Las Iglesias europeas y el "hereje" Kirill: ¿Se superará en 2026 esta escandalosa situación eclesiástica?
Un grupo influyente de Iglesias europeas ha acusado de "herejía" al patriarca de la Iglesia rusa, Kirill, llevándolo así casi al límite de la ruptura con el Consejo Ecuménico de Iglesias y a su desafío final con Bartolomé, el patriarca ecuménico de Constantinopla
Un grupo influyente de Iglesias europeas, sobre todo luteranas, ha acusado de «herejía» al patriarca de la Iglesia rusa, Kirill, un fiel seguidor del Kremlin, llevándolo así casi al límite de la ruptura con el Consejo Ecuménico de Iglesias y a su desafío final con Bartolomé, el patriarca ecuménico de Constantinopla.
Todo comenzó a principios de diciembre, cuando una reunión organizada en Helsinki por la KEK (Conferencia de 114 Iglesias europeas, ortodoxas y protestantes) y la Iglesia luterana de Finlandia aprobó un documento que proclama a Kirill «hereje» por haber justificado como «guerra santa» la invasión de Ucrania decidida por el jefe del Kremlin, Vladimir Putin.
La «bendición» del patriarca a la «operación militar especial» deseada por el presidente ruso surgió, según el texto, de la maléfica ideología del «Mundo ruso» que, al atribuir a la Iglesia ortodoxa rusa una misión salvífica en el planeta, estaría obligada a oponerse a Occidente, acusado de tomar decisiones morales que vanifican el Evangelio y la Tradición de la Iglesia. Pero, sostiene la KEK, «la ideología del «mundo ruso» predica el odio y la guerra, en lugar del amor de Cristo y la paz. Para los cristianos no puede haber «guerra santa»».
El metropolitano Leo, antiguo primado de la pequeña Iglesia ortodoxa finlandesa —antes vinculada al patriarcado ruso, pero ahora autónoma, bajo la obediencia de Constantinopla—, gritó con voz solemne a los presentes: «Me dirijo directamente a Kirill: por amor a Cristo, recuerde sus promesas a Dios, como obispo y como patriarca. Condene el mal de la guerra en Ucrania». Palabras y llamamientos cuyo eco llegó a Ginebra, donde tiene su sede el Consejo Ecuménico de Iglesias, agravando allí una situación ya de por sí compleja.
En efecto, la Iglesia rusa no solo forma parte del CEC, sino que es también la más numerosa, ya que cuenta con más de cien millones de fieles. Ahora bien, dado que las Iglesias de la KEK también forman parte de la organización de Ginebra, se corre el riesgo de que, en ella, la cuestión de la «guerra santa» proclamada por Kirill desencadene una amarga disputa, con algunas Iglesias ortodoxas a favor del patriarcado ruso, pero con otras a favor de Constantinopla. Y dividiendo, quizás, a las demás Iglesias del mundo, lo que pone al CEC en riesgo de explosión.
El asunto de Helsinki, de hecho, se suma a otros motivos de conflicto entre los dos patriarcados. Mientras, tanto la primera Roma, la papal, como la segunda, en el Bósforo, condenaron en 2022 el ataque ruso a Ucrania. Sin embargo, Moscú ya estaba en estado de cisma con Constantinopla, «culpable» de haber aprobado en 2018, en contra de su opinión, la creación de una Iglesia ucraniana reunificada.
En señal de protesta, la Iglesia rusa interrumpió la comunión eucarística con su adversario, considerado «cismático». En consecuencia, a finales de octubre, Kirill no participó, junto con León XIV y Bartolomé, en las celebraciones en Turquía del mil setecientos aniversario del Concilio de Nicea: un evidente desafío. ¿Se superará en 2026 esta escandalosa situación eclesiástica?
