que abogan públicamente por retener o reducir la ayuda, o por aterrorizar a los migrantes —por mencionar algunos ejemplos—, y que se vanaglorian de tener convicciones cristianas, incluso explícitamente “provida”.  Como por ejemplo, JD Vance, el vicepresidente de Estados Unidos y otros que nos dicen desgraciadamente desde varios países —con arrogancia —, cómo vivir según los valores morales. El problema es que esos son sus valores morales y su interpretación para todos nosotros. No son las verdaderas enseñanzas, los valores cristianos que todos profesamos.

Ya hemos escuchado al Papa Francisco y al Papa León XIV decir que una fe que se moviliza apasionadamente por los no nacidos, pero que es indiferente cuando los niños pasan hambre, o a los diabéticos se les raciona la insulina, o los ancianos pierden los subsidios alimentarios, o la pena de muerte reina y  tantos otros aspectos de la vida humana, no defiende la vida de forma coherente. Es elegir qué vidas les conviene defender. En Dilexit te, León XIV insiste en que el amor a los pobres es una “decisión decisiva a favor de los más débiles”.

Los católicos en Estados Unidos no pueden permitir que los “valores cristianos” se reduzcan a eslóganes que bendicen políticas directamente contrarias a la doctrina y los valores sociales cristianos. Si lo permitimos, nos convertimos en cómplices de la confusión generalizada y dañamos la credibilidad del Evangelio.

El propósito de mencionar esto no es alardear de superioridad moral, sino asumir la responsabilidad.

Trump y la Biblia

Para los cristianos, este cierre del gobierno estadounidense debe ser un llamado universal a:

- Apoyar públicamente a los trabajadores y las familias perjudicadas por las maniobras políticas.

- Defender el SNAP y otros programas de nutrición como esenciales para la vida, no como caridad opcional.

-  Cuestionar una cultura que normaliza los paquetes corporativos multimillonarios mientras los bancos de alimentos se ven desbordados por familias necesitadas.

-  Conectar lo que profesamos el domingo con lo que toleramos —y por lo que votamos— el lunes.

En el Evangelio, Jesús se identifica con los hambrientos: “Tuve hambre y me disteis de comer”. En Estados Unidos hoy, podría añadir: “Tuve hambre y lo llamasteis problema de presupuesto”.

Los cierres terminan. Las órdenes judiciales caducan. Los mercados siguen su curso.

La verdadera pregunta para nosotros, como católicos, es si vamos a seguir actuando como si no viéramos lo evidente. Si realmente vamos a permitir que Trump y JD Vance —dos lobos que ni siquiera se molestan en ocultar los colmillos— nos sermoneen sobre “valores cristianos” mientras convierten la crueldad en su principal sacramento político.

Vamos a seguir permitiendo que estos falsos profetas nos dicten qué es el Evangelio y los valores cristianos, o tendremos de una vez la dignidad —y la valentía— de decirles en la cara que su cristianismo, construido a base de poder y crueldad, no solo no nos representa: lo repudiamos.

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