En el primer aniversario de la muerte de J. B. Metz, el teólogo de la compasión Luis Lorenzo: "El pensamiento de Metz sigue vivo, vigente, actual y necesario"

J. B. METZ
J. B. METZ

J.B. Metz muestra la mirada y el rostro de los que sufren. Pasión por la justicia en un mundo de tantas injusticas. No fue una tarea fácil para él, ni sigue siéndolo en nuestros días

Metz nos enseña que la fe es un don, un optimismo existencial primario, un acto de resistencia contra toda desesperanza, un grito desde la profundidad de esta pandemia. Una fe con sensibilidad solidaria

Tras un año de su fallecimiento, nos deja en herencia una teología, que puede dar respuesta “horizontal” a la situación cultural en esta nueva realidad tras la pandemia

Metz, Auerbach, Alto Palatinado, Alemania, 5 de agosto de 1928-Múnich, Baviera, 2 de diciembre de 2019

Cuando está en juego la dignidad y la fe del ser humano que sufre, el destino esperanzador del cristiano y la integridad de la cultura en la historia, todo esfuerzo que se haga (en ese ser para los demás), tiene su peso a pesar de la dificultad. Los comienzos del cristianismo, tampoco fueron fáciles, como se refleja en la Epístola a Diogneto. Texto emblemático de cómo era la presencia en aquella comunidad, donde los cristianos eran una minoría, pero una minoría con conciencia de hacer una aportación a la sociedad. Metz también hizo la suya, en clave teológico-política.

En nuestros días, hay: muerte (la “pandemia” de los muertos en el Mediterráneo), genocidios, contaminación, persecución, mal , incomprensión, pérdida de esperanza (ni siquiera se habla de realidad, sino de nueva realidad)…etc.

Eso hace, que la teología no exista en abstracto, sino que de forma activa, responsable y consciente, abrace todas esas oscuridades, y no pueda callar.

J.B. Metz muestra la mirada y el rostro de los que sufren. Pasión por la justicia en un mundo de tantas injusticas. No fue una tarea fácil para él, ni sigue siéndolo en nuestros días.

Con Teología de ojos abiertos, también hoy, debemos mostrar una mirada realista y esperanzada al entorno, de sentir, abordar y tocar las necesidades del prójimo. En el centro el amor a Dios y a los hermanos que sufren las pérdidas de sus seres queridos, prácticamente en soledad y que serán golpeados duramente por otra crisis económica.

El mismo Papa Francisco nos exhorta a actuar, a ser actores en el mundo y a comprometerse en la sociedad para intentar cambiar la realidad y transformarla profundamente. Empatía con las víctimas reales y que en algunos casos en este tiempo de pandemia, han sido auténticos mártires entregando su vida. Quizás ahora podamos entender mejor las palabras de Martin Buber. “cada uno de nosotros hemos sido un nosotros antes de ser un yo.”

Metz nos enseña que la fe es un don, un optimismo existencial primario, un acto de resistencia contra toda desesperanza, un grito desde la profundidad de esta pandemia. Una fe con sensibilidad solidaria.
De hecho, el sufrimiento, no lo contempla desde fuera, separado del universo como el Primer Motor aristotélico, sino desde dentro, soportando en su carne toda clase de escarnios y agravios. Pascal, que lo entendió perfectamente, afirmó que Jesús estará en la Cruz hasta el final de los tiempos.

Dios no consintió la infamia de Auschwitz, sino que la soportó como una víctima más. Su presencia hoy Divina-humana en los crematorios y cementerios de nuestro País, no es un hecho empírico, sino la garantía de que la injusticia en nuestros días, no es lo último y definitivo.

La Cruz preserva el rostro de las víctimas, clamando por un mañana. No es un canto al dolor, sino una promesa de reparación y una exigencia ética que concierne indistintamente a todos los hombres, convocados a mantener viva la memoria de los inmolados por el odio, el fanatismo y la indiferencia.

Su pensamiento, sigue vivo, vigente, actual y necesario. Tras un año de su fallecimiento, nos deja en herencia una teología, que puede dar respuesta “horizontal” a la situación cultural en esta nueva realidad tras la pandemia. Volvamos, a poner a Dios, como luz en el sufrimiento del hombre de hoy, con una memoria hermenéutica y comprometida (la cooperación en este tiempo de Covid 19 ha sido clave).

El Dios de la compasión y la misericordia, sigue abrazando la historia pobre del hombre en la interpretación de la vida. El Reino de Dios, como proyecto, tiene que seguir siendo el centro. Este mundo sufriente y golpeado por la pandemia mundial, es templo de Dios. Dios nos habla a través de las personas, las cosas y los acontecimientos que hay en ellos. Tengamos una actitud misionera, escuchando su clamor y actuando proféticamente en un horizonte escatológico de humanización universal.

Volver arriba