(Gema Juan).- Unos siglos separan la locura por el metal amarillo de la desatada por el mineral oscuro, pero ambos, oro y coltán, vienen a ser símbolo de algo que nos afecta más de lo que pensamos habitualmente. También es una muestra de aquello que llevó al profeta Habacuc a una profunda crisis existencial: los opresores se suceden, detrás de un sistema que oprime, viene otro y parece que nada detiene esa carrera.
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