"Le importan al Dios de Jesús y deberían importale a sus seguidores" ¿A quién le importan los presos y sus familias?

Centro Penitenciario de Navalcarnero
Centro Penitenciario de Navalcarnero

"En el mundo de la prisión, a pesar de que el artículo 25, 1 de nuestra Constitución, así lo dice, no se cree que un preso pueda llegar a reinsertarse"

"Lo cierto, es que la cárcel y su problemática sigue sin vender en ninguno de los espectros políticos, porque al menos públicamente nadie dice nada de ellos"

"Detrás de cada preso hay un ser humano, con una problemática diferente. Detrás de cada uno de ellos hay unas familias que siguen sufriendo cada día el estigma de tener a un familiar preso"

"Cuando a la derecha católica se le ocurre decir que los que piden en las famosas, por desgracia, “colas del hambre”, son unos mantenidos, desde luego que el Dios del Evangelio dista mucho de ser el Dios en quien ellos dicen creer y confesar"

"Al Dios de Jesús, sí le importan los presos, y sus familias, y a los seguidores suyos, también deberían importarnos"

Cuando pensamos en los presos, casi nunca pensamos en que detrás de cada privado de libertad hay un ser humano, con una problemática concreta y con una familia en situaciones diferentes; siempre que pensamos en ellos, nos brota el pensar que algo habrán hecho para estar ahí, y que, por tanto, si están en la cárcel es porque se lo merecen.

Y cuando yo escucho estas afirmaciones, incluso por desgracia, dentro de nuestras comunidades cristianas, siempre me hago la misma reflexión: a mí también me han puesto multas de tráfico en varias ocasiones, y siempre, evidentemente, ha sido porque he hecho algo mal, he cometido alguna infracción. Por tanto, me merezco el castigo y la sanción, por haber hecho algo mal. Pero es cierto que una vez que he pagado la multa, la sanción, he vuelto a recobrar mi estado anterior; incluso si me llegaran a quitar el carnet, por haber perdido los puntos, podría recobrarlo con realizando un curso o algo asi.

Es evidente, me dirían algunos, que ciertos delitos no pueden compararse a lo que yo pueda haber hecho, o a las multas que a mí me han podido poner por quebrantar algunas normas de circulación. Ciertamente, me argumentarían, que no es igual ir 120 km por hora, teniendo que ir a 100 km por hora, que haber matado a alguien. Pero lo cierto es que, desde tráfico, se cree “en mi reinserción” , y sin embargo, en el mundo de la prisión, a pesar de que el artículo 25, 1 de nuestra Constitución, así lo dice, no se cree que un preso pueda llegar a reinsertarse; pero no se cree ni a nivel jurídico, ni desde las juntas de tratamiento de las prisiones, ni desde luego desde la propia sociedad y la gente de la calle. Y prueba de ello es que los antecedentes penales perduran durante varios años, incluso después de haber cumplido la condena. Cosa que, como digo, no pasa en otro tipo de infracciones.

Estamos en una nueva jornada electoral, y la pregunta que durante estos días me he hecho es justo esa: ¿A quién le importan los presos? ¿A quién le importan las familias de los privados de libertad? Durante estos días pasados, hemos escuchado muchas promesas, casi siempre después incumplidas, de todos los partidos políticos, pero lo que nadie ha dicho, en ningún momento, es cuál va a ser su actitud para con los presos y sus familias. Es verdad que se podría argumentar que al no ser unas elecciones generales, no hay competencia en el tema penitenciario, pues depende de instituciones penitenciarias, a nivel nacional, y no a nivel autonómico. Pero alguien podría haberse dirigido a ellos, de alguna forma.

Lo cierto, es que la cárcel y su problemática sigue sin vender en ninguno de los espectros políticos, porque al menos públicamente nadie dice nada de ellos. La palabra “cárcel” sólo sigue siendo un signo de delincuencia, y simplemente interesa cuando hay cierto morbo en torno a ella, o cuando realmente hay algún tipo de problema, pero siempre de corte negativo. Hablar de los presos no atrae votos, sino al revés, hablar de ellos atraería un malestar profundo y una aversión grande, hacia quien tuviera la osadía de dirigirse a ellos.

Los presos siguen siendo los que se merecen la cárcel por haber hecho lo que haya sido, y fuera siempre estamos “los buenos”, los que nos merecemos todo. En el lenguaje evangélico de la parábola de San Lucas, habría que decir lo que dice el fariseo: “Gracias Señor, porque no somos como ellos” (Lc ). Y sin embargo, es justo lo que Jesús critica en el evangelio.

Pero todavía más. Algunos de los partidos, y de las personas que militan en ellos, se consideran cristianos, incluso dicen que “practicantes” (habría que ver qué tipo de Dios practican, porque el Dios de Jesús de Nazaret, desde luego que no). Es evidente que si sus discursos son como los que hemos estado escuchando para dirigirse a los pobres y excluidos, su Dios, en quien dicen creer, no es el del Evangelio.

Cuando a la derecha católica se le ocurre decir que los que piden en las famosas, por desgracia, “colas del hambre”, son unos mantenidos, desde luego que el Dios del Evangelio dista mucho de ser el Dios en quien ellos dicen creer y confesar. Y me atrevería a decir que, casi menos mal que esos “católicos”, no se pronuncian en torno al tema de las cárceles y los presos, porque seguro que sus palabras son aún más hirientes. Si los “buenos”, son unos mantenidos, ¿qué habría que hacer con “los malos?. Si sabemos su opinión acerca de los menores no acompañados, está claro cual será su opinión sobre los presos.

Quizás sea como cuando a veces, escuchamos a algunos funcionarios decirnos, al organizar la fiesta de reyes para las familias de los presos y los privados de libertad, frases como “mejor os podíais dedicar a ir a los hospitales a ver a los niños enfermos”. Como si los hijos de los presos tuvieran ni siquiera algo de culpa de que su padre esté en prisión. Eso sí, irán a misa todos los domingos, y harán las prácticas rituales que necesiten para lavar sus conciencias, pero Jesús les seguirá diciendo lo que decía a fariseos en su tiempo, que son “como sepulcros blanqueados”.

Lo cierto es que la cárcel no vende a nadie, ni a derechas ni a izquierdas, pero al menos los de izquierdas, “comunistas y ateos”, no se jactan de creer en el Dios de Jesús, de rezar el Padrenuestro o de considerar hermanos a todos. Hablar de la cárcel sigue siendo un tabú, del que mejor no hablar, para evitar quedar mal con el electorado, o con los amigos con los que cada día nos codeamos.

Y , sin embargo, detrás de cada preso hay un ser humano, con una problemática diferente. Detrás de cada uno de ellos hay unas familias que siguen sufriendo cada día el estigma de tener a un familiar preso, un estigma que, como decía, no termina con el final de la condena, sino que casi, me atrevería a decir, que les acompaña siempre.

Hace unos días, teníamos un encuentro de voluntarios de Pastoral penitenciaria, a nivel nacional, y una de las mujeres de un preso de Navalcarnero, de nuestro grupo de familias, con el que nos reunimos una vez al mes nos decía: “Cuando veo los bares llenos de gente y la calle desde una normalidad absoluta, como si no pasara nada, me da rabia que yo no pueda pasar a ver a mi marido, que está en prisión. Es cierto que es por evitar el contagio, y por una prevención, pero habría que articular formas diferentes de visitas, porque ellos sufren una doble condena; una el estar en prisión, y la otra no poder tener contacto con sus familias, o no poder realizar las actividades que de ordinario realizan. Para nosotros haber estado encerrados en casa apenas dos meses, con todo tipo de comodidades, ha sido duro, y ellos además de su encerramiento habitual, sufren el no tener acceso con el exterior”.

Pero una vez más, de esto no se habla en la calle ni en los medios de comunicación. Los presos no importan, solo son noticia cuando alguna fuga o alguna muerte, mientras tanto la realidad carcelaria está fuera de la preocupación de todos, y, desde luego, de los políticos.

Para los cristianos, que decimos ser seguidores de Jesús de Nazaret, no puede ser una realidad olvidada. La cárcel y su problemática nos tiene que llevar a tomar una postura clara por los débiles, por los excluidos. Para Jesús nadie hay desahuciado, todos nos merecemos una oportunidad, y dos, y tres, pero además, a todos nos gusta que nos den oportunidades. Siempre se puede recomenzar de nuevo; el Dios de Jesús, por encima de todo, cree en el ser humano, y es necesario que, al menos los cristianos, así también lo creamos.

Las palabras de Jesús en el encuentro con los pecadores, siempre son de misericordia y comprensión, no de aprobación de lo que han hecho, sino de creer que las cosas pueden ser distintas. “Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Lc 19,9 ) , le dice al publicano Zaqueo. “Te aseguro, que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc 23,43), le dice al ladrón crucificado junto a El. “Vete y en adelante no peques más” (Jn 8, 11) , a la mujer sorprendida en adulterio. Y sin embargo, las palabras más duras, son siempre para los fariseos que al creerse buenos, consideran siempre malos a los demás.

¿A quién le importan los presos? Es la pregunta que nos hacíamos al comienzo. Está claro, como hemos descrito que a la sociedad, los partidos políticos, e incluso a algunos llamados cristianos, nada o casi nada. Pero, ojala no sea así entre los seguidores de Jesús de Nazaret. Francisco, en su visita a la cárcel de Palmasola, en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, comenzó saludando a los presos, y diciéndoles: “¿Quién está ante ustedes? Podrían preguntarse. Me gustaría responderles la pregunta con una certeza de mi vida, con una certeza que me ha marcado siempre. El que está ante ustedes es un hombre perdonado. Un hombre que fue y es salvado de sus muchos pecados” ( Discurso de Francisco en la cárcel de Palmasola, 10 de julio de 2015) .

Y las palabras del Santo y mártir de América, San Oscar Romero: “Vuelvo a repetir lo que aquí he dicho tantas veces dirigiéndome a través de la radio a aquellos que tal vez son los causantes de tantas injusticias y violencias, a aquellos que han hecho llorar a tantos hogares, a aquellos que se mancharon de sangre con tantos asesinatos, a aquellos que tienen sus manos manchadas de torturas, a aquellos que han encallecido su conciencia, que no les duele ver bajo sus botas un hombre humillado, sufriendo, tal vez ya para morir, a todos ellos les digo: no importan sus crímenes, son feos, horribles, han atropellado lo más digno del hombre, pero Dios te llama y te perdona" (Homilía 24 de septiembre de 1978) .

Precisamente palabras de un hombre, profundamente creyente en el Dios dela vida, que martirizado, como Jesús, mientras celebraba la Eucaristía, por defender a los pobres y excluidos, como el maestro de Nazaret.

Al Dios de Jesús, sí le importan los presos, y sus familias, y a los seguidores suyos, también deberían importarnos. Y deberían ser importantes, por supuesto, no para bendecir lo que han hecho, sino porque creemos en el ser humano y en sus posibilidades y todos podemos y tenemos derecho a recomenzar, a comenzar una nueva vida. Ojalá que nunca su sufrimiento nos sea indiferente. Es lo que intentamos cada vez que voluntarios y capellanes pisamos una cárcel: ver a la persona por encima del delito cometido y creer en sus posibilidades. Y además conscientes de que quien esté libre de pecado que comience a tirar la primera piedra.

Por eso, es también necesario que los cristianos denunciemos las injusticias en las cárceles y en el mundo dela prisión, y que defendamos, por encima de todo, la dignidad de cada ser humano. Por supuesto, que seamos también capaces de exigírselo así a nuestros políticos, ya autoridades. Y desde luego, que en el seno de nuestras comunidades cristianas, también sea una realidad cada vez más presente.

Y hay una cosa de la que cada día estoy más convencido: no puedo mirar a Dios como Padre, suplicándole su misericordia y perdón, si no miro a los demás como hermanos, intentando también yo perdonar a los demás, y posibilitando el que todos, al margen de lo que hayamos hecho o vivido, podamos comenzar una nueva vida. Si Dios me quiere a mí como hijo, también quiere a los demás, mi hermanos, como tales. Yo no soy más que nadie, ni menos que nadie. Que Jesús de Nazaret nos haga mirar a Dios como Padre y a los demás como hermanos, que porque confesamos a Dios como Padre-Madre, hablemos de los demás como hermanos. Y que desde esa fraternidad y mundo nuevo, que Jesús llamó Reino de Dios, podamos incluir a aquellos más excluidos de nuestra sociedad.

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