"Los cristianos tenemos que afirmar que por encima de ciertas etiquetas y calificativos está la dignidad de las personas" La pascua política

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"El cénit del cristianismo es que el Reino de Dios lo llevemos a nuestro día a día, contra viento y marea"

"Asisto con perplejidad a la falta de criterio y juicio crítico de una parte importante de la ciudadanía. Se asume de forma absoluta el argumentario que el partido y los medios ponen encima de la mesa"

"Los cristianos tenemos que afirmar que por encima de ciertas etiquetas y calificativos está la dignidad de las personas"

"Si queremos salvarnos frente a tanta miseria moral y política, tenemos que ser coherentes y precisos desde el evangelio, caiga quien caiga ideológicamente"

¿Qué se supone que tenemos que hacer los cristianos ante la situación política actual? ¿Qué haría Jesús ante tanto despropósito, insulto, hipocresías supinas y tanto mentiroso sin escrúpulos suelto? ¿Sucumbimos presos de la apatía y la indiferencia? Y como pueblo de Dios, como Iglesia ¿cómo situarse ante los diferentes problemas ficticios de la política y los problemas reales que están en la calle, pero que son desatendidos de forma sistemática por la lógica partidista ciega de turno?

No voy a asumir la terminología ni del presidente del Gobierno ni de la oposición. La razón es muy sencilla: vivir la Pascua con sentido pleno y sincero. ¿Cómo? Lo tenemos fácil, vayamos al evangelio. Estamos en el final del tiempo pascual de la mano de Pentecostés. Jesús nos comunica su partida porque cree que son los hombres, las personas las que tienen que configurar y liderar la historia humana. Nuestra relación con Jesús recuerda el paso de la minoría a la mayoría de edad de Kant en el texto ¿Qué es la Ilustración?

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III Domingo de Pascua
III Domingo de Pascua

Jesús nos dice que ya ha acabado el tiempo de acompañarnos físicamente y que nosotros tenemos que vivir la historia con los demás de forma cercana, desde un compromiso radical que combata de frente, precisamente, los dos elementos más peligrosos para toda democracia: la apatía y la indiferencia. En ocasiones, llego a la conclusión que la clase política tiene una intención abierta y deliberada de anestesiarnos frente a la realidad, que bajemos los brazos, que les dejemos a ellos todo el peso de la historia y que nosotros nos convirtamos en meros espectadores sin derecho y voz para participar en el devenir de la historia. 

Ahora bien, la Pascua de la Resurrección no apunta a que optemos por el mando a distancia, a que nos pongamos los guantes y sean otros los únicos que decidan el modelo de mundo donde queremos vivir. El cénit del cristianismo es que el Reino de Dios lo llevemos a nuestro día a día, contra viento y marea. Tenemos que ser conscientes que vamos a ser atacados y señalados por unos y otros. Ya nos ha ido avisando Jesús estos días: “Os he hablado de esto para que no os escandalicéis. Os excomulgarán de la sinagoga; más aún, llegará incluso una hora cuando el que os dé muerte pensará que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí” (Juan 26, 16).

Pero vivir la Pascua como quiere Jesús es recoger su testigo y llevarlo hasta sus últimas consecuencias y defender la verdad por encima de estrategias y siglas políticas. No hace falta chillar, agazaparse detrás de una pancarta; simplemente se trata de hablar con claridad. Ya decía Martin Luther King que “para tener enemigos no hace falta declarar una guerra; sólo basta decir lo que se piensa”

La Pascua, entonces, nos exige situar el evangelio en el centro de nuestras vidas. Y eso tiene consecuencias que perfora en algunas de las falsedades y mentiras del poder político. Asisto con perplejidad a la falta de criterio y juicio crítico de una parte importante de la ciudadanía. Se asume de forma absoluta el argumentario que el partido y los medios ponen encima de la mesa. Respecto a la llamada izquierda, esos que hablan de los pobres, los excluidos por el poder demoníaco del mercado, de los patronos y de los ricos, cómo es posible que estén defendiendo algo tan grave como la exculpación de delitos graves por ostentar el cargo que ocupan.

Emigración
Emigración

Lo diremos una y otra vez, aquí y en Calcuta, ¿se imaginan a Jesús adorando y exculpando a aquellos que se pavonean de los delitos que se han cometido y no pedir perdón por el daño cometido? El arrepentimiento es clave en la misericordia de Dios. Cuando Javier Cercas escribió aquel artículo de opinión en El País titulado No habrá amnistía focalizaba su argumentación estableciendo una comparativa entre los poderosos del procés y la inmigrante que está vendiendo en las Ramblas o en el paseo marítimo de Barcelona y le hacen pagar hasta el último céntimo la multa por venta ambulante con unos días de reclusión incluidos.  Lleven todo esto a otros casos de micro injusticias que se dan, sobre todo, entre los más necesitados, pobres y vulnerables. 

Jesús no defendía los privilegios, los combatía. Como cristianos jamás entenderemos cómo es posible que esa izquierda bienpensante tenga el cuajo de defender que el derecho es un aborto, una medida de progresismo democrático indudable. ¿Quién defiende, pues, a aquel que no tiene defensa? ¿Quién? La banalización del aborto es producto de una sociedad que concibe el cuerpo y el placer como la base de la existencia, cuyo sentido se concentra en el mismo.

Hemos olvidado el carácter profundo de la sexualidad, de las relaciones amorosas, no como dominio, sino como compromiso y responsabilidad. Siempre traeremos a colación el argumento impecable del Papa Francisco, ese que los ultramontanos califican de traidor y otras lindezas inaceptables, que jamás resolveríamos un problema con un sicario en relación con el aborto. Podríamos decir más cosas, pero estas dos tienen suficiente calado y cuerpo para la reflexión. 

Por parte de la derecha política, clama al cielo la utilización que se hace de la inseguridad y de la inmigración. ¿Las personas se miden por su legalidad e ilegalidad? La hipocresía en este tema es supina. Que no les duela jamás que se malversen miles de millones de euros en paraísos fiscales y que señalen como parte de los males de nuestra sociedad personas que se juegan la vida en los cayucos y barcazas atravesando todos los mares del mundo. Y este es uno de los temas más importantes para Jesús de Nazareth: los extranjeros. No se trata de hacer que se incumpla la ley o ponernos una venda en los ojos respecto a lo que pasa.

Dignidad

Pero los cristianos tenemos que afirmar que por encima de ciertas etiquetas y calificativos está la dignidad de las personas. Y sí, los cristianos no podemos etiquetar, es difícil, sí, claro, y hacerlo implica nuestra persecución, ya que no nos debemos a ninguna sigla y a ninguna bandera. Nuestra causa es la de Cristo, y Él tenía muy claro que eran su prioridad que los que tenían una mano delante y otra detrás. La hospitalidad hacia los extranjeros, hacia los diferentes, marca, como Nuccio Ordine en su libro Los hombres no son islas comentando a Francis Bacon, “uno de los rasgos constitutivos del ser humano abierto y solidario.

Ser ciudadano del mundo significa tener la capacidad de superar el limitado perímetro de los propios intereses egoístas para abrazar lo universal, para sentirse parte de una comunidad constituida por los semejantes. Por eso, ocuparse de los demás, es siempre una oportunidad para hacerse mejores”. Es curioso cómo partidos conservadores ultras se les llena la boca en contra de los nacionalismos y son ellos los primeros que se esconden detrás de las banderas para excluir y decir tú, sí, tú, no, ufanándose de católicos; curioso, qué pocas veces se definen y se llaman cristianos. 

El reino universal de Ordine tiene una base sólida: Cristo. Nada humano, como diría Séneca y Cicerón, nos puede ser ajeno. La Pascua política consiste, pues, en que interpretemos y actuemos sobre los problemas reales desde una visión cristocéntrica del mundo. Si queremos salvarnos frente a tanta miseria moral y política, tenemos que ser coherentes y precisos desde el evangelio, caiga quien caiga ideológicamente. Es duro, sí, porque es incómodo, puesto que nos saca de nuestra zona de confort.

Pero el Dios de Jesús se adentra hasta la médula y sin condiciones en las cruces y en las heridas de nuestro mundo. El camino está lleno de riesgos, de altibajos, de peligros, pero repleto de esperanza en una humanidad que no se mire de reojo, sino con amor y perdón fraterno. Ese y no otro es el mensaje último de la Pascua. Ahora, asomando el tiempo ordinario, debemos aplicarlo y hacerlo realidad en todos los ámbitos de nuestra vida. La política es, sin lugar a dudas, uno de ellos. 

*Doctor en Filosofía y profesor de Filosofía, Religión y Psicología del Patronato de la Juventud Obrera (PJO) de Valencia

Esperanza
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