"Uno de los grandes enigmas del pontificado de Juan Pablo II" El secuestro de Emanuela: Recado para Wojtyla (I)

Emanuela Orlandi, la joven desaparecida en el Vaticano en 1983.
Emanuela Orlandi, la joven desaparecida en el Vaticano en 1983.

"Todos los medios hablaban de la desaparición de Emanuela. Sin embargo, el papa Wojtyla no dijo nada hasta once días después, el 3 de julio ante los fieles congregados en la plaza de San Pedro"

"Juan Pablo II visita a la familia Orlandi. Vigilia de Navidad, 1983, seis meses después del secuestro"

Al comienzo de su pontificado, el papa Francisco dijo a Pietro Orlandi delante de la parroquia de Santa Ana: “Emanuela está en el cielo”. A Pietro se le heló la sangre: “Yo espero que Emanuela esté viva”. El papa repitió: “Emanuela está en el cielo”

Octubre, 2022. Se estrena la serie documental “La chica del Vaticano” (Netflix). Dirigida por Marc Lewis, aborda el secuestro de Emanuela, de 15 años, hija de un empleado vaticano, desaparecida el 22 de junio de 1983. Se emite también un documental del mismo director, titulado “La desaparición de Emanuela Orlandi” (Dkiss). Con esta ocasión, parece oportuno abordar y actualizar algunos aspectos de este trágico caso, uno de los grandes enigmas del pontificado de Wojtyla.

Es importante el contexto. El secuestro se produce dos años después del atentado contra el papa (1981); un año después del asesinato de Roberto Calvi y de la quiebra del Banco Ambrosiano (1982); el año en que se estanca la Comisión entre Italia  y la Santa Sede, creada para examinar la responsabilidad del Banco Vaticano en la quiebra del Ambrosiano (1983); un año antes de que el Banco Vaticano pagara más de 240 millones de dólares a los acreedores del Banco Ambrosiano (1984).

"La chica del Vaticano"
"La chica del Vaticano"

Del terrible caso se han dado diversas versiones. Veamos algunas:

El político italiano Giulio Andreotti minimizó el asunto: “Es una de las muchas chicas desaparecidas en Italia después de la guerra: único caso entre los habitantes del Vaticano. Desgraciadamente en este tipo de acontecimientos el misterio es casi insuperable”. 

El juez Ferdinando Imposimato, defensor de la pista búlgara del atentado contra el papa, afirmó lo siguiente: “El atentado al Papa fue inspirado por el KGB, preparado por los servicios secretos búlgaros con la colaboración de los turcos y realizado por extremistas de derecha turcos, Oral Celic y Ali Agca”. Emanuela “vive perfectamente integrada en una comunidad islámica. Seguramente ha vivido largo tiempo en París” (Fortichiari, E’viva, 255 y 238-239). 

El cardenal Silvio Oddi manifestó a la periodista Anna Marí Turi: “Puedo decir sólo lo que escuché en ambiente eclesiástico, y que muchos saben. Emanuela, aquella tarde, terminada la lección de música volvió a casa, a la Ciudad del Vaticano. Fue vista llegar a bordo de un automóvil de lujo, que no atravesó la puerta de Santa Ana”, “la chica pasó delante de los guardias suizos y se dirigió hacia su habitación. Allí se entretuvo cierto tiempo. Bajó, subió a bordo del coche y se marchó” (Il Tempo, 22-7-1993).

Andreotti

Francesco Salerno, consultor legal de la Prefectura de Asuntos Económicos de la Santa Sede, declaró ante los jueces Rosario Priore y Adele Rando que la desaparición de Emanuela podía constituir “un elemento de presión en los ambientes estrechamente vinculados al Sumo Pontífice”. Salerno manifestó su convicción a monseñor Re, entonces asesor de la Secretaría de Estado, pero al monseñor la cosa le pareció “irrelevante”, “no le pareció necesaria una verificación en esa dirección” (Nicotri, Mistero vaticano, 194).

Juan Pablo II visita a la familia Orlandi. Vigilia de Navidad, 1983, seis meses después del secuestro. En el pasillo de la casa se asoman las cámaras. El día 24 se dice en  L’Osservatore Romano: “Juan Pablo II ha querido encontrarse con esta familia tan probada para asegurarles el consuelo de su presencia”. El papa les lleva una “cesta de regalos”. No la abren: “La  abrirán con Emanuela”. Los ojos de todos están fijos en él: “Existe el terrorismo nacional y el terrorismo internacional. El de Emanuela es un caso de terrorismo internacional”, les dice el papa   mirando al suelo. El mensaje está medido. Los secuestradores son nacionales,  incluso locales. Hay una “pista romana”.

Tres días después, el papa visita a su agresor en la cárcel. Le acompañan el cardenal Ugo Poletti y el ministro de Justicia Mino Martinazzoli, pero el papa se entrevista a solas con su agresor: “Lo que nos hemos dicho es un secreto entre él y yo” (Fortichiari, 106-107).

  • Al comienzo de su pontificado, el papa Francisco dijo a Pietro Orlandi delante de la parroquia de Santa Ana: “Emanuela está en el cielo”. A Pietro se le heló la sangre: “Yo espero que Emanuela esté viva”. El papa repitió: “Emanuela está en el cielo”. Tras aquella frase, no hubo más. Dice Pietro: “Mi padre siempre había confiado en que los investigadores y el Vaticano nos ayudaran a recuperar a Emanuela. Antes de morir (en 2004) dijo: me han traicionado aquellos a los que serví”

Emanuela Orlandi

  • En 2016 la periodista Raffaella Fanelli entrevista a Maurizio Abbatino, conocido como Crispino y Freddo. El mafioso, que fue jefe de la Banda de la Magliana y colaborador de la justicia, revela lo que estaba detrás del secuestro de Emanuela. Cuando estuvo preso en Villa Gina otro miembro de la Banda, Claudio Sicilia, le puso al corriente. “Dijo que era por dinero que la mafia le había dado a De Pedis, había acabado en las arcas del Vaticano y nunca había sido devuelto” (Netflix). La periodista es autora del libro La verità del Freddo (2018).

Recado para Wojtyla

Tras comentar el caso con un agente de los servicios secretos, el periodista Andrea Purgatori publicó en el Corriere della Sera (25-7-1983) que “había algo más detrás del caso de Emanuela”, “no había trama terrorista” ni de búlgaros ni del KGB, esto “sólo era un señuelo para desviar la atención de un secreto que se guardaba dentro del Vaticano”: un “chantaje financiero” al Vaticano. Al día siguiente, la Oficina de Prensa vaticana lo negó, dijo que era “una especulación”, “un ataque al Vaticano”. Dice el periodista: “El mismo día, mi editor me dijo que ya no era necesario que cubriera el caso y que podía dar un paso atrás. Por un lado, me sentí indignado. Por otro, estaba orgulloso. Pensaba que iba en la dirección correcta”.

Primera llamada de los secuestradores, el día 22. Se ha ocultado durante cuarenta años. Carlo María Viganó, en sus funciones de secretario del Sustituto de la Secretaría de Estado, atendió la primera llamada de los secuestradores, el mismo día del secuestro: “El texto de la primera  llamada telefónica sobre la desaparición está en los archivos” (La Repubblica, 1-11- 2019). Viganó dice al periodista Aldo María Valli: “Hablamos de la tarde de aquel 22 de  junio de 1983 y nos referíamos, en concreto, a lo que sucedió en el Vaticano, en los despachos de la Secretaría de Estado”, “recibí también yo algunas llamadas de aquel que   los medios llamaban el Americano”, “el interlocutor se limitaba a decir que quería hablar  únicamente con el cardenal Casaroli y ese fue el motivo por el que se creó una línea reservada. Por nuestra parte, se hizo todo lo posible para que este interlocutor pudiera hablar con Casaroli”.

Viganó

En el primer documental se dice que “había llegado una llamada anónima de un hombre que había dejado un mensaje en el cual revindicaba la autoría del secuestro de Emanuela Orlandi”. La voz anónima llamó a Romeo Panciroli, jefe de la Oficina de Prensa del Vaticano. A las 8 de la tarde, Panciroli llamó a la Secretaría de Estado y contestó Viganò. Comenta Purgatori: “Si esta llamada telefónica ocurrió de verdad, indicaba que ellos eran realmente los secuestradores, porque la desaparición no se denunció a la a la policía hasta el día siguiente. Lo que significaba que el Vaticano estaba informado sin decir nada a la familia”.

Wojtyla con Walesa, el día 23. Precisamente en esos días (del 16 al 23 de junio), el papa Wojtyla realizaba su segundo viaje a Polonia, donde había enviado “flujo de dinero” al sindicato polaco Solidaridad a través del Banco Vaticano y del Banco Ambrosiano. Polonia estaba bajo la “ley marcial”: “El último día de su visita Wojtyla se reunió con Lech Walesa (en privado, tal como insistió el gobierno polaco) y con los intelectuales que estaban secretamente en contacto con los clandestinos de Solidaridad”, “el Papa quería ver a Walesa el primer día, luego el segundo, después el tercero, y no fue hasta el séptimo cuando se reunió con él en los montes Tatras” (Bernstein-Politi, 396, 401-402).

El encuentro de Wojtyla con Walesa, escribe el periodista José Comas, “duró menos de 20 minutos”, tuvo lugar “el último día de su visita a Polonia”, “el Papa evitó responder a las cuestiones políticas que le planteó el líder del sindicato prohibido de Solidaridad”, “Walesa es un estorbo para la jerarquía católica en su entendimiento con el régimen de Varsovia”.

Wojtyla y Walesa

El jefe polaco de Seguridad, general Straszewski, que estaba a cierta distancia, afirma lo siguiente: el encuentro “duró de 13 a 15 minutos”, “tras el intercambio de saludos y buenos deseos, Walesa tomó la palabra y se quejó del destino del sindicato independiente de Solidaridad y de las represiones que sufren los sindicalistas. El papa no respondió a las palabras de Walesa y se limitó a acariciar a sus hijos y bendecirlos. Después el papa respondió a Walesa sin tocar el tema planteado”, “una comida en común, que estaba prevista en un lugar cercano, no llegó a celebrarse. El papa dijo que estaba cansado” (El País, 25-7-1983).

Ciertamente, era extraño. En el vuelo de regreso al Vaticano, el periodista polaco Jacek Palkiewicz, amigo del papa y miembro de su séquito, percibió un imprevisto nerviosismo y preguntó qué pasaba. Le dijeron: “Se temía un nuevo atentado contra el papa” (Nicotri, 13-27). El día después, el director de L’Osservatore Romano, Virgilio Levi, escribió un editorial titulado “Honor al sacrificio” y dio a entender que el papa había apartado a Walesa de la escena política. Pues bien, el día siguiente, Eduardo Martínez Somalo, Sustituto de la Secretaría de Estado, convocó al director del periódico vaticano en su despacho y le dijo: “Se necesita un gesto”. El director lo entendió y presentó su dimisión: “El Papa continuaba apoyando el liderazgo de Walesa” (Bernstein-Politi, 400-401).

Chantaje inconfesable

Entonces, ¿qué es lo que pasaba? Wojtyla sabía, desde el día anterior, que Emanuela había desaparecido y podía sospechar por qué. Se le había enviado un recado, se le estaba haciendo un chantaje inconfesable. El papa había enviado “canales” de dinero para Solidaridad: “Al menos 200 millones de dólares”, dice el periodista Ferruccio Pinotti, del Corriere della Sera. Al propio tiempo, el dinero que los mafiosos habían invertido en el Banco Vaticano (para blanquear) no había retornado.

Obviamente, todos los medios hablaban de la desaparición de Emanuela. Sin embargo, el papa Wojtyla no dijo nada hasta once días después, el 3 de julio ante los fieles congregados en la plaza de San Pedro: “Comparto la ansiedad y el angustioso temblor de los padres de Emanuela, sin perder la esperanza en el sentido de humanidad de quien tenga responsabilidad en este caso”. El 10 de julio añadió: “Por mi parte, puedo asegurar que se está haciendo todo cuanto es humanamente posible por contribuir a la feliz solución del doloroso asunto”.

Concentración en San Pedro para exigir respuestas al caso Orlandi.
Concentración en San Pedro para exigir respuestas al caso Orlandi.

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