"La Iglesia-institución tiene perdida la batalla respecto a la mujer" El papa Francisco quiere líos (también con las mujeres)

El Papa bendice a una mujer embarazada
El Papa bendice a una mujer embarazada Vatican Media

El penúltimo lío en el que se ha metido -o lo han metido- al Papa Bergoglio está relacionado una vez más con la mujer, es decir, con las mujeres y su estrecha y especial razón de ser en la praxis y doctrina de la “Santa Madre la Iglesia, católica, apostólica y romana”

Convertida en cantinela, molesta para unos y grata para otros, el papa Francisco adoctrina con santo convencimiento de que los líos resultan ser imprescindibles en cualquier programación que aspire a ser y a ejercer el sagrado ministerio de la evangelización, en fiel consonancia con la doctrina cristiana.

Los líos –“situación o asunto confuso, problemático o difícil de resolver”- jamás se ausentarán de la convivencia en las esferas tanto “humanas” como “divinas”. La vida y la religión dejan de ser una y otra cosa si faltan los líos. Precisamente, y por ello, el Papa es Papa y además es, y se llama, Francisco, con benditas referencias al de Asís y a sus  circunstancias, muchas de ellas “pontificadas” nada menos que por el omnipotente Inocencio III.

Papa y mujeres
Papa y mujeres

Y el penúltimo lío en el que se ha metido -o lo han metido- al Papa Bergoglio está relacionado una vez más con la mujer, es decir, con las mujeres y su estrecha y especial razón de ser en la praxis y doctrina de la “Santa Madre la Iglesia, católica, apostólica y romana”. 

Con larga, profusa, semi dogmática y también semi doctoral profusión de alusiones a  razonamientos abiertamente patriarcales y machistas, hoy en desuso filosófico, antropológico, teológico y hasta bíblico, la mujer ni puede ni podrá aspirar a equipararse con el hombre en cuanto a ser sujeto-objeto de derechos y deberes con los varones, por el hecho de serlo. En el listado de concesiones que, a modo de limosnas, el mismo papa Francisco se ha dignado efectuar al colectivo femenino, para su consolación y distinguirse  del trato canónico -marginación- padecido por ella, da la impresión de acusarse de varias e imperdonables “por mi culpa” –“por mi grandísima culpa”- en conformidad con el ritual litúrgico, con explícita inclusión de sonoros golpes de pecho.

Una batalla perdida

Pese a los razonamientos pontificios aludidos, y a algunos más, la Iglesia-institución tiene perdida la batalla respecto a la mujer. Tardará más o menos tiempo. Pero, de nuevo, resultará ganadora la mujer, aunque dolorosamente después de haber tenido que  recuperar ocasiones que podrían haber sido salvadoras para muchos y muchas, por elementales imperativos evangélicos.

Dios y la teología verdadera, identificada con la doctrina y ejemplos encarnados en Jesús y en su Madre -que también es nuestra- (María de nombre y de apellido “Magníficat”), rechazan estas discriminaciones entre los seres humanos-hijos e hijas-, que responden a doctrinas y modos de ser y de comportarse obsoletos y no al plan redentor de igualdad entre todos, con ínclitas referencias misericordiosas a los más pobres, y en este caso, a la mujer, que deshonrosamente fue y es su abanderada en todos los cultos y culturas.

Crece el convencimiento de que al problema le faltan menos días para su solución a favor de la mujer

Pese a la algarada de interpretaciones que, a favor o en contra de las declaraciones anti féminas del papa Francisco, crece el convencimiento de que al problema le faltan menos días para su solución a favor de la mujer -derechos y deberes-, dado que en marcos sinodales su “reprise” será aún más acelerado, en conformidad con lo que demandan los tiempos y el sentido eclesial, no tan jerarquizado como el que ha imperado hasta el presente.

El Código de Derecho Canónico y el Catecismo actuales no pasarán el examen sinodal, al que se uncen las comentadas palabras del Papa. La mujer será también la ganadora en estos y en tantos otros líos. El varón, por varón, ganó ya bastantes, con religiosa mención sobre todo para las libradas en los estamentos eclesiásticos, lo que en gran parte explica cómo estamos.

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