El anillo es testimonio de ello Los obispos se casan ('En' 'por' y 'con' la Iglesia)

Los obispos se casan ('En' 'por' y 'con' la Iglesia)
Los obispos se casan ('En' 'por' y 'con' la Iglesia)

"En todas las culturas y religiones el anillo es alianza, pacto, sello y contrato, autoridad, dignidad , dignidad y preeminencia en la capacidad de servicio"

"Un obispo auxiliar de Cracovia, en Polonia, subastó el suyo -13,000 euros- que entregó como ayuda para la curación de una niña de su diócesis afectada gravemente por la enfermedad de la atrofia muscular espiral"

"El anillo episcopal se profana con desnortada y profana frecuencia, por lo que urge su revisión a la luz del Evangelio, al servicio del pueblo y no de la persona a la que se le confiara en la solemnidad de la ceremonia"

"Sí, los obispos se casan. El anillo es testimonio de ello. Y se casan 'en', 'por' y 'con' la Iglesia… Sobran anillos episcopales caros. Sin que pierdan un ápice de su simbolismo religioso, los anillos baratos no dejan de ser símbolos más veraces de fidelidad, de asamblea y de Iglesia"

En la realidad y en la más remotas de las intenciones, el báculo, la mitra, echarse tendido en el suelo, el óleo santo y la “toma de posesión” de la sede o cátedra y la infinita extensión de la ceremonia, resultarán ser signos y símbolos del obispo al ser consagrado como tal.

Mitra de obispo
Mitra de obispo

Signo y símbolo efectivo, inteligible y al alcance del pueblo de Dios y del mismo sujeto aspirante al episcopado, es el anillo que el celebrante le coloca en el dedo cuarto de la mano derecha y cuyo gesto proclama la verdad del contenido de la ceremonia. En todas las culturas y religiones el anillo es alianza, pacto, sello y contrato, autoridad, dignidad , dignidad y preeminencia en la capacidad de servicio, círculo de realidad palpable de un objeto de energía activa, amuleto contra las enfermedades, protección contra toda clase de agresiones, sanación para los ciegos y seguridad de que los demonios, asustados, habrán de ausentarse “ipso facto” de quienes luzcan tal artificio, a no ser que este haya sido enjoyado en exceso y con “sacrosanta” y humildosa soberbia.

No es imposible, dado que la ignorancia religiosa es muy atrevida, que quienes donan el anillo episcopal, y ni quien lo recibe, sean plenamente conscientes de cuanto este es, exige y supone, convencidos de que las incidencias en la construcción -edificación de la Iglesia no dejan de ser positivas y excelsas.

De entre ellas destaco aquí y ahora la de la fidelidad a la institución diócesis para la que fuera destinado su portador, con la inherente contradicción de que, si pasado cierto tiempo, es propuesto para otra diócesis de mayor importancia y rentabilidad, el anillo primero no le impida romper e irse con “otra”, de superior rango eclesiástico, exornado con brillantes colorines litúrgicos o canónicos.

Los anillos episcopales demandan renovación y reforma. Tanto por lo que significan, como por lo que son y hasta por lo que cuestan o valen en los establecimientos del ramo de las joyerías. Recientemente, y para ejemplo de muchos” hermanos en el episcopado”, un obispo auxiliar de Cracovia, en Polonia, subastó el suyo -13,000 euros- que entregó como ayuda para la curación de una niña de su diócesis afectada gravemente por la enfermedad de la atrofia muscular espiral.

El dato, convertido en noticia internacional, coincidió en el tiempo de la consagración del nuevo obispo de Plasencia, en la que hicieron acto de presencia más de una veintena de obispos, cardenales y arzobispos anilladas sus manos derechas, y en la que, al celebrar sus misas y elevar la Sagrada Forma, lucen el resplandor del oro que lo confeccionan, acaparando la visión-admiración- adoración de los fieles del pueblo de Dios en idéntica o mayor proporción.

El anillo episcopal -fidelidad y asamblea pastoral y litúrgica-, se profana con desnortada y profana frecuencia, por lo que urge su revisión a la luz del Evangelio, al servicio del pueblo y no de la persona a la que se le confiara en la solemnidad de la ceremonia.

Sí, los obispos se casan. El anillo es testimonio de ello. Y se casan “en”, “por” y “con“ la Iglesia. Al principio y según se refiere en algunos versículos de las Cartas del Apóstol San Pablo, lo único que la fe les exigía a los obispos en este apartado, era que la mujer “esponsada” fuera solamente una y no más. Eran otros tiempos, aunque los cristianos y sus obispos lo eran tanto o más santos que los que hoy son, se llaman y actúan en conformidad con los artículos del Derecho Canónico.

Esto no obstante, no es cristianamente descartable que, a su tiempo, es decir, lo antes posible, vuelvan a casarse canónicamente los obispos, católicos, apostólicos y romanos, sin que para eso tengan que borrar sus nombres del colegio de “Sucesores de los Apóstoles”, de los que los mismos Libros Sagrados refieren que la mayoría de sus componentes estaban casados, tal y como lo estuvo el mismísimo apóstol Pedro, con explícitas referencias a la madre de su señora esposa – la suegra-, a quien, por lo visto y escrito –“palabra de Dios”- , enferma, la curó Jesús.

Sobran anillos episcopales caros. Sin que pierdan un ápice –“parte pequeña”- de su simbolismo religioso, los anillos baratos no dejan de ser símbolos más veraces de fidelidad, de asamblea y de Iglesia. Dispongo de un catálogo de anillos y los hay de todos los precios, aunque los episcopales destacan sobre manera. Por algo será. Tal vez porque no se descarta en su compra “santa” la posibilidad de venderlos  -previa ”subasta" y dedicar el dinero a alguna de las obras de misericordia a favor de los más necesitados de saciar el hambre, que de prestarle atención a las ceremonias litúrgicas y a los artículos del Derecho Canónico.

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