San Juan de la Cruz para el año 2026, año sanjuanista
El año 2026 es un año sanjuanista por dos motivos, por una parte, se celebrará el primer centenario de la declaración de san Juan de la Cruz como Doctor de la Iglesia por Pío XI el 24.08.1926; y por otra, el 27.12.1726 fue canonizado, por lo que 2026 es también el tercer centenario de su exaltación definitiva en los altares. El siglo XX fue el siglo sanjuanista por excelencia, pues en dicho siglo se inauguró el denominado siglo científico sanjuanista, es decir, el paso de lo mero devocional a lo verdadero epistemológico con investigaciones y aportaciones de gran envergadura en las siguientes áreas: historia, biografía, texto, lenguaje y doctrina.
De lo devocional a lo científico: Herencia y riqueza
El nacimiento de la dimensión científica fue el año 1924 con la publicación de la monumental tesis doctoral del filósofo agnóstico Jean Baruzi titulada Saint Jean de la Croix et le problème de l'expérience mystique, thèse pour le doctorat ès lettres, París, Felix Alcan Éditeur, 1924. Santo de la iglesia desde 1726, autoridad en la iglesia desde 1926. Desde la tesis baruziana de 1924, metafísico de lo religioso en el ámbito secular. Es decir, más allá de lo devocional o fuera de lo eclesiástico. Este le seguía brindando honores, como por ejemplo, el 08.03.1993, cuando el papa Juan Pablo II lo declaró patrono de los poetas de la lengua española. Es este otro respaldo eclesial para algo que ya era palmario tiempo atrás.
Todo ello deja patente que San Juan de la Cruz no es solo objeto de devoción o veneración en la iglesia sino también ha de ser objeto de estudio serio y científico. No es solo modelo sino que es también autoridad. No es solo santo sino también doctor. No solo brinda ‘grave palabra y doctrina’ (1 Noche 13,3) sino también ‘doctrina sustancial y sólida’ (Subida, prólogo, 8). En expresión de un gran intérprete carmelita, Juan de la Cruz es ‘místico y maestro’, esto es, hombre de experiencia o mistópata (el que experimenta o sufre el misterio o también ‘teópata´) y de transmisión vivencial de la misma experiencia dinámica o mistagogo (el que señala el camino hacia la misma experiencia).
La mejor herencia del siglo XX, a mi juicio, no son las celebraciones —para esta ocasión celebró el obispo de Segovia la misa inaugural el 13.12.2025 en la iglesia en donde se halla el magnífico sepulcro sanjuanista que a su vez cumplirá su propio centenario— , festivales y foros sino el bosque bibliográfico espeso y frondoso que pone de relieve la relevancia y el alcance de la figura del Doctor Místico en las áreas o esferas ya enumeradas. El siglo XX ha sido un siglo interdisciplinar que ha establecido que no se le puede acercar a la figura y al pensamiento de fray Juan sin un talante poliepistemológico.
Sin embargo, desde al menos los albores de este siglo actual este bosque no se ha expandido sino que se ha encogido y retraído, volviéndose a repetir y a recalcar ya viejos tópicos de tal forma que se halla la producción científica, salvo excepciones no de gran alcance, en un impasse. Incluso la gran biografía sanjuanista aparecida en 2012 y de la mano de uno de los especialistas —de momento, el mejor logro de este siglo nuestro—, no aportó la deseada perspectiva unitaria propia de una biografía. Más bien puede calificarse como la enciclopedia quizá más completa, escrito con lenguaje ameno y el aval de un verdadero veterano en estas lides, de datos biográficos —sobre todo chascarrillos—, ocurrencias y vaivenes sanjuanistas. Todo esto ya fue catalogado en el siglo XX por diversos peritos.
La riqueza de Juan de la Cruz es inagotable. Pese a los grandes avances y logros —que en su mayoría fueron alcanzados en el siglo pasado—, quedan muchísimos matices y facetas por descubrir. Lejos de la mente del autor de la mencionada biografía que su obra era definitiva. El Doctor Místico sigue siendo ‘una obra abierta’. Siendo así, hemos de entrar en la espesura de su pensamiento para, de entrada, redescubrir su sabor perenne para que desde el mismo podrían abrirse nuevos filones, descubrirse nuevas perspectivas, hablarse nuevos lenguajes todo con savia sanjuanista.
De lo perenne a la actualización: Hacia nuestra convivencia actual
Lo más perenne de san Juan de la Cruz es que desarrolla su magisterio, cuyo contenido y finalidad consisten en llevar al hombre en la unión con el Dios Cristiano, desde un prisma inusitado: el de elaborarlo todo, sobre todo los pasos, desde la experiencia de la unión como ya fait accompli. Él habla desde la unión ya lograda (y no con vistas a sino con vistas desde), como un maestro experimentado, en diálogo con la experiencia tanto propia como ajena. El lenguaje que él emplea (unión) refleja los límites lingüísticos de su tiempo y como han demostrado algunos estudios es preferible emplear el vocablo redescubierto, más fuerte y sugerente, de comunión, recuperada desde el Concilio Vaticano II, para interpretar adecuadamente su pretensión, ya que él mismo aboga una divinización del hombre, llamando a este como ‘Dios por participación’.
Este alto estado lo expone magistralmente usando el lenguaje nupcial proveniente del Cantar de los Cantares y ayudado por la tradición exegética desarrollada a partir de esta obra bíblica, es decir, la alegórica y simbólica propia de la escuela alejandrina. Dicho lenguaje, muchas veces precisado por la tradición escolástica, sobre todo tomista, califica al hombre-criatura como, de alguna manera, el igual de Dios, capaz de una relación íntima con Dios el Amado, el Esposo sin dejar de ser hombre o de tener su condición finita y lábil pero elevada por un Dios condescendiente en clave de amor, hasta la kénosis, en Cristo. Los más grandes hitos de dicho itinerario son las tres virtudes teologales paulinas (fe, esperanza, caridad), correlacionadas desde una perspectiva agustina con las tres potencias (entendimiento, memoria y voluntad).
En el maridaje de caridad y voluntad convergen todos los medios puestos por Dios y empleados por el hombre. Todo ello implica un camino sobrenatural, que es noche oscura, desde la capacidad del hombre para comprender la realidad pero es la transparencia suprema. A su vez, esto conlleva la exigencia de saber valorar toda la realidad como Nada frente a la plenitud metafísica que es Dios mismo o el Todo. De ahí el camino espiritual de penetrar en este misterio (mística) para llegar a participar en dicha plenitud.
Henos aquí ante lo esencial de la doctrina sanjuanista que es lo más importante de su patrimonio. Las demás disciplinas (filología, historia, etc.) necesariamente se subordinan al pensamiento, expresado esencial y mínimamente. Desde ese pensamiento escueto mas potente ha de derivarse todo lo novedoso, en términos de perspectiva, aplicación y actualización. Se han tendido incontables puentes entre tradiciones lejanas, como el Oriente, y el mismo Santo. Asimismo con pensadores y figuras dispares de manera comparativa y contrastiva. Estos puentes interesan sí pero no aclaran o profundizan. Siempre, como resultado de tales esfuerzos, se han repetido los mismos tópicos con los esquemas y senderos de siempre cual un eterno retorno.
Lo que ha de hacerse no es coger al Santo por lo cuernos sino dejarnos llevar por él frente a los nuevos retos para redescubrir no vacíos en su pensamiento sino desafíos. Es preciso superar el viejo tópico del amor ascensional o teologal del místico cristiano. En nuestros días, hemos de descubrir la dimensión horizontal o social de este mismo amor. Juan de la Cruz no ha hablado mucho de ello pero sí nos ha dado una lección importante al respecto: la de la perspectiva, es decir, la de amar a todo desde el Criador, desde Dios, desde la fuente para evitar apegos o aficiones nocivas. Hay que verlo todo desde Dios para saber valorarlo hasta amarlo, desapegándose de toda afición (Nada) para ver el verdadero valor de todo, de todas las personas (Todo) hasta el punto de poseerlo todo en el amor a Dios que es inseparable. Merece traer a colación aquí una cita larga de la célebre Oración de alma enamorada:
‘Míos son los cielos y mía es la tierra; mías son las gentes, los justos son míos y míos los pecadores; los ángeles son míos, y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios es mío y para mí, porque Cristo es mío y todo para mí. Pues ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre.’
No debería repetirse a manera de los loros lo que Juan de la Cruz escribió sino que debería tomarse todo ello como punto de partida. Es preciso evitar los errores del neotomismo o neoescolasticismo que solo han logrado proporcionar un santo Tomás estéril y reducido a tesis raquíticas y pedantes. En lugar de repetir los consabidos esquemas e interpretaciones urge llevar a cabo un pensamiento inspirado por Juan de la Cruz y no un mero pensamiento sanjuanista para actualizarlo. Incluso con sus carencias temáticas o doctrinales, el Místico Castellano nos puede ofrecer lecciones para hoy, sobre todo con respecto a la crisis ecológica (de la que la iglesia explícitamente trató en su magisterio durante el pontificado del papa Francisco), con la cuestión de la paz (Juan de la Cruz, si bien no habla explícitamente de la corrección fraterna en la vida religiosa, nos da pautas clásicas sobre la convivencia religiosa que podrías transponerse a nuestra situación comunitaria actual).
De lo textual al mundo por redescubrir: Retos desde la Cruz y la Noche
No es este, empero, el lugar para dar un elenco exhaustivo pero sí para insistir en que Juan de la Cruz tiene una palabra, un pensamiento que valga para el hombre de hoy. Solo hace falta bucear en el lenguaje del siglo XVI, que a su vez puede enriquecer nuestra lengua (no solo el castellano o español) de este siglo; asimismo su descripción e interpretación de las fases espirituales podría enriquecer nuestra noción de la narratividad y de la teoría tan en boga sobre todo en círculos literarios e incluso sociológicos para que podamos fundamentar nuestra comprensión de la realidad vivida y compartida como algo experiencial cuya discursividad es textual.
Juan de la Cruz estuvo enamoradísimo del mundo. Este lo entendió nuestro místico de manera distinta en su tiempo, pues como religioso lo comprendía como enemigo de la vida religiosa o lo que se opone a los caminos de Dios (ver las Cautelas) pero es también, para él, todo lo creado, sobre todo los hombres y el ambiente en que estos viven. Es preciso amar este mundo desde la perspectiva de verlo todo desde Dios. Juan de la Cruz era un ‘solitario’ y ‘contemplativo’. Su lenguaje ‘despreciaba’ el mundo pero con la finalidad de valorarlo, apreciarlo, amarlo justamente. Es decir, desde Dios, fortalecido y empoderado por el Creador. Es esta la clave para apagar la sed de un mundo sediente de lo Absoluto: vivirlo, amarlo, conocerlo todo (que es nada delante de Dios) desde Dios, el verdadero Todo. Es este también el núcleo de lo místico. Sed de lo Absoluto es sed del amor, deseo de amar (dimensión activa). Juan de la Cruz nos enseña la fuente de este amor y cómo ejercerlo (Cántico espiritual B, 28) que consiste, ante todo, en ser amado (dimensión pasiva), dejarse amar por el Creador que es Dios para poder transmitir correctamente este amor a los demás.
Religiosamente apellidado ‘de la Cruz’, Juan, como místico cristiano, nos enseña un compromiso en pro de los valores que superan los límites de este mundo que aboga la falsedad, la superficialidad, la manipulación máxime en esta época de bulos digitales, falsedades cibernéticas, polarizaciones desmedidas; en fin, una gama de manipulaciones que minusvaloran la dignidad, la creatividad, la libertad del hombre sumergido en intereses partidarios. Con su símbolo más duradero ‘Noche’, en que lo cristiano se vuelve universal, nos invita a una purificación para ir más allá del horizonte inmediato caracterizado por apariencias engañosas en orden a ver el valor verdadero y duradero y a abogar por esto, sabiendo que el mundo es, por una parte, el ámbito de decepción; pero, por otra, es un conjunto capaz de trascender lo inmediato y su modo de ver superficial para alcanzar la luz sublime puesto que es una ‘noche’ que es ‘amable más que el alborada’ (Poema Noche Oscura).
En una sociedad donde todo es fluido pero en busca constante de fundamentos, que los estudiosos, sobre todo históricos y literarios, denominan, respectivamente ‘perspectiva’ y ‘teoría’ —de hecho, ambos términos articulan lo que verdaderamente significa la ‘contemplación’—, la Cruz y la Noche pueden brindar caminos y fundamentos para que ambos conceptos se fundan convirtiéndose en acción, comenzando con una ampliación semántica vivencial para determinar campos de aplicación de lo semiótico en todas las esferas de la vida tanto privada como pública. De esta manera, se tienden puentes no del siglo XVI al nuestro, sino entre nosotros, caminantes en la Noche, alumbrados por esta misma experiencia de búsqueda de norte y sentido que converge en lo Absoluto, en Dios.
Darán cita devotos, congresistas, curiosos, turistas, religiosos en torno al arca centenaria segoviana que contienen la mayoría de sus restos de este sublime frailecico. Desde la misma arca, resonarán los ecos de su espíritu titánico que ninguna tumba hecha por manos humanas, por muy magnífica y artística que fuere, puede acallar y contener, pues, como escribiera la misma santa Teresa de Jesús en una carta, Juan era ‘hombre celestial y divino’. Mas, permítaseme añadir, con sabor inconfundible y amorosamente telúrico.