Una "nueva" navidad

La espiral litúrgica de este año se presenta con un lema breve: "austeridad y caridad concreta"… Actuemos, pues "no nacemos demasiado tarde", advertía Dorothy Day

Navidad
Navidad
Felisa Elizondo
16 dic 2025 - 19:39

Aunque el calendario señale en rojo el mismo día cada año. Decía un profesor entre nosotros que hacemos mal al imaginar el ciclo litúrgico como un círculo, cuando la imagen que se ajusta mejor es una espiral que se despliega en curvas cada vez más amplias a medida que nuestro tiempo avanza hacia lo alto.

La de este año se presenta con un lema breve: “austeridad y caridad concreta”. Y ha venido precedida de una exhortación, también del papa León XIV, que urge a “tocar la carne que sufre” si no ha de ser baldío nuestro lenguaje sobre sobre Dios y su amor.

Dilexi te
Dilexi te

Oír el silencio de los pobres

La exhortación se abre con una afirmación decisiva: Dilexi te. Elegida entre versículos severos del Apocalipsis, atestigua el amor sin quiebras de parte de Dios a una comunidad de creyentes, tan limitada como otras que conocemos de cerca en la iglesia de hoy. Con talante sosegado, el papa Prevost muestra una firme voluntad de recordarlo hace acudiendo a frases incisivas– que hay un núcleo del mensaje cristiano que nadie ha podido acallar y que en tiempos recientes ha reaparecido con nueva urgencia: reconocer ese amor que no falla es inseparable de dejarse afectar por los rostros de nuestros semejantes más desvalidos. 

El documento cuida muy expresamente de advertir que creer en ese amor comporta prestar oídos y voz al impresionante silencio de la muchedumbre de pobres que pueblan nuestro mundo y “tocar” su carne doliente: “Hablar de los pobres y de la tarea de la Iglesia y del servicio a todo ser humano –cada cual con sus pobrezas– sólo tiene sentido si cada quien con su modo se decide a tocarlos, defenderlos, denunciar injusticias y hasta tolerarlos por la sencilla razón que en ellos está Cristo, razón primera y última de quienes decimos ser cristianos”.

Y con otras frases escuetas, casi cortantes, expresa la urgencia de pasar de las declaraciones a los hechos: “En el cuidado de los pobres se ve una prueba concreta de la sinceridad de la fe”. “El Evangelio sólo se anuncia bien cuando llega a tocar la carne de los últimos”.

Desde los tiempos primeros

La exhortación reúne una larga serie de citas de textos bíblicos y el decir de grandes protagonistas en la defensa de los pobres a lo largo de la historia cristiana. El grito, tantas veces desoído o acallado, de los pobres y humildes –se dice aquí– es el clamor que llegó a los oídos de Yahvé y abrió al pueblo de Israel la ruta de la libertad. Desde el testimonio de los mártires primeros hasta hoy, los verdaderos seguidores de Jesús han imitado contra todo riesgo al Jesús que asumió lo débil de nuestra carne. La misericordia, decía castizamente un teólogo del XVI, se “desnata” sin una efectiva atención a los pobres.

“La figura luminosa del Poverello, afirma el papa, nunca dejará de inspirarnos. Fue él, hace ocho siglos, quien provocó un renacimiento evangélico entre los cristianos y en la sociedad de su tiempo. Al joven Francisco, antes rico y arrogante, le impactó encontrarse con la realidad de los marginados. El impulso que provocó no cesa de movilizar el ánimo de los creyentes y de muchos no creyentes, y ha cambiado la historia”.

A la cadena larga de testimonios sobre la preocupación por los pobres que recorre siglos, la exhortación incorpora la atención renovada en y a partir de los años conciliares: “El mismo concilio Vaticano II, según las palabras de san Pablo VI, se encuentra en este camino: “la antigua historia del buen samaritano ha sido el paradigma de la espiritualidad del concilio» dice citando a Pablo VI; y por el papa Francisco: “La opción preferencial por los pobres... subraya la acción de Dios que se compadece ante la pobreza y la debilidad de toda la humanidad… se preocupa particularmente de aquellos que son discriminados y oprimidos pidiéndonos a nosotros, su Iglesia, una opción firme y radical en favor de los más débiles» (n.º 16). Más adelante: «Se ama a Dios si se ama a los pobres» (n.º 26). «Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres» (n.º 36)”.

el papa Francisco y los pobres
el papa Francisco y los pobres

Este empeño, se dice líneas abajo, sigue teniendo eco en quienes conocen de cerca nuevas situaciones y formas del sufrimiento. Y podemos añadir que lo viene sosteniendo una teología que ha subrayado esa urgencia que nace del mismo Evangelio: “Lo propio de un cristiano es hacer creíble ante los pobres esta confesión de Dios. Y hacerlo en agradecimiento a su amor antecedente, entregado en lo dicho, hecho y encomendado por Jesús de Nazaret. Por tanto, la colaboración con Dios para que los pobres sientan su amor está íntimamente unida con la acogida del amor antecedente y fundante de Dios. Es esa articulación la que permitirá que el seguidor del Nazareno también pueda confesar, al atardecer de la vida, cuando nos examinen del amor: Señor, yo también te he amado en los pobres” (Jesús Martínez Gordo).

Las nuevas y varias pobrezas 

Según Dilexi te, algo genuino del cristianismo se ve afectado y se juega ahora mismo en este reclamo: “La condición de los pobres representa un grito que, en la historia de la humanidad, interpela constantemente nuestra vida, nuestras sociedades, los sistemas políticos y económicos, y especialmente a la Iglesia. En el rostro herido de los pobres encontramos impreso el sufrimiento de los inocentes y, por tanto, el mismo sufrimiento de Cristo”.

Y prosigue: “Al mismo tiempo, deberíamos hablar quizás más correctamente de los numerosos rostros de los pobres y de la pobreza, porque se trata de un fenómeno variado; en efecto, existen muchas formas de pobreza: aquella de los que no tienen medios de sustento material, la pobreza del que está marginado socialmente y no tiene instrumentos para dar voz a su dignidad y a sus capacidades, la pobreza moral y espiritual, la pobreza cultural, la del que se encuentra en una condición de debilidad o fragilidad personal o social, la pobreza del que no tiene derechos, ni espacio, ni libertad”(n.º 9).

El papa reconoce que, a pesar de las iniciativas sociales y políticas en curso, el compromiso sigue siendo insuficiente para afrontar nuevas situaciones y que es necesario un cambio de mentalidad y toda una transformación cultural: “Eso significa –aquí León XIV prolonga la voz del papa Francisco– que todavía persiste, a veces bien enmascarada, una cultura que descarta a los demás sin advertirlo siquiera, y tolera con indiferencia que millones de personas mueran de hambre o sobrevivan en condiciones indignas del ser humano”. 

Y enumera condiciones graves que afectan ahora mismo a miles de personas: comida, agua y malnutrición en amplios contextos, pero también las penurias y el empobrecimiento económico y social que pesa sobre gentes que encontramos en nuestras mismas ciudades. Con un añadido nada marginal: “La organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje”.

El diagnóstico, con ser severo en su realismo, no termina con la denuncia, sino que reconoce que hoy mismo hay gestos a imitar como “el heroísmo cotidiano en la defensa y el cuidado de la fragilidad de sus familias” y postula no bajar la guardia sino pasar a la acción

Pasar a la acción
Pasar a la acción

No es demasiado tarde

Aunque no estemos en los tiempos primeros ni tengamos el temple de los grandes creyentes que han visto en los pobres una “presencia sacramental del Señor”. No es tarde –se nos dice– para comprometernos con la caridad concreta y la limosna, que tiene su raíz en el mismo Evangelio.

Este apremio a la práctica, que se desentiende de toda ideología, me ha recordado la advertencia de Dorothy Day, hecha desde las páginas del Catholic Worker en una meditación para la Navidad de 1945, rescatada recientemente por el movimiento que ella lideró:

“No nacemos demasiado tarde [...] De nada sirve decir que nacimos dos mil años tarde para darle espacio a Cristo. Tampoco quienes vivan al final del mundo habrán nacido demasiado tarde. Cristo siempre está con nosotros, siempre pidiendo espacio en nuestros corazones. Pero ahora habla con la voz de nuestros contemporáneos; mira con los ojos de dependientes, obreros y niños; da con las manos de oficinistas, habitantes de barrios marginales y amas de casa suburbanas. Camina con los pies de soldados y vagabundos, y anhela refugio con el corazón de quien lo necesita. Y dar refugio o alimento a quien lo pide o lo necesita es dárselo a Cristo”. 

Activista por los derechos y experta en hospitalidad, Dorothy dedica párrafos a valorar lo que hicieron por Jesús algunos de los que estuvieron cerca, el ejemplo de los primeros cristianos, los hechos admirables de santos como Isabel de Hungría y Pedro Claver, o la actitud de unos sencillos padres cristianos que olvidaron su dolor para acoger la miseria ajena. Y echa mano de una razón que ha valido en esa larga tradición y que sigue teniendo plena vigencia: “Si no tuviéramos las propias palabras de Cristo, parecería una locura creer que si ofrezco cama, comida y hospitalidad en Navidad –o en cualquier otra ocasión (…) - estoy repitiendo el papel de Lázaro, Marta o María, y que mi invitado es Cristo. Quizás no haya nada que lo demuestre […] Todo esto puede probarse, si es necesario, mediante las doctrinas de la Iglesia.

Podemos hablar del cuerpo místico de Cristo, de la vid y los sarmientos, de la comunión de los santos. Pero Cristo mismo nos lo ha demostrado, y nadie tiene que ir más allá. Porque dijo que un vaso de agua dado a un mendigo le fue dado a Él. Hizo que el cielo dependiera de cómo nos comportamos con Él bajo su disfraz de seres humanos comunes, frágiles y ordinarios […]

A los que dicen, horrorizados, que nunca tuvieron oportunidad de hacer semejante cosa, que vivieron...demasiado tarde, les dirá nuevamente lo que tuvieron oportunidad de saber durante toda su vida: que, si estas cosas se hicieron por el más pequeño, se hicieron por Él”. 

Y todavía: “Para un cristiano íntegro, el aguijón del deber no es necesario para instarlo constantemente a realizar esta o aquella buena obra. No es un deber ayudar a Cristo, es un privilegio […] No porque estas personas nos recuerden a Cristo... sino porque son Cristo, pidiéndonos que le encontremos un lugar, tal como Él lo hizo en la primera Navidad”. 

“No nacemos demasiado tarde”, decía en los primeros decenios del siglo XX entre andamios de rascacielos, una creyente que consideraba a cada vagabundo “una basílica”. Y no es tarde para, de algún modo, “tocar la carne que sufre”, avisa Dilexi te, una carta sobre el mayor amor.

Siempre es posible una “nueva” navidad.

Dorothy Day (1897-1980). Escritora y periodista de profesión. Con Peter Maurin creó el periódico The Catholic Worker y numerosos hogares y talleres de acogida en EE UU. La iglesia católica está considerando su posible beatificación.

Dorothy Day
Dorothy Day

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