"En algunos modos de actuar del coronavirus se encuentran imágenes muy gráficas y concretas para describir al mal espíritu" Las lecciones de la samaritana en tiempos de coronavirus

Jesús y la samaritana
Jesús y la samaritana

"La imagen de un virus silencioso que anda buscando millones a quienes infectar es más temible que la de un león rugiente que puede devorar a uno o dos por vez"

"A nivel personal, temo que el coronavirus me vuelva egoísta, insensible, indiferente, sectario, acusador en vez de solidario"

"Es inhumano, porque es parásito, el comportamiento de un mercado financiero que replica el dinero en sí mismo sin que nunca llegue a convertirse en instrumento para que compren pan y remedios los que tienen hambre o están enfermos"

(Contemplaciones del Evangelio).-¿Qué tiene que ver el pasaje de la samaritana con el Coronavirus? Para mí, mucho. La imagen de Jesús fatigado del camino, sentado junto al pozo de Jacob, charlando amigablemente con la mujer Samaritana, es una imagen que me ayuda a discernir muchos comportamientos. Por el buen espíritu que se trasmite en el modo de comportarse de Jesús y la Samaritana, puedo discernir que otros modos de comportarse son del mal espíritu.

Y en algunos modos de actuar del coronavirus, según lo que leo que dicen algunos científicos, se encuentran imágenes muy gráficas y concretas para describir al mal espíritu. Imágenes que por lo actuales pueden ayudar más que otras antiguas. La imagen de un virus silencioso que anda buscando millones a quienes infectar es más temible que la de un león rugiente que puede devorar a uno o dos por vez.

¿Qué es lo que temo del virus? Físicamente, que me infecte, que me haga contagiar a los demás -a los que quiero y a los que no conozco- cuando aún no tengo síntomas, que destruya mi sistema inmunitario o lo haga reaccionar exageradamente, inflamando todo… A nivel personal, temo que me vuelva egoísta, insensible, indiferente, sectario, acusador en vez de solidario… Son tantos los comportamientos virales fisicos que se replican a nivel social, económico, político, religioso…! Son comportamientos de mal espíritu, que al verlos actuar realmente en el virus, nos hacen ver lo inhumanos que son cuando se dan a otros niveles.

Es inhumano, porque es parásito, el comportamiento de un mercado financiero que replica el dinero en sí mismo sin que nunca llegue a convertirse en instrumento para que compren pan y remedios los que tienen hambre o están enfermos.

Samaritana

Es inhumano, porque es ilusorio, el comportamiento del que construye muros y cierra fronteras a personas de carne y hueso y se le cuelan virus por el aire, entrando no por barcones sino en vuelos y hasta de primera clase.

Es inhumano, porque egoísta, el comportamiento de producir bienes innecesarios que solo consumen pocos y luego se tiran, cuando hay verdadera necesidad de producir bienes que sirvan a todos…

El comportamiento del Señor, en cambio, es un comportamiento humano, porque amigable y respetuoso.

El Señor no invade, no avasalla, espera, está allí sentado, en medio de las fatigas de nuestra vida cotidiana.

El diálogo del Señor dilata el alma de la Samaritana, dilata su corazón desde su fuente interior y el corazón dilatado hace que cada sentimiento, cada pensamiento, cada pasión, encuentre su propia medida. El Señor no “inflama” una pasión para que arrase con las otras imponiendo sus necesidades, como hace la ira, como hace la avaricia, como hace el virus, como hacen las empresas que deforestan.

El Señor se encarnó en “su” carne, en “su” cultura y en “su” historia. En la nuestra, se encarna en la medida en que libremente nos aliamos en amistad con Él, cuando le abrimos la puerta de nuestra alma, lo invitamos a que se quede en nuestro pueblo y a que se hospede y coma en nuestra casa, como hicieron los Samaritanos.

Captura de pantalla 2020-03-14 a las 17.26.11
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Fundamentalmente, el Señor se sienta a dialogar con el que quiere, y no invade al que no quiere.

El Señor dilata el espíritu del corazón, no inflama las pasiones ni aturde los sentidos.

El Señor hace alianza y potencia lo mejor de cada uno, no invade ni consume y luego tira.

El Señor suscita la admiración e invita al seguimiento libre, no contagia sin que uno sepa.

El Señor dialoga respetando y enriqueciéndose con la diversidad, no se replica a sí mismo como las ideologías.

El Señor es la Fuente del Espíritu, la fuente del Agua viva, que sanifica lo que toca y neutraliza todo foco de contagio, toda fuente de desolación y de muerte espiritual, que es la única que debemos temer. No los virus que matan el cuerpo, sino a aquel que puede apestar en su centro íntimo la fuente de la vida en la que Dios nos creo y que desea que se convierta en vida eterna.

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