Ruta 'conciencia': peregrinación necesaria Las otras peregrinaciones

Migrantes en el Mar Mediterráneo
Migrantes en el Mar Mediterráneo

¿Para cuando una ruta-peregrinación por los lugares en los que malviven los “sin techos”, antes, o después, de haber efectuado la visita a las catedrales, con inclusión de los palacios episcopales de sus respectivos obispos, arzobispos o cardenales?

Aquí y ahora, con misericordia y oraciones, sugiero la promoción de peregrinaciones en las que no solamente se consigan los títulos de la “perdonanza” ritual, sino que creen y fomenten conciencia de justicia y piedad comunitarias

Con dosis notables de espiritualidad, ascética y mística, y aún de sentido común, no pocos maestros educadores de la fe advirtieron acerca de los peligros que también para la salvación de sus almas pudieran suponerles algunas de las peregrinaciones, de las que hicieron “santo y seña” de su compromiso cristiano. La fórmula piadosa de uso común en el lenguaje eclesiástico fue la de “qui multum peregrinantur, raro sanctificantur”, que equivale a aseverar que “no todos los que peregrinan, lo hacen con la intención de santificarse, ni muchísimo menos”.

“Peregrinar”, es decir, “viajar a un lugar sagrado, por devoción –amor o sentimiento religioso”-, o para cumplir un voto o promesa que se hace a los dioses”, es una decisión y ejercicio que no siempre resulta ser espiritual, con inclusión de cambio de vida, de arrepentimiento o de penitencia, sin despreciar los valores que entraña todo viaje, aunque solo o fundamentalmente sea turístico”.

En el esquema de la pastoral parroquial, diocesana e internacional, el verbo “peregrinar” se ha conjugado, y conjuga, con mucha frecuencia. Era, y es, parte esencial en el mismo. Una institución, pueblo o colectividad alcanzaba su condición de “ejemplaridad” religiosa, en proporción al número, y a la lejanía, de los santos lugares, que obviamente reclamaba mayores inversiones y sacrificios, también de tipo económico.

Las peregrinaciones eran presididas por capellanes o clérigos más o menos expertos, entregados algunos de por vida a tal menester. Los tiempos y las circunstancias contribuyeron a cambiar el verbo “sagrado” de “peregrinar” , que se convirtió simplemente en “viajar”, y de su organización, guías y orientación se encargaron las agencias del ramo, que contribuyeron a su difusión y abaratamiento, con satisfacción para todos.

Todas las peregrinaciones al uso, con sus programas, tiempos libres, alojamientos, signos y señales de la categoría, como “tenedores” y “estrellas”, junto con los ritos y ceremonias para lucrarse de las indulgencias, sin faltar las informaciones debidas relacionados con milagros, milagrerías y apariciones que explican la existencia de las reliquias y de los santuarios, precisan de actualización y reforma. No todos los hechos narrados son, ni pudieron ser veraces ni mínimamente piadosos y ni siquiera cristianos.

Sin techo

No obstante, las auténticas peregrinaciones resultarán de provecho en el adoctrinamiento de la fe cristiana, si, por ejemplo, llegara ya a extenderse la idea de la existencia de lugares sagrados, motivos y protagonistas que afirman y reafirman la auténtica religiosidad con mayor y más efectiva capacidad evangelizadora de adoración a Dios y de servicio a los más necesitados.

¿Para cuando una ruta-peregrinación por los lugares en los que malviven los “sin techos”, antes, o después, de haber efectuado la visita a las catedrales, con inclusión de los palacios episcopales de sus respectivos obispos, arzobispos o cardenales?

¿Cómo, cuando y con quienes recorrer -peregrinar- las residencias de mayores, con tiempo para conversar con ellos y participar de sus soledades, esperanzas y desesperanzas?

¿A qué responsables civiles, o eclesiásticos, les correspondería informar de los dramáticos episodios sufridos por las “mujeres maltratadas”, antes de sus muertes, y las de algunos de sus hijos? ¿Acaso en el doloroso camino hacia este calvario, no se imparten indulgencias, con arrepentimientos, súplicas y compromisos? ¿Qué referir acerca de los cementerios- cunetas descubiertos o por descubrir?

Con el riguroso control oficial que hoy se tiene de los lugares en los que se asientan los pingües negocios de los negociantes y consumidores de drogas y de prostitutas, ¿quién ignora en pueblos y ciudades los caminos a recorrer con fórmulas propias e indulgenciadas de peregrinaciones redentoramente sagradas?

Cárcel

¿A cuantos cristianos les sería de tanta o mayor provecho la visita a las cárceles –“residencias penitenciarias”- en las que conviven –es un decir- quienes no resistieron la tentación de cometer ciertas fechorías, con otros corruptos en proporciones ultra millonarias, aprovechando su condición de políticos, aún reconocidos con el signo, el apellido y el compromiso de “cristianos”?

¿Cómo olvidarse de los lugares de peregrinación, identificados estos con colegios o residencias de religiosos, quienes valiéndose de tal condición ejercieron el horrendo crimen de la pederastia, en cualquiera de sus detestables y repugnantes formas, registradas y sancionadas en los Códigos?

Aquí y ahora, con misericordia y oraciones, sugiero la promoción de peregrinaciones en las que no solamente se consigan los títulos de la “perdonanza” ritual, sino que creen y fomenten conciencia de justicia y piedad comunitarias.

Con referencias aparentes al turismo de playas, por algunas de estas están ya trazadas rutas de muertes, por ahogamiento, de niños y de mayores a quienes alentaron leves y tímidas esperanzas por encontrar en su inútil travesía una vida digna de personas humanas…

Los lugares “oficiales” en los que se gestan democráticamente las leyes, y los organismos que las interpretaran y harán cumplir, con pereza o por intereses particulares o de grupos, habrían de constituirse también en otros tantos destinos de reparadoras peregrinaciones de signo –sacramento- y carácter sagrados.

Ruta de la muerte

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