Hoy se cumple el 807 aniversario de la fundación de la Orden de la Merced “He escuchado el clamor de mi pueblo” (Ex. 3,7)

En el monasterio de Montserrat, en una noche de oración bajo el manto de María, Pedro Nolasco recibe la misión de fundar la Orden de la Bienaventurada Virgen de la Merced y de la Redención de los Cautivos
En un mundo herido en su libertad y dignidad del ser humano, el Espíritu Santo inspira un carisma liberador, redentor, samaritano, misericordioso, de amor radical
El cautiverio, la esclavitud, no son cosas del pasado, son epidemia en la actualidad. Más de 50 millones de seres humanos son privados de su libertad en el mundo
El cautiverio, la esclavitud, no son cosas del pasado, son epidemia en la actualidad. Más de 50 millones de seres humanos son privados de su libertad en el mundo
| Fr. Dionisio Báez, O. de M.
Un hombre, comerciante, laico, apasionado por Dios y por el Evangelio, siente en su corazón el clamor de los cautivos, son los gritos de aquellos que viven en situación de esclavitud. En la montaña, en el monasterio de Montserrat, en una noche de oración bajo el manto de María, Pedro Nolasco recibe la misión de fundar la Orden de la Bienaventurada Virgen de la Merced y de la Redención de los Cautivos.
Catedral de Barcelona, 10 de agosto de 1218, encabezados por Nolasco, una docena de hombres se comprometen a darlo todo por Jesús, incluso hasta la propia vida por amor. Se saben llamados a ser testimonio de luz entre las cadenas y las mazmorras oscuras de las periferias del siglo XIII.
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En un mundo herido en su libertad y dignidad del ser humano, el Espíritu Santo inspira un carisma liberador, redentor, samaritano, misericordioso, de amor radical y que hace vida Mt. 25: “Venid, benditos de mi Padre, a recibir el reino que os está preparado desde el comienzo del mundo: porque estaba en la cárcel y vinisteis a mí, estaba enfermo y me visitasteis, tenía hambre y me diste de comer, tenía sed y me disteis de beber, estaba desnudo y me vestisteis, no tenía posada y me recibisteis” (cfr. Proemio año 1272 - Orden de la Merced).
Cárcel, enfermo, hambre, sed, desnudo, sin posada… Convocados a ser merced en esos espacios de cruz donde Cristo sufre. Es en el Cristo víctima, estigmatizado, golpeado, despreciado, vendido, explotado, donde el fundador de la Merced descubre al Dios doliente.
Han pasado 822 años de la primera redención de cautivos del joven Nolasco, en Valencia año de 1203; 807 años de la fundación de la Orden; 790 años de la confirmación de la Merced, por parte del papa Gregorio IX en 1235; 780 años de la muerte de Pedro, el 06 de mayo de 1245. Y la Merced sigue, pues la esclavitud no termina.
El cautiverio, la esclavitud, no son cosas del pasado, son epidemia en la actualidad. Más de 50 millones de seres humanos son privados de su libertad en el mundo. Encontramos cientos de migrantes africanos vendidos por unos cuantos dólares en los mercados humanos de Libia. Miles de mujeres explotadas sexualmente en Vietnam, Tailandia o España. Mafias chinas en Italia en explotación laboral a connacionales y pakistaníes en la fabricación de la ropa Fashions. Redes de narcotraficantes explotando a pueblos originarios como mano de obra esclava en México. Millones de niños son sometidos a trabajar en la minería y la agricultura, en la esclavitud doméstica, como niños soldados o la pornografía. Más de 380 millones de cristianos perseguidos por su fe, casi 5 mil asesinados y 8 mil iglesias atacadas.

Cristo crucificado en los calvarios de hoy clama en la Trata de Personas; clama en los niños hambrientos de Gaza; clama en los migrantes ahogados en el Mediterráneo; clama entre los sometidos a la pobreza extrema; clama entre los heridos y muertos en las guerras fratricidas; clama entre los condenados a vivir en campos de refugiados; clama entre los olvidados, sin nombre y rostro…
Hoy vivimos en un mundo marcado por los autoritarismos, por el desprecio a la vida humana y el irrespeto a los derechos humanos. Llegamos al extremo de callarnos ante el genocidio de Gaza, la masacre en Ucrania, la estigmatización de los que migran, y tantas otras heridas abiertas. El egoísmo e individualismo nos hace insensibles frente al dolor de los vulnerables.
Urgen profetas del amor, al estilo de san Pedro Nolasco, comprometidos a dar testimonio de Cristo, con corazón samaritano: capaces de ver al que se encuentra a un lado del camino, compasivos, haciéndose cercanía, dispuestos a vendar las heridas, a acoger y acompañar; prestos a convertirse en prójimo. La misericordia es una fuerza que da vida y transforma. En un mundo de oscuridades y pasiones, hoy más que nunca es tiempo de Merced.

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