Recordando a Hugo Blanco tras un mes en España La historia es maestra

Hugo Blanco
Hugo Blanco Wikipedia

Pareciera que todo sigue igual: la misma iglesia y sus preocupaciones, el mismo gobierno, los que perdieron las elecciones gobernando y apropiándose paso a paso de todas las instituciones que puedan estorbarles, Dina Boluarte haciendo de colchón y prestándose -así dicen- “para alargar su tiempo fuera de la cárcel”

He estado solo un mes en España y, por un lado, pareciera que ha sido un siglo: me siento descoyunturado, desubicado. Pero, por otro, pareciera que la historia es realmente cíclica. Como diría El Veco en sus comentarios deportivos cuando no había goles, “acá no pasa nada”. Pareciera que todo sigue igual: la misma iglesia y sus preocupaciones, el mismo gobierno, los que perdieron las elecciones gobernando y apropiándose paso a paso de todas las instituciones que puedan estorbarles, Dina Boluarte haciendo de colchón y prestándose -así dicen- “para alargar su tiempo fuera de la cárcel”. Acá “no pasa nada”, aunque la verdad ha pasado mucho.

Y en esta línea de reeditar sucesos y momentos, me topo hoy con un largo artículo sobre el líder trotskista histórico peruano, Hugo Blanco, quien a sus 88 años está internado en un hospital de Suecia clamando por donaciones solidarias para pagar su estadía hospitalaria y el costo de su atención médica. Y ¿por qué me habré leído todo el largo artículo sobre Hugo Blanco? Porque deshilé la madeja y volví a 1975 cuando estando yo lavando platos en Estocolmo para ayudar a pagarme el pasaje para el Perú, me fui a una conferencia que daba un peruano, subí en el ascensor con un señor y luego, al iniciar la conferencia, resultó ser el señor Hugo Blanco Galdós.

Hugo Blanco

Los más viejos del lugar saben que Hugo Blanco participó en las guerrillas de los años 60 en la Convención y Lares, su movimiento sindical agrario fue causa de una primera “reforma agraria” que se adelantaría a la del Gobierno Militar de Velasco Alvarado, ésta ya más en serio y que acabaría con la oligarquía agraria en el Perú. Y saben también que H. Blanco se salvó de la pena de muerte por la solidaridad internacional, no así de la condena a 25 años de cárcel en El Frontón y de, al menos, tres deportaciones. Aprovechó, es cierto, indultos y amnistías. Igualmente, los más viejos del lugar, lo recordarán de diputado, de senador y de asambleísta constituyente con su cinturón de cuerdas y su mechón blanco -éste natural- en el flequillo.

No se trata de idolatrar a nadie, menos a una personalidad tan compleja y con tantas aristas como tiene H. Blanco, pero no deja de ser impactante el testimonio de su amigo y compañero en El Frontón, Enrique Fernández Chacón, al contarnos la negativa de H. Blanco a colaborar con el general Juan Velasco A.: “Si Velasco quiere que trabaje con él yo pongo una condición: que se haga lo que el campesino determine, no lo que diga yo ni lo que diga Velasco”. Parece que así era, de una pieza, el líder trotskista. Y a ello apuntan las palabras de su propia hija, María: “El no se ha preocupado de tener cosas para sí. No tiene ni siquiera una pensión por haber sido congresista”. Sería excelente que lo leyeran todos los actuales congresistas a ver si se sienten retratados…  

El historiador Jorge Manrique dice que fue una de las primeras víctimas de una ya vieja campaña de “terruqeo” (como la sufrida recientemente por moradores en el Sur Andino). La historia da vueltas sí y ahí tenemos a las dos hijas de H. Blanco, al lado de su cama en un hospital sueco esperando el milagro de la solidaridad nacional e internacional. ¿Se repetirá lo ocurrido en el 2003 cuando Javier Díez Canseco -sin duda uno de los últimos, si no el último e indiscutible político a cartacabal en el país- recolectara 10.000 dólares entre congresistas de diversas tiendas para ayudarle en otra hospitalización acá en Lima? Por muy distantes que estemos de sus ideas y sus actuaciones, H. Blanco, pienso, se merece el respeto y solidaridad de la mayoría.

Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME

Etiquetas

Volver arriba