"Una iglesia reaccionaria y sancionadora vacía templos, defrauda y decepciona" ¿El fin de la 'procesión de los cadaleitos'?, o "lo que llena Santa Marta lo vacía el cura"

Devota en ataúd dentro de la iglesia al finalizar la procesión
Devota en ataúd dentro de la iglesia al finalizar la procesión Carlos Hernández Fernández

La Romería de Santa Marta de Ribarteme es una celebración religiosa de origen incierto en la que algunas personas que querían agradecer a Santa Marta el milagro de la vida, o rogar por su salud, salían en procesión introducidos en un ataúd abierto, exponiendo un juego simbólico entre la vida y la muerte que resultaba único en el mundo

El párroco afirma que él debe de evangelizar, y no alimentar “circos, shows o espectáculos de brujería”

Si la iglesia no sabe estar a la altura en ese acompañamiento del dolor, del sufrimiento y de la muerte, entonces es la propia iglesia la que se quedará como un mero espectáculo, un circo o un show

“Lo que llena Santa Marta lo vacía el cura”. Así define un devoto y vecino de Santa Marta de Ribarteme la situación de una parroquia que pierde feligreses y devotos debido a la polémica decisión del párroco de prohibir la llamada “Procesión de los cadaleitos” tal y como se la conocía hasta ahora.

La Romería de Santa Marta de Ribarteme es una celebración religiosa de origen incierto en la que algunas personas que querían agradecer a Santa Marta el milagro de la vida, o rogar por su salud, salían en procesión introducidos en un ataúd abierto, exponiendo un juego simbólico entre la vida y la muerte que resultaba único en el mundo.

Los féretros salen de la iglesia en procesión
Los féretros salen de la iglesia en procesión

Tras dos años sin poder realizar esta romería a causa de la pandemia, el nuevo párroco de esta iglesia de San Jose ha decidido, de forma unipersonal, prohibir radicalmente muchas de las promesas que los devotos hacían en la novena y en la procesión, entre ellas la más llamativa, la de procesionar con ataúdes.

Se interrumpe así una costumbre antigua que ayudaba a dar sentido a una fe popular que muchos devotos, de dentro y fuera de este pueblo, han construido durante décadas en torno al poder milagroso de su santa, de Santa Marta.

El párroco afirma que él debe de evangelizar, y no alimentar “circos, shows o espectáculos de brujería”.

La cuestión que se plantea es la de cómo se puede evangelizar sin acompañar, cómo se puede evangelizar sin respetar la fe ancestral de un pueblo que lleva décadas celebrando con profunda fe, aunque no esté carente de superstición como casi todas las cuestiones de fe, el culto a quien atiende sus favores, intercede por sus miembros o les salva la vida.

Devoto en un ataúd tras la imagen de Santa Marta (2013)
Devoto en un ataúd tras la imagen de Santa Marta (2013) Carlos Hernández Fernández

En un mundo cada vez más secularizado prohibir no es la opción, y una iglesia reaccionaria y sancionadora vacía templos, defrauda y decepciona. Mientras el Papa Francisco en sus viajes muestra, cada vez más, gestos de profundo respeto al sincretismo religioso, y la fe que emana de los pueblos, lo anacrónico no es tanto que haya una procesión con ataúdes, lo anacrónico es construir una fe a base de prohibiciones y enfrentamientos ignorando el sentir religioso de la comunidad y el valor de lo sincrético.

Claro que la procesión de los ataúdes tenía algo de espectáculo, ¿qué romería o procesión en España no lo tiene? Toda liturgia tiene esa parte simbólica y comunitaria que la expone como espectáculo

Prohibir o resignificar

Claro que la procesión de los ataúdes tenía algo de espectáculo, ¿qué romería o procesión en España no lo tiene? Toda liturgia tiene esa parte simbólica y comunitaria que la expone como espectáculo. El verdadero problema para la iglesia viene cuando al ritual se la vacía de significado y pierde su sacralidad. Entonces la iglesia, y sus ministros, tienen dos opciones la de prohibir o la de resignificar. La prohibición no es la mejor si se quiere construir y contar con el pueblo, pueblo que al fin y al cabo ha mantenido la iglesia, con su fe y su dinero durante siglos, porque las iglesias, y especialmente las rurales, no son nada sin su párroco, pero tampoco son nada sin su pueblo.

Es cierto, y no se puede negar, que, en los últimos años, la exposición en medios de la romería de Santa Marta, reconocida en 2020 de interés turístico por la Xunta de Galicia, había atraído a curiosos e intrusos más partidarios del mero espectáculo que del significado de este. Qué preciosa ocasión para la iglesia de explicar, resignificar y dar a conocer los valores del evangelio a todos estos curiosos; qué gran oportunidad de utilizar el rito para llegar a lo importante, a lo profundo; qué enorme reto el del párroco de construir una fe sólida con el pueblo en la que el símbolo se convierta sólo en la anécdota.

Los féretros pasan delante de la zona destinada al ocio
Los féretros pasan delante de la zona destinada al ocio Carlos Hernández Fernández

Sin embargo se ha optado por la opción polémica y radical, por la que divide en lugar de unir, ignorando a todos los agentes locales, ayuntamiento, patronos de Santa Marta, comisión de fiestas, pueblo en general. Y, sobre todo, ignorando que lo sagrado no puede vivir sin lo profano y que robar al pueblo una tradición sólo produce enfrentamiento y abandono.

Habla el párroco de brujería, y muestra así su ignorancia sobre esta tradición que puede gustar o no, parecer más o menos macabra -no lo es-, o generar rechazo a aquellos cuya ritualización de la muerte espanta y asusta, pero que de brujería no tiene nada. Tiene, o tenía, mucho de fe, popular y personal

Habla el párroco de brujería, y muestra así su ignorancia sobre esta tradición que puede gustar o no, parecer más o menos macabra -no lo es-, o generar rechazo a aquellos cuya ritualización de la muerte espanta y asusta, pero que de brujería no tiene nada. Tiene, o tenía, mucho de fe, popular y personal, mucho de superstición, por supuesto que sí, y mucho, sobre todo de esperanza en quien puede ayudar en el sufrimiento, en el miedo al dolor y sobre todo a la muerte. Y si la iglesia no sabe estar a la altura en ese acompañamiento del dolor, del sufrimiento y de la muerte, entonces es la propia iglesia la que se quedará como un mero espectáculo, un circo o un show.

* Doctor en Ciencias Sociales. Profesor Universidad Pontificia de Comillas. Lleva años investigando y escribiendo sobre la Romería de Santa Marta de Ribarteme

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