"Los virus no aceptan sobornos ni tienen sentido moral" ¿Son justos los Presupuestos Generales del Estado?

Sánchez e Iglesias presentan el anteproyecto de Presupuestos Generales del Estado parea 2021
Sánchez e Iglesias presentan el anteproyecto de Presupuestos Generales del Estado parea 2021

¿Cómo es posible, dicho sin demagogia alguna, que la clase política actualice sus ingresos en plena pandemia?

"Las colas del hambre en las ciudades de España, o por lo menos, las colas que proceden de un grave estado de necesidad, y si hay niños y ancianos de por medio, no hay derecho a consentirlas"

"Decía muy bien hace unos días González-Faus, el teólogo, que vivimos en un país y momento donde si uno tiene un catarro y otro un cáncer, el primero no admite conocer la urgencia ajena, porque lo suyo es todo y primero"

Tengo muchas ganas de ver un estudio concreto, sencillo y fundamental de los Presupuestos Generales del Estado y de las Comunidades Autónomos y entender todas sus partidas. No sueño con simplezas ni generalizaciones, es decir, las de quito esto, cierro aquello, y socializo lo otro, que siempre son, por cierto, las que no afectan al crítico de turno. Más sencillo, más posibilista, más claro. Hablo de cada partida y cuánto crece y por qué cada año. Y por qué no puede decrecer en este momento. Y por qué es intangible tal concesión de servicios a ese precio. Y por qué se actualiza indiscriminadamente cualquier remuneración pública sin considerar los distintos niveles de ingresos en que sus profesionales se mueven.

Cómo es posible, dicho sin demagogia alguna, que la clase política actualice sus ingresos en plena pandemia. Cómo es posible la misma actualización en todos los servicios públicos, sin una justificación honesta de cuidar los contratos peor remunerados y templar en plena crisis los suficientemente pagados; cómo es posible no volcarse en los servicios públicos más urgentes y exigidos por la crisis, y descontar gastos en lo que podemos prescindir o pasar con menos. Oigo muchas opiniones de casos y casos sociales, las respeto casi siempre y las comparto muchas menos veces, y siempre me queda el regusto amargo de por qué eso que pide cada uno, cada persona y cada grupo, cada colectivo profesional, es en solitario, aislado del conjunto, ensimismado por lo que se le venía dando y valorado como debido sin renuncia alguna en plena pandemia.

Me resulta difícil darle más fuerza a estas ideas, porque no quiero frases redondas que valgan para pancartas; esas frases no explican por qué unos Presupuestos Públicos están tan condicionados, no solo desde el capitalismo y Europa, sino desde el reparto interior entre los numerosos grupos políticos y sociales con poder en el Estado; miles y miles de conciudadanos que han conquistado en propiedad una porción económica que ya no puede ser tocada ni con pandemia ni sin pandemia. Por eso, en parte, se recurre a impuestos indirectos y directos aumentados, para rellenar el hueco que con esos derechos adquiridos no hay manera de tocar.  Y yo lo que quiero saber en plena crisis es cómo va esto y por qué, y no me conformo con fetiches de corrupción muy cierta, pero que desvían demasiado la atención de lo principal.

Me alegro de que los presupuestos del Estado o de sus Autonomía sean más sociales que nunca, me alegro un montón, pero es a base de endeudarse sin esclarecer bien los esfuerzos fiscales que hacemos, proporcionalmente, los que estamos dentro de esos presupuestos pase lo que pase; directamente, como trabajador o beneficiario del Estado, o indirectamente, como empresa privada que se beneficia sin duda de mil servicios públicos (contratos, infraestructuras, regulaciones jurídicas favorables,  ERTES, declaraciones de insolvencia y quiebra, mil y una ventaja que están ahí. Ventajas que no son gratis, pero pocas veces reconocidas y pagadas en todo su valor). No queda claro esta llamada pública, a quiénes y cómo.

Para terminar por donde quería haber comenzado, las colas del hambre en las ciudades de España, o por lo menos, las colas que proceden de un grave estado de necesidad, y si hay niños y ancianos de por medio, no hay derecho a consentirlas. No hay nada en unos presupuestos sociales del Estado o Comunidad Autónoma anterior a las familias en grave estado de necesidad para sus niños, ancianos o población más frágil y sin peso político. Nada. Por eso el ingreso mínimo vital, o como se llame en cada sitio, y sin perjuicio de medidas sociales más alternativas, era y es una urgencia que tiene que combinarse con la salud, la alimentación, la escuela y el techo como urgencias primordiales. Desde luego que sin trabajo esto no puede durar, pero aquí hablamos de que debería aclararse absolutamente bajo este punto de vista el presupuesto público general del Estado y de las Autonomías. ¡Qué ganas tengo de conocer punto por punto ese reparto de los presupuestos, esos “derechos” adquiridos y esas situaciones de hecho que pasan por normalidad política o profesional, con pandemia y sin pandemia!

No estoy pensando en llevar a nadie a la miseria, sino en hacer justicia sostenible con todos, desde las posiciones humanas de mayor necesidad y carencia. Las del otros, no las mías primero. O si se quiere, en solidario, y no en solitario. ¡Ponte en su lugar! Lo privado puede ser en solitario, pero lo público también. Y lo es con la mejor conciencia. Decía muy bien hace unos días González-Faus, el teólogo, que vivimos en un país y momento donde si uno tiene un catarro y otro un cáncer, el primero no admite conocer la urgencia ajena, porque lo suyo es todo y primero. El Estado, en sus presupuestos, y las Comunidades Autónomas obedecen a la misma lógica siguiendo riguroso orden de poder social en el reparto. Este personalismo solitario que lo justifica todo en el “yo me lo he ganado y se me debe”, es un atropello contra los más débiles y empobrecidos. Ellos pueden resignarse un tiempo, ¡no sé cuánto! pero el virus no tiene sentido moral y “volverá” cuando los abusos del ser humano lo ignoren. Los virus no aceptan sobornos ni tienen sentido moral. La enseñanza social de la iglesia lo esta reconociendo como doctrina; ojalá que también como sensus fidelium y práctica del cuidado y la justicia. Lo deseo. Paz y bien.   

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