"A nuestra tierra seas bienvenido" El motivo mayor, un mínimo bebé
Son días azules llenos del esplendor de un sol de verano, aquí en la sabana capitalina, parecido al sol de tierra caliente. La gente ha madrugado a desempolvar el árbol navideño
En unos días comenzará la Novena de Aguinaldos, Se afinarán las cuerdas de tiples y guitarras, No faltará el aguardiente y, concluida la novena, se pasará a lo bailable…"
"Pero el motivo mayor, el principal, el esencial motivo de esta gran fiesta de la Navidad es tan enorme, tan descomunal que tal vez por eso, como pasa a veces con lo más importante, lo dejamos a un lado"
"Pero el motivo mayor, el principal, el esencial motivo de esta gran fiesta de la Navidad es tan enorme, tan descomunal que tal vez por eso, como pasa a veces con lo más importante, lo dejamos a un lado"
| Francisco Tostón de la Calle
Son días azules llenos del esplendor de un sol de verano, aquí en la sabana capitalina, parecido al sol de tierra caliente. La gente ha madrugado a desempolvar el árbol navideño, a levantar sus ramas recogidas y guardadas durante casi un año y ha ido llenándolo de luces, muñecos, moños y otros adornos. Han surgido en las plazas las casetas y los toldos de los mercadillos, que ofrecen cuanto chéchere, figura y artesanía imaginable para que el árbol se vea bien hermoso.
En unos días comenzará la Novena de Aguinaldos que hará las delicias de chicos y grandes, que se esmerarán por que este año salgan más sabrosos los buñuelos y más ricas las natillas. Se afinarán las cuerdas de tiples y guitarras, sonarán llevando el ritmo las panderetas y se buscará la novena metida entre los libros o guardada en algún cajón. Pronto volveremos a escuchar las palabras hermosas dedicadas al “Benignísimo Dios de infinita caridad”.
Algunos se atreverán a contrariar la ley que en buena hora prohibió el uso de voladores y cohetes. No faltará el aguardiente y, concluida la novena, se pasará a lo bailable con alguna pieza de Guillermo Buitrago o de José Barros o Lucho Bermúdez.
Pero el motivo mayor, el principal, el esencial motivo de esta gran fiesta de la Navidad es tan enorme, tan descomunal que tal vez por eso, como pasa a veces con lo más importante, lo dejamos a un lado.
Ese Dios buscado desde siempre por el hombre, ese Dios respuesta de nuestras búsquedas, inquietudes, penas, alegrías, angustias, desazones, dolores y tiempos de dicha, aparece hecho un mínimo bebé, en brazos de su madre María, bajo la mirada atónita de José y entre el regocijo de gente iletrada y buena como son los pastores que acudieron a Belén avisados por los mensajeros celestes.
Dios se hizo uno más entre nosotros, pero con un mensaje y un destino. El mensaje del amor, mostrado en hechos y palabras y un destino: entregar su propia vida, su realidad de hombre y Dios al sacrificio de la Cruz, máxima expresión de ese amor, y su recuerdo vivo y siempre presente en la Eucaristía.
Ese es el motivo mayor, la causa primera, la razón más sobresaliente para que echemos las campanas al vuelo, para que tiremos la casa por la ventana y cantemos una y otra vez:
Niño Jesús,
Niño divino,
A nuestra tierra
Seas bienvenido.
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