El arzobispo emérito de Lingayén murió por coronavirus a los 85 años Ha muerto un profeta. ¡Viva Monseñor Óscar Cruz!

Monseñor Óscar Cruz
Monseñor Óscar Cruz

Era un hombre cortés, divertido y amable en la conversación pero muy serio y reservado en su porte

Era el canonista más famoso de Filipinas y se encargó del tribunal de las apelaciones nacional y de la investigación de los abusos sexuales del clero

Durante su mandato como presidente de los obispos filipinos, se publicaron varias exhortaciones pastorales muy importantes, entre las mejores en la historia de esta corporación

Crítico duro de varios presidentes de Filipinas:  de Ferdinand Marcos, Corazón Aquino, Fidel Ramos, Joseph Estrada, Gloria Arroyo, Benigno Aquino y Duterte

Ha muerto un profeta.  ¡Viva Mons. Óscar Cruz! Hoy, 26.08.2020 a las 6.45 h., ha muerto de complicaciones del COVID-19 Mons.Óscar Cruz Valerio, Arzobispo de Lingayén-Dagupan, Pangasinán (Filipinas) de 1991 a 2009 en el Hospital Clínico de Cardenal Santos, San Juan.  También había sido presidente de la Conferencia Episcopal de Filipinas de 1995 a 1999, los años del fin de la presidencia de Fidel Ramos y el comienzo de los años turbulentos de Joseph Estrada que culminaron en una revolución que lo expulsó del poder instigado por el que fuera Arzobispo de Manila, el Cardenal Jaime Sin junto con otros grupos.  Había nacido el 17.11.1934 en Balanga, Bataán.

            Desde 2018, su estado de salud ha sido delicado debido a la pulmonía, lo cual le obligó a retirarse de la vida pública incluso tras su jublicación como pastor de la Iglesia Pangasinense.

            Hasta su fallecimiento no se sabía que era el tercer obispo filipino que dio positivo al COVID-19 siguiendo los pasos de Mons. Broderick Pabillo, Administrador Apostólico de Manila y Mons. Deogracias Iñíguez, Emérito de Kalookan quienes, gracias a Dios, se han recuperado de la peste en un país del tercer mundo que ha perdido su norte y que se acerca peligrosamente a la cifra de 200.000 infectados.

            Yo le traté poco tanto personalmente como por correspondencia durante los años duros de su lucha en contra de los juegos ilegales (llamados 'jueteng' en Fiipinas) y de la presidenta de entonces Gloria Macapagal Arroyo, cuyo mandato fue turbulento debido a las varias acusaciones de corrupción y abuso del poder por lo que estuvo encarcelada durante el mandato de su sucesor inmediato Benigno Aquino III (hijo de la presidente Corazón Aquino) y fue absuelta por el actual presidente, Rodrigo Duterte. 

Cruz y un servidor no llegamos a ser amigos pero he de decir que era un hombre cortés, divertido y amable en la conversación pero muy serio y reservado en su porte; conservaba la distancia pero no por ello dejó de ser un hombre muy tratable e incluso accesible.  Era el canonista más famoso de Filipinas quien se encargó del tribunal de las apelaciones nacional y de la investigación de los abusos sexuales del clero.  Una tarea no muy grata para un hombre que tenía las ideas claras y con principios muy firmes.  Hay que reconocer que a veces era un hombre inflexible.

Oscar Cruz
Oscar Cruz

            Muchos atribuyen esto a su formación en la conservadora Real y Pontificia Universidad de Santo Tomás en los años cincuenta y en su vocación canonista por la que meneó la pluma y publicó no menos de una cincuentena de libros o folletos, entre ellos: CBCP Guidelines on Sexual Abuse and Misconduct: A Critique (Una crítica de las directrices de la Conferencia Episcopal Filipina acerca de los abusos y mal comportamiento sexuales) , and Call of the Laity (La llamada de los laicos).  En aquél, Cruz se mostró intransigente y criticó duramente la benevolencia de los obispos, capitaneados por los Cardenales Rosales y Tagle entre otros, en dar una segunda oportunidad a los clérigos culpables de actos de mal comportamiento sexuales.  En este, reafirmó con maestría el empoderamiento de los laicos conforme al Concilio Vaticano II en términos entonces inusitados en este mundo clerical de Filipinas.

            Sus escritos, desprovistos de estilo literario, dejaron patente su lógica rigurosa, claridad e inflexibilidad pero también su solicitud pastoral, pues los mismos no llegan a las alturas de las grandes investigaciones en la disciplina sino que son más bien reflexiones dentro del contexto inmediato filipino.

Durante su mandato como presidente de los obispos filipinos, se publicaron varias exhortaciones pastorales muy importantes, entre las mejores en la historia de esta corporación, sobre la economía (julio de 1998), la política (septiembre de 1998), la cultura (enero de 1999) y la espiritualidad (también enero de 1999).  No son documentos de pura pastoralina sino que contienen afirmaciones bien fundadas empíricamente con una sensibilidad moral y eclesial frente a los retos del nuevo milenio que estábamos a punto de estrenar entonces.

            Reconoció que al asumir la presidencia de los prelados del archipiélago magallánico, se produjo un cambio profundo en su persona.  Antes no era un sacerdote político.  Confesó que este cargó le cambió profundamente calificándolo como momento de autorredefinición.

Oscar Cruz
Oscar Cruz

            También cuando era presidente de la conferencia, se institucionalizó la oficina episcopal sobre las mujeres y se inauguraron los departamentos de medios de comunicación, asuntos legales e investigación.  Por fin, los obispos se inclinaban a la institucionalización de un acercamiento más científico, más sistemático, más sociológico sobre estos temas candentes.

Tenía fama de ser un administrador estricto, consecuente e incluso duro comenzando con su cargo de primer rector filipino del Seminario Archidiocesano de San Carlos Borromeo (Manila) de 1973 a 1978.  Fue consagrado obispo auxiliar de Manila en 1976 por el entonces nuncio Mons. Bruno Torpigliani.  En 1978 fue designado Arzobispo de San Fernando, Pampanga.   Su mandato fue turbulento, pues no toleraba la permisividad y ambigüedad imperante en la sede pampangueña, un lugar que tenía (o tiene) fama de curas con retoños y que utilizaban los fondos eclesiales para sostener a los mismos y a las madres.  La tensión tuvo su desenlace cuando Cruz se vio forzado a presentar la dimisión diez años después.  Residió en Manila, un obispo sin diócesis hasta que Juan Pablo II lo nombró pastor de Lingayén-Dagupan.

Cruz era un hombre firme.  No muy dialogal pero capaz de conversaciones largas y distendidas.  Un hombre de disciplina que reconocía sus propias debilidades.  Cuando se jubiló el Cardenal Sin de Manila en 2003 se barajaba su nombre entre otros candidatos para suceder al prelado de ascendencia china en la sede más prestigiosa de estas islas.  Muchos se opusieron a su nombramiento, -curas, religiosos, laicos-, debido a su fama.  Pero lo temido nunca llegó a hacerse realidad.  Como bien se sabe, el agraciado fue Gaudencio Rosales, un hombre eminentemente pastoral de otro molde pastoral y político.    Y Manila fue una iglesia agraciada con la llegada de Rosales pero esto es ya otro cantar.

            Amén de ser crítico del jueteng, Cruz también fue crítico duro de varios presidentes de Filipinas:  de Ferdinand Marcos, Corazón Aquino, Fidel Ramos, Joseph Estrada, Gloria Arroyo y Benigno Aquino.  Su participación en manifestaciones, sobre todo en contra de la corrupción e incompetencia durante el mandato de los últimos dos mencionados presidentes podría ser el objeto de biografía e incluso películas.  Antes de los comicios de 2016 en que salió victorioso Rodrigo Duterte, Cruz no había dudado en calificarlo en 'peor que un dictador'. 

Oscar Cruz

Duterte dijo de Cruz de que engañaba al pueblo y que era una vergüenza verdadera para el pueblo.  Benigno Aquino fue tildado de anti-cristiano por el prelado por haber apoyado el entonces proyecto de ley en pro de los contraceptivos.   A Gloria Arroyo la llamó 'la encarnación de la corrupción'.  La cruzada cruciana en contra del jueteng culminó en la expulsión del poder de Joseph Estrada quien se aprovechaba de la ludopatía de muchos filipinos para sus propios fines corruptos.  En tiempos del presidente Ramos, cuando este intentaba modificar la constitución para prolongarse en el poder, el presidente de los obispos filipinos se opuso a este plan diabólico rotundamente por lo que el mandato ramosiano terminó a tiempo en 1998, con la virginidad de la constitución intacta.

            Cruz también expresó que se había arrepentido de haber apoyado la revolución de 1986, cuyo gran héroe eclesial era el Cardenal Jaime Sin, en que fue expulsado del poder Marcos, pues el mandato de Corazón Aquino fue un fracaso.  Pero todo en vano.  Para expresar esto el prelado imitó el sonido de un globo en estado de desinflación.  Un botón de muestra de su sentido de humor bruto y, para algunos, macabro.  Gráfico para todos, de mal gusto para otros. Pero de veras un juicio o una diagnosis preocupante.

            A veces me preguntaba si a Óscar Cruz, como obispo y pastor, le interesaba la salvación de las almas de los mandatorios vilipendiados por él.  Yo creo que en fondo sí aunque no lo afirmó explícitamente. A esta luz es preciso decir que lo que era explícito, en sus palabras y en sus acciones, era su deseo de que se salvase el pueblo filipino, como entidad colectiva en vez de fiarnos todos de personajes carismáticos, populistas e incluso atípicos.  Todavía, como pueblo, adolecemos de este defecto o pecado.  Seguimos soñando con un Robin Hood.  Vivimos demasiado de las películas, buscamos en Hollywood la solución para nuestros problemas. Y ahora nos ha tocado Rodrigo Duterte.  Gracias a este, estamos viviendo un cuento de hadas continuo.  No se sabe cuándo venceremos a los dragones, sobre todo el dragón de este pandemia con nuestro príncipe.  Hemos de cambiar de paradigmas.  Cruz nos ha enseñado cómo. El prelado finado, que colaboraba con varios grupos activistas, claramente abogaba por un esfuerzo colectivo que no dependiera de personajes con garra aunque fuese un cardenal, un príncipe de la Santa Madre Iglesia.  Duterte, cuyo fin de mandato (si Dios quiere) acabará en 2022, es quizá la gran ejemplificación de esta lección colectiva que todavía hemos de aprender.

Gracias a Cruz, la voz del populista Cardenal Sin temida por los políticos la adquirieron los obispos filipinos como colectivo.   Como si hubiera un traslado, pues poco a poco se va apagando y perdiendo potencia la voz de Sin cuya última hazaña fue la presidencia de Gloria Arroyo, tras expulsar a Estrada, cuyo mito acabó cuando se revelaron escándalos de corrupción y otras cosas.  Sin murió en silencio.  Había ya perdido su voz, no solo por la enfermedad sino por los hechos que poco a poco desencadenaban y que pusieron de manifiesto que este purpurado carismático no era infalible.  Claramente, se equivocó con Gloria Arroyo frente a Joseph Estrada.

Oscar Cruz

            En efecto, desde 1995, con Cruz al frente de los obispos, se estaba llevando lentamente a cabo una transferencia de voz entre los obispos.   La voz profética, con resonancia nacional e incluso internacional, ya no era el monopolio de un purpurado en la capital filipina sino que la empezaron a compartir todos los obispos (con sedes en ciudades, pueblos o aldeas), como conferencia, como cuerpo colectivo.  Con los cambios en la tecnología y en los medios de la comunicación, los obispos empezaron a adquirir una voz que solo el Cardenal Arzobispo tenía.  Empezaron a hablar, aunque equivocadamente, en sus propias diócesis incluso hasta el punto de que algunos hacían la pelota con la entonces presidente Arroyo, hasta el punto de recibir coches de lujo de la entonces mandatoria.  Pero el monopolio ya no lo tenía el titular de la sede manilense. 

El palacio de Malacañang de Arroyo, consciente de esta transferencia de voz, empezó a coquetear con los obispos e incluso con la conferencia episcopal hasta que Arroyo fue la presidente más fotografiada junto con los obispos, asistiendo a instalaciones canónicas o consagraciones episcopales o cualquier evento presidido por un mitrado quien hosannaba con incienso, velas y canto casi gregoriano a la mandatoria diminutiva quien quería hacer gala de su religiosidad personal ante su pueblo, en gran parte, incrédulo y entonces ya harto de ella o al menos que era consciente de que escondía muy bien sus cuernos y rabo.  Bueno, ella pertenece al mismo club de políticos con el mismo talento maléfico.   Este juicio no es  mío sino que lo comparten muchos filipinos.

             Cruz nunca llegó a las alturas personales del purpurado Sin -quien era por naturaleza un dicharachero con una sonrisa nos recordaba la de los Buddhas gordos mientras que el asceta de Cruz era por temperamento más bien reservado y cuya sonrisa era más bien cortante-, pero claramente superó al Cardenal por el alcance más colectivo de su política eclesial y por hacer que la misma sea más inteligente si bien más intransigente, sin ninguna gota de pactos de tipo pragmático.  Apropiándome de un refrán filipino, Sin tenía sus santos pero para Cruz no había ningún santo por muy presidente que sea el candidatos con pretensiones de ser santo a sus ojos rasgados.  Dicho en otros términos, Cruz no tenía ídolos.   Sin tenía al menos uno y era una mujer:  Corazón Aquino. 

Cruz a veces era duro.  Sin suavizaba lo que podía. Cruz era cerebral.  Sin, hasta que podía o mientras le caía bien una persona, era pasional, cardíaco, todo corazón, como Corazón Aquino.  Cruz no estaba dotado de este tipo de diplomacia o don de gentes tan necesario hoy en día para que los obispos sean effective managers en un mundo globalizado en que todo tiene su marketing y que incluso la religiosidad es un producto en el gran mercado cultural de la humanidad.  Pero al menos, Cruz no se prostituyó para nada y que su ministerio, todavía no muy comprendido del todo, era la ejecución de la letra exhortativa de aquella canción española para la misa de Luis Alfredo Díaz:  No adoréis a nadie, a nadie más que a él.  Y sufrió las consecuencias.  Sobre todo en aquellos tres años duros de exilio, de no tener diócesis, de ser un vagabundo eclesiástico en Manila, acogido por el obispo de quien fuera protégé, pues le había nombrado su auxiliar: Jaime Sin Lachica.

Era un hombre que solo temía a Dios.  No temía a ningún señor terrenal.  No tenía reparos en oponerse a la opinión de algunos obispos (incluso si llevaban el capelo de púrpura que Cruz también merecía al menos por ser un luchador en pro del pueblo) e incluso exponer la basura eclesial prevalente entonces.  No tenía pelos en la lengua pero esta la desataba como pastor y ciudadano, de manera inteligente y exigente con los demás y consigo mismo.  Era partidario, lamentablemente, del clericalismo, pero él quería un clero respetable a los ojos de los seglares, dignos de ser colaboradores de estos en la lucha por un mundo mejor.  Para el finado, la iglesia no tenía de responsabilidad de arreglar o limpiar la escoria tras los embrollos creados por los curas que no podían controlar sus apetitos sexuales.  Esto era una crítica a la política imperante entonces de encubrimiento de parte de algunos de nuestros pastores con traslados, dinero, amenazas e incluso indulgencias.

Cardenal Sin
Cardenal Sin

            En fin, el ejemplo de Óscar V. Cruz me recuerda el del papa Francisco quien recientemente escribió una carta dura expresando su deseo de que cese la práctica odiosa del inchino all boss tan prevalente en la iglesia italiana.  Cruz se enfrentó con la mafia filipina, muchos de los cuales querían verle muerto.  Pero Dios mismo se encargó de ello, no para acallarlo sino para que su voz profética se oyera aún más en este vacío tras su regreso a la casa del Padre, en medio de esta pandemia, siendo víctima de la misma, y con los problemas surgidos sobre todo a raíz de la gobernación llevada a cabo por el actual mandatorio filipino.  Sería demasiado compara a Cruz con Romero, Cámara, Casaldáliga...pero todos estos, incluyendo al filipino, eran de la misma librea.

            Debido a las circunstancias, se procederá a la incineración del cadáver y habrá un aforo limitado en los funerales que se celebrarán en la Catedral de San Juan Evangelista, el viernes 28.08.2020 a las 9.00 h. tras los cuales se procederá a la conducción de los restos para su entierro en el Santuario Catedralicio de la Archidiócesis Pangasinense.  Pero se abrirá la capilla ardiente en la misma catedral a partir de mañana, 27.08.2020 de 6.00 h. a 8.00 h. para que los fieles puedan desfilar ante la urna que contiene sus cenizas.

            El imperativo de la sobriedad me obliga a poner remate a este ensayo con algunos momentos o metáforas centelleantes sobre un hombre cuyo estilo no tenía nada de elegante o brillante.  Pero sí llameante, cuya riqueza -incluyendo sus defectos que todo ser humano tiene- no cabe en un escrito como estas líneas que mi pluma vacilante ha derramado para esta ocasión triste.   Cruz no es un santo ni un ídolo sino un reto para todos nosotros. Tras este breve rodeo, quiero concluir lanzando un grito de esperanza, invirtiendo el título que he puesto al principio:  ¡Ha muerto Mons. Óscar Cruz!  ¡Viva el profeta!

Volver arriba