"Hay generalizaciones que cuentan con todos los requisitos inherentes a la verdad" 'Ser obispo es pecado', o 'el pecado de ser obispo'

Obispo
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"Además de injustas, las generalizaciones, como tales, carecen de sentido. No obstante, las hay que cuentan con todos los requisitos inherentes a la verdad"

"En conformidad con lo que oficialmente determinan los señores curiales de la “Corte Suprema Romana”, ser hoy obispo, es -tendría que ser- ciertamente pecado o, al menos, rondar sus linderos en su diversidad de versiones y colores"

"Los tiempos sempiternamente nuevos que nos hace vivir el Concilio reclaman que en la evangelización que conllevan, no esté exiliado el femenino de 'obispo'"

¿De qué pecados se confiesan nuestros obispos? ¿De oler demasiado a incienso? ¿De no oler nada -absolutamente nada- a oveja…? ¡Pobres confesores de obispos!

Además de injustas, las generalizaciones, como tales, carecen de sentido y algunas son impías y blasfemas, por santas y buenas que sean las intenciones que las inspiran, relatan y escriben, aun cuando, en ocasiones sean formuladas nada menos que “en el nombre de Dios”. No obstante, hay generalizaciones que cuentan con todos los requisitos inherentes a la verdad, siempre y cuando esta sea fotocopiada de la del santo Evangelio y todas sus letras se escriban y pronuncien ortográficamente con letras mayúsculas.

Tal y como se notifica hoy cuanto se relaciona con los obispos - que no es poco, dentro y fuera de la Iglesia- , a la opinión pública -publicada o no- , le alcanza el convencimiento de que “es pecado ser obispo”, por el propio hecho de serlo y de ejercer como tal y como mandan los cánones. En conformidad con lo que oficialmente determinan los señores curiales de la “Corte Suprema Romana”, dotados sus miembros de dones afines a la infalibilidad y, por tanto, incuestionables, ser hoy obispo, es -tendría que ser- ciertamente pecado o, al menos, rondar sus linderos en su diversidad de versiones y colores.

Los fundamentos sobre los que se sustentan sus convicciones, además de distintos, resultan ser cambiantes, sobre todo a la luz de lo que fue, y se pretenda que siga siendo, el Concilio Vaticano II, de cuyo espíritu y con interpretaciones expresas convertidas en encíclicas y en testimonios de vida, el papa actual está empeñado en clausurar algunos capítulos, de cuya vigencia conciliar se olvidaron Juan Pablo II y Benedicto XVI, sus antecesores.

Y es que, por ejemplo, el pueblo – pueblo, tiene que intervenir de manera efectiva en el nombramiento- selección de sus obispos. No es de recibo que curas, instituciones religiosas y el mismo pueblo se enteren del nombre y de los “porqués” de sus nuevos obispos por la prensa u otros medios de comunicación social. El “episcopable”, consciente de tan burda anomalía antidemocrática, no está exento de haber contribuido a la comisión de un pecado institucional, sabedor además de que, como hoy todo se sabe -con “sigilo” o sin él, también en la Iglesia, todo llegará a todos, y además, “corregido y aumentado”.

Las piadosas engañifas de que el Espíritu Santo y el mismo papa son, en definitiva, los electores de obispos concretos para diócesis concretas, no sobrepasan la categoría de la creencia infantil, incoherente además con lo que al fiel cristiano se le exige y se le adoctrina en la catequesis.

Extraña a muchos que no sean más los curas y los religiosos que rechacen ser obispos, al no estar de acuerdo con los procedimientos de la selección de nombres. Extraña asimismo que otros accedan, con prontitud e irreverencia, a dar su “Sí” para engrosar el episcopologio, donde y como sea, por exigirlo así su “carrera eclesiástica”, aunque de espaldas a las demandas de la “Iglesia en salida”, en decidida postura sinodal y con reservas para el latín, aún a sabiendas de que se trata del lenguaje oficial de la Iglesia y del Estado Vaticano.

No es posible ser obispo hoy sin cometer “pecado”, teniendo que resignarse a que tan sagrada y redentora palabra, tenga que carecer gramaticalmente del género femenino-“obispa”. Esta carencia imposibilita, o limita de raíz, cualquier convivencia entre personas normales y todo ello, sin más fundamento veraz que el de las “santas tradiciones” y las disciplinas canónicas, sin que ni el “Credo” ni el Evangelio se sientan preteridos, sino todo lo contrario. Los tiempos sempiternamente nuevos que nos hace vivir el Concilio reclaman que en la evangelización que conllevan, no esté exiliado el femenino de “obispo”.

"No es posible ser obispo hoy sin cometer 'pecado', teniendo que resignarse a que tan sagrada y redentora palabra, tenga que carecer gramaticalmente del género femenino-'obispa'"

No le libran de la condición de obispo pecador circunstancias tan sagradas, tradicionales y transmitidas de generación en generación como las de tener que empadronarse en palacios episcopales, vivir ajenos y alejados del resto del clero y del pueblo, al que sirve y no del que se sirve, y más a la sombra del “para la mayor honra y gloria de Dios”, con el escudo de armas (¡¡) que sella y sublima sus pertenencias y doctrinas, por su super invocada condición bíblica de “Sucesores de los Apóstoles”

¿Y qué parte de responsabilidad pecadora les agregan los símbolos episcopales por antonomasia, como los anillos, los báculos y las mitras? ¿Acaso el oro, las piedras preciosas o ”semi” de los anillos, el “¡ordeno y mando¡” de los báculos y las aparatosas y adulteradas mitras carentes de “Evangelio y rebosantes de paganerías y misterios? ¿En qué cabeza pensante eclesiásticamente es posible hacer anidar una mitra, que exprese y manifiesten a la vez la adoración a Dios y el servicio al prójimo?

El pecado-pecado se sigue revistiendo de ornamentos sagrados, de igual, o superior, manera, que de traje de faena o de calle. Y el traje -el vestido- es lo que en realidad somos, y lo que creemos que los otros creen que somos.

¿De qué pecados se confiesan nuestros obispos? ¿De oler demasiado a incienso? ¿De no oler nada -absolutamente nada- a oveja? ¿De integrismos, conservadurismos, clericalismos, feudalismos y carrerismos? ¿De mirar a Roma solo cuando interesa, y por razones personales o de grupo? ¿De ser e inclinarse personal y colectivamente hacia la derecha, y raras veces hacia la izquierda?

¡Pobres confesores de obispos---!

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