Ordenación episcopal de Monseñor Ruiz de la Rosa, primer obispo de la diócesis de Stella Maris Por tu palabra, Señor…

Consagración episcopal de monseñor Ruiz de la Rosa
Consagración episcopal de monseñor Ruiz de la Rosa ADN CELAM

"En medio de los cambios culturales y sociales que transforman nuestro tiempo, este acontecimiento recuerda que la Iglesia sigue viva, que el Espíritu sigue actuando, y que Dios continúa llamando a hombres sencillos para servir a su pueblo con amor"

"El ministerio de Monseñor Ruiz ha estado marcado por la fidelidad silenciosa y por una entrega constante. Quienes le conocen saben de su cercanía, de su palabra serena, de su mirada clara. Ha servido como sacerdote, educador y pastor, con una pasión que brota de la fe y se traduce en obras concretas"

La creación de la nueva diócesis de Stella Maris y la ordenación episcopal de Monseñor Manuel Antonio Ruiz de la Rosa son una alegría profunda para toda la Iglesia. No se trata solo del nacimiento de una nueva jurisdicción eclesiástica, sino del inicio de una etapa de esperanza. En medio de los cambios culturales y sociales que transforman nuestro tiempo, este acontecimiento recuerda que la Iglesia sigue viva, que el Espíritu sigue actuando, y que Dios continúa llamando a hombres sencillos para servir a su pueblo con amor.

La homilía del Nuncio Apostólico, Monseñor Piergiorgio Bertoldi, dio a este momento una hondura especial. Sus palabras fueron la lectura de un tiempo nuevo que pide pastores con corazón humilde, capaces de escuchar y de servir, más atentos a las personas que a los programas. Recordó la escena del Evangelio en la que Jesús, al borde del lago, se acerca a las barcas vacías y pide a Pedro que reme mar adentro. Ese gesto, tan simple y tan decisivo, encierra toda vocación. Es la forma en que el Señor entra en la vida de cada uno: con suavidad, pidiendo un pequeño paso, confiando en que ese paso abrirá camino a la entrega total.

Creemos. Crecemos. Contigo

Así ha sido también la historia de Monseñor Ruiz. Su ministerio ha estado marcado por la fidelidad silenciosa y por una entrega constante. Quienes le conocen saben de su cercanía, de su palabra serena, de su mirada clara. Ha servido como sacerdote, educador y pastor, con una pasión que brota de la fe y se traduce en obras concretas. Ha acompañado comunidades humildes, ha formado jóvenes, ha impulsado proyectos culturales y pastorales, ha estado presente en los barrios donde la vida se hace difícil y la fe se vuelve esperanza. Su trayectoria no es la de un hombre que busca cargos, sino la de quien ha hecho del servicio un modo de vivir.

Por eso el nombramiento del Santo Padre León XIV ha sido recibido con jubilo y gratitud. Su decisión de confiarle la nueva diócesis expresa una visión clara de la Iglesia que quiere edificar. No una Iglesia encerrada en sí misma, sino una Iglesia que sale al encuentro. No una Iglesia preocupada por su estructura, sino por su misión. La elección de un pastor como Manuel Ruiz muestra que el Papa ha querido poner al frente de Stella Maris a un hombre que entiende la fe como don y la autoridad como servicio.

La nueva diócesis será una obra de comunión. Nace para acompañar a las comunidades dispersas, para estar más cerca de los fieles, para escuchar las voces que a menudo quedan en silencio. Llevará el nombre de María, Stella Maris, la Estrella del Mar que guía en las noches oscuras y acompaña en las travesías difíciles. Que este nombre no sea solo un símbolo, sino una orientación. Que la luz de María inspire a la nueva comunidad y la ayude a mantener la mirada fija en Cristo, el único puerto seguro.

El Nuncio recordó en su homilía que la fecundidad nace de la espera y de la fidelidad. Esas dos palabras resumen la misión de todo pastor. Esperar sin cansarse y permanecer sin desánimo. Sembrar aun cuando no se vean frutos. Confiar más en la acción de Dios que en los resultados visibles. En un mundo impaciente y fragmentado, un obispo paciente y fiel es un signo de contradicción. Monseñor Ruiz encarna ese espíritu. Ha aprendido a escuchar los ritmos del pueblo, a mirar lejos sin olvidar lo pequeño. Esa sabiduría pastoral será ahora el cimiento de la diócesis que comienza su camino.

Hay una frase del Evangelio que resume la orientación de este nuevo tiempo: “In nomine tuo, Domine” (En tu nombre, Señor). No es solo el lema episcopal de Monseñor Ruiz, sino una manera de vivir. Confía en la palabra del Señor incluso cuando las redes parecen vacías. Cree en la fuerza de la gracia cuando la lógica humana dice que no vale la pena intentarlo. Esa fe confiada es la que puede renovar a la Iglesia. No la estrategia ni la técnica, sino la docilidad al Espíritu.También resonó en la homilía otra expresión esencial: “No temas”. Es el mensaje que el Señor repite a cada discípulo, y que hoy necesita volver a escucharse con fuerza. No temer al futuro, no temer a la pobreza de los medios, no temer a la debilidad propia. La Iglesia no se sostiene por la perfección de sus servidores, sino por la fidelidad de Dios. Esa certeza libera, consuela y anima. Sobre ella se edificará la nueva diócesis de Stella Maris, una Iglesia llamada a vivir con valentía el Evangelio en medio de los desafíos de este tiempo.

Hoy la Iglesia en la República Dominicana celebra con gratitud esta elección. Se alegra por un pastor que ha sabido servir, por un Papa que ha sabido discernir y por un Nuncio que ha sabido leer los signos de Dios en la historia concreta de su pueblo. Pero, sobre todo, se alegra porque en medio de un mundo fatigado y confuso, Dios sigue llamando. Su voz no se ha apagado. Todavía hay hombres que escuchan, todavía hay comunidades que creen, todavía hay esperanza.

La misión que comienza en Stella Maris es también una invitación a todos. Nos recuerda que la Iglesia no vive para sí misma. Vive para los demás. Vive para ser signo de misericordia, para ofrecer consuelo, para acompañar la vida humana allí donde se encuentra. Esa es la Iglesia que renace desde el servicio. Una Iglesia que no busca poder, sino gracia; que no impone, sino que propone; que no se contenta con administrar lo recibido, sino que se atreve a remar mar adentro.

Monseñor Ruiz inicia su camino episcopal con la confianza del que sabe que el Señor va por delante. Lo acompaña la oración de su pueblo y la mirada maternal de María, Estrella del Mar. Que su ministerio sea fecundo, que su palabra sea clara y su corazón permanezca abierto. Que Stella Maris sea una diócesis viva, misionera, esperanzada, capaz de llevar el Evangelio a todos los rincones. Y que, en cada gesto, en cada visita, en cada palabra de su nuevo obispo, la gente pueda reconocer la presencia de Cristo que pasa, mira y llama.

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