Papa, pelis y filmólogos
Hace unos días, en uno de los muchos programas de radio en que gente aparentemente muy preparada intenta instruir al resto de los mortales no tan preparados como ellos, uno de los participantes se permitió el lujo de opinar que el papa León XIV era, más o menos, sentimentaloide, blandengue y lacrimógeno porque, durante la audiencia en que recibió a grandes figuras del mundo cinematográfico, había mencionado como sus favoritas a cuatro que, según la opinión del contertulio, pertenecían a ese tipo de pelis. Debo admitir que no tengo más remedio que contarme en el número de los ‘blandengues’, dado que da la casualidad de que las mismas cuatro pelis mencionadas por el pontífice están también al comienzo de mi lista de favoritas, lo que no impide que me gusten también otras de variopintas y nada sentimentales temáticas.
Las cuatro películas en cuestión son: Qué bello es vivir (1942) dirigida por Frank Capra y con James Stewart como protagonista; Sonrisas y lágrimas (1965), versión cinematográfica del musical del mismo título, dirigida por Robert Wise y con Julie Andrews como actriz principal. Fue a esta a la que más atención despectiva prestó el crítico que nos ocupa. Gente Ordinaria (1980), dirigida por Robert Redford, y La vida es bella (1999), dirigida y protagonizada por Roberto Benigni. (Su interpretación de ‘andante con moto’ como ‘saltante con moto’ por encima de las butacas del Dorothy Chandler Pavilion cuando se pronunció su nombre como máximo ganador, se ha convertido ya en una leyenda relacionada con los Oscars). Pues bien, a continuación sigue un listado de algunos de los premios famosos otorgados a estas películas ‘blandengues’… y, de paso, de grandísimo éxito taquillero las cuatro, lo que parece indicar que en el supuesto club del papa León debe haber millones de socios.
Qué bello es vivir. Premio Óscar 1942: Candidata a Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actor, Mejor Montaje y Mejor Sonido. No ganó ninguno; los cuatro primeros fueron para la película Los mejores años de mi vida. Sin embargo, el American Film Institute la cataloga, con el numero 11, entre las veinte mejores películas de la historia del cine usamericano, mientras que Los mejores años de mi vida ocupa el lugar 37 en esa misma selección. Sigue siendo una de las ‘imprescindibles’ en la temporada navideña.
Sonrisas y lágrimas. Premio Óscar 1965: mejor película, mejor director, mejor montaje, mejor banda sonora, mejor sonido. Candidata, además, a mejor actriz, mejor actriz de reparto, mejor dirección artística. Premio Globo de Oro: mejor película de comedia o musical; mejor actriz. Candidata a mejor actriz de reparto. Sigue siendo un clásico hasta hoy.
Gente ordinaria. Premio Óscar 1980: mejor película, mejor director, mejor guion adaptado. Candidata, además, a mejor actriz y mejor actor de reparto. Premio Globo de Oro: mejor película, mejor director, mejor actriz en drama, mejor actor secundario, mejor estrella masculina del año.
La vida es bella. Premio Óscar 1999: mejor actor, mejor película de habla no inglesa, mejor banda sonora, mejor película extranjera. Candidata, además, a mejor película y mejor director. Curiosamente, aunque es posiblemente una de las películas que más galardones nacionales e internacionales ha acumulado, entre ellos el Goya, no recibió ni siquiera fue candidata al Globo de oro.
Solamente menciono los dos premios más importantes de USA. Las cuatro, sobre todo las tres últimas -en 1942 no existía casi ninguno de los variados premios nacionales e internacionales que hoy conocemos-, cuentan en su haber otros muchos galardones.
¿Hay quién de más? Pues, aparentemente, a cierto conocedor del mundo cinematográfico y crítico radiofónico del mismo no le parecen suficientes los premios citados. Me viene a la memoria la definición vulgar que un profesor mío aplicaba a la ‘ignorantia elenchi’ que, en puro román paladino y según él, se reducía a un simple ‘mear fuera de tiesto’.
¿Que, porque le gustan estas pelis, León XIV es ‘un sentimental blandengue y lacrimógeno’? Repito que, con sumo gusto y si esos títulos de cine son las razones para catalogarlo como tal, comparto con él esos adjetivos, aunque, la verdad sea dicha, nunca en la vida me he tenido por blanducho. Y dudo mucho, pero que mucho, que un gran fan de los White socks de su barrio de Chicago como es el papa, pueda ser catalogado como ‘sentimental y lacrimoso’. Es más, apostaría cualquier cosa a que, entre bendiciones normales y las urbi et orbe, el papa encuentra un ratillo para volver a ver algún episodio de la serie Los intocables, con tiros a diestra y siniestra entre lo poli de su Chicago natal y los grandes mafiosos como Al Capone que casi controlaban la ciudad allá por los años 20-30 del siglo pasado.
Y aunque, cosa que ya es de dominio público, parece que el pontífice, cuando no puede dormir, se dedica a estudiar alemán, para añadirlo a sus ya dominados inglés, español, italiano y francés y con buenos conocimientos de quechua, me pregunto si no dedicará algún tiempo a admirar a John Wayne en westerns como Los vaqueros que, me temo, nuestro radiofónico crítico catalogará igualmente entre las pelis sentimentaloides.
Mucho me temo que, dados los gustos cinematográficos que compartimos el papa y yo, quizás acabemos por una larga temporada en el purgatorio o en el limbo porque no coincidimos con la opinión del filmólogo de marras. Honestamente, a juzgar por lo que defendía y la forma en que, lo hacía, ¿no será que el premio a la línea en el bingo de Fuencarral consiste en un diploma de crítico de cine?