¿Qué relación hay con el caso de Emanuela Orlandi? El secuestro de Mirella: Nosotros no archivamos

Mirella Gregori
Mirella Gregori

"El secuestro de Mirella está relacionado con el de Emanuela: entre ambos hay un anillo de conjunción. El secuestro de Mirella parece tener la función de presionar a la parte italiana de la Comisión entre la Santa Sede y el Estado italiano, también implicada en el asunto IOR-Ambrosiano"

Mirella Gregori, una chica italiana de 15 años, desapareció el 7 de mayo de 1983 en Roma. El hecho ha sido relacionado con el secuestro de Emanuela Orlandi, ciudadana vaticana, también de 15 años, que desapareció mes y medio después. Mirella nació en Roma el 7 de octubre de 1967. Era la hija menor de los dueños de un bar en Vía Volturno. Vivía con sus padres, Paolo Gregori y Vittoria Arzenton, en Vía Nomentana.

Desaparición. El día que desapareció Mirella asistió a clase en su instituto. Regresó a casa en torno a las 14:00, después de estar en el bar de los De Vito, donde ella y su amiga Sonia De Vito se encerraron en el baño para hablar durante quince minutos. “El 7 de mayo era sábado”, dice la madre de Mirella. “A las tres y media alguien llamó al telefonillo a mi hija. La oí decir: ¿Quién eres? Si no dices quién eres, cuelgo. ¿Quién eres?, ¿Sandro? Después salió a la calle”. “No os preocupéis. Tengo una cita con algunos amigos en Porta Pía, pero vuelvo en seguida” (Antonio Fortichiari, É viva, 2003, 27). Viendo que no volvía, la madre intentó ponerse en contacto con Sandro, un antiguo compañero de estudios. A las 20:30 éste llamó y dijo que no la veía desde hacía dos años, después precisó: desde hace cinco meses. A las 22:00 la madre y la hermana denunciaron la desaparición en la Comisaría. “Mirella había desconcertado a su madre, considerándose capaz de encontrar el dinero necesario para comprar la casa que los padres querían, pero no podían adquirir” (Pino Nicotri, Mistero vaticano,2002, 177).

Creemos. Crecemos. Contigo

Diversos comunicados. El 4 de agosto, el Frente de Liberación Turco Anticrtistiano Turkes, completamente desconocido, envía un comunicado a la agencia Ansa de Milán en el que pone como condición para la liberación de Emanuela “la liberación inmediata de Ali Agca”, el agresor del Papa. El comunicado dice también: “¿Mirella Gregori? Queremos informaciones. Con estas condiciones la liberaremos”. El 8 de agosto, llega a la agencia Ansa de Milán un segundo comunicado del Frente Turkes en el que se dice: “Habéis cumplido nuestra segunda petición. Sobre Mirella Gregori”. El 4 de septiembre, en el furgón de un equipo de televisión que está en Castel Gandolfo para grabar las palabras del Papa, se encuentran dos folios manuscritos. Se denuncia la “distorsión informativa” por parte del Vaticano y se afirma que, tras los mensajes del Frente Turkes, está la dirección de “funcionarios vaticanos e italianos”. Ese mismo día, el Americano llama a la redacción romana de Ansa. En un contenedor de basura de la calle Porta Angélica, en una bolsa amarilla, dejan un mensaje en una cinta grabada. El mensaje desmiente los comunicados del Frente Turkes (Nicotri, 74,77,86-87; Fortichiari, 70-73).

El jefe de la P2. El 10 de agosto de 1983 una fuga “excelente” sale publicada en los periódicos: la de Licio Gelli, gran maestre de la logia masónica P2: “El 10 de agosto, pocos días antes de ser extraditado a Italia, Gelli, ayudado por un carcelero corrupto, conseguía fugarse de la cárcel suiza de Champ Dollon, donde estaba detenido desde el 13 de septiembre de 1982” (Fortichiari, 74). El jefe de la P2 había sido condenado en el juicio por la quiebra del Banco Ambrosiano.

El libro de Fortichiari
El libro de Fortichiari

Hombres de la P2. El 2 de diciembre de 1983 la magistratura romana firmó dos mandatos de detención contra el ex jefe del SISMI, general Giuseppe Santovito (1918-1984), y contra el agente colaborador del servicio secreto militar Francesco Pazienza (1946-2025), acusados de revelar secreto de Estado: “Tanto el general Santovito, como Pazienza, estaban en contacto con la Secretaría de Estado desde los tiempos del atentado al Papa. Pazienza se encontraba periódicamente con monseñor Achille Silvestrini, el más estrecho colaborador del cardenal Casaroli. A fines de 1981 agentes del SISMI había tomado contacto con Ali Agca en la cárcel de Ascoli Piceno, contactos secretos e ilícitos”. En realidad, “desde hace años, en los pasillos de la Secretaría de Estado se veían personajes impensables, como el jefe del SISMI (el servicio secreto militar italiano) general Giuseppe Santovito (afiliado a la logia masónica secreta P2) y, como su colaborador, a Francesco Pazienza (masón también él)”. De hecho, “el crack del Ambrosiano fue el culmen de años de correrías financieras, también de las finanzas vaticanas, de Michele Sindona y de Roberto Calvi, llamados ‘los banqueros de Dios’, ambos afiliados a la P2 y ambos muertos en circunstancias oscuras” (Nicotri, 100, 20-21).

Otros datos. El 8 de septiembre, la madre de Mirella recibe una carta en la que se pide una intervención pública del presidente de la República Sandro Pertini. Cuatro días, después, un desconocido, con acento extranjero, llama por teléfono al bar de los Gregori, insistiendo en lo mismo. El 28 de agosto Juan Pablo II pidió por Emanuela y por Mirella: “De modo particular, pienso en Emanuela Orlandi y en Mirella Gregori, cuya desaparición, ya durante mucho tiempo, causa tanta pena en las respectivas familias y gran perplejidad en la opinión pública”. El 24 de septiembre el Americano telefoneó al bar de los Gregori y detalló de manera precisa la ropa que llevaba Mirella el día de la desaparición. El 27 de septiembre el Americano vuelve a llamar al bar de los Gregori solicitando una vez más la llamada pública del presidente de la República: “Mientras no haya una llamada pública, nosotros no podemos hacer nada sobre esta cuestión”. El 8 de octubre, el presidente de la República Sandro Pertini recibe a la madre de Mirella (Nicotri, 70-77; Fortichiari, 81-92; El día de la cuenta, 242-245).

El caso Orlandi
El caso Orlandi

El abogado Egidio. El 22 de octubre, las familias de Mirella y de Emanuela, a través del abogado Gennaro Egidio, piden el silencio de la prensa en todo lo referente a la desaparición de las dos chicas. El abogado fue impuesto por los Servicios secretos (SISDE, Servicio para la Información y la Seguridad Democrática) a la familia Orlandi y, después, a la familia Gregori en cuanto “experto en casos internacionales”. El abogado había sido “consejero del IOR” en la corte de Londres por la quiebra del Banco Ambrosiano (La Stampa, 25/07/1983; Fortichiari, 58). El 12 de julio de 1993, el padre de Emanuela sostendrá que el nombramiento del abogado Egidio se lo había “sugerido” el funcionario del SISDE Gianfranco Gramendola, el cual se lo había presentado. Gramendola lo desmiente (Nicotri, 69).

Móvil del secuestro. El Presidente de la República hizo una declaración el 20 de octubre pidiendo la liberación de las dos chicas: “He mantenido siempre una línea de extrema firmeza en la lucha contra el terrorismo, contraria a toda negociación o concesión”, “hoy, sin alejarme de esta línea, ante la angustiosa petición de las familias, y en particular de la señora Gregori, madre de Mirella, dirijo mi invitación a los raptores a que dejen inmediatamente a estas muchachas, y formulo el deseo de que un rayo de luz ilumine su ánimo”. Al parecer, el secuestro de Mirella tenía la función de presionar a la parte italiana de la Comisión entre la Santa Sede y el Estado italiano, constituida para examinar los hechos del IOR-Ambrosiano.

Comisión Vaticano-Italia. El 27 de diciembre de 1982 se comunicó oficialmente la firma de un acuerdo entre el Secretario de Estado y el embajador italiano para crear una comisión entre la Santa Sede y el Estado italiano (tres miembros por cada parte) que examinara la controversia entre el IOR y el Banco Ambrosiano: “Las negociaciones con Italia y con los acreedores internacionales apenas habían empezado y, mientras no se demostrara lo contrario, el Papa defendía a Marcinkus”, “sería testigo de ello el cardenal de Barcelona, Narcís Jubany, uno de los pocos que fueron francos con el Papa. Cuando Karol Wojtyla preguntó a los especialistas en derecho canónico, invitados a una comida celebrada en diciembre de 1982, si veían alguna solución para Paul Marcinkus, Narcís Jubany insinuó la dimisión. La reacción contrariada del Papa fue enérgica. Al salir del comedor, el cardenal Caprio le confió al arzobispo de Barcelona que también él compartía esa idea. ¿Y por qué no lo ha dicho?, le contestó Jubany”.

Conclusiones limitadas. ”La comisión trabajó durante nueve meses escasos y, según declaraciones de los propios comisarios, llegó a conclusiones limitadas porque la documentación recogida resultaba incompleta, porque las personas que la firmaban ya no ocupaban ningún cargo en los organismos investigados, porque algunas personas fueron reticentes a la investigación y otras, como los tres directivos del IOR, se negaron a contestar a un cuestionario de la comisión. Las conclusiones finales no fueron unánimes. Los tres expertos por parte del Estado italiano, con alguna variante, dieron unas respuestas, los de la parte vaticana, otras. Era obvio”.

El libro de Domenech
El libro de Domenech

406 millones de dólares. “El empate se tradujo en que la deuda fue pagada por los dos Estados, no a partes iguales, pero ambos pagaron”, “Italia y el Vaticano pagaban a bancos de todo el mundo cuatrocientos seis millones de dólares”. El acuerdo se firmó en Ginebra el 25 de mayo de 1984: “Había 60 funcionarios en representación de 109 bancos”. El IOR tenía que pagar 250 millones de dólares. Por pronto pago, hubo un descuento: pagó más de 240. Según un comunicado vaticano,  como “contribución voluntaria” (Rossend Domenech, Marcinkus. Las claves secretas de las finanzas del Vaticano, 1987, 216-219; El papa que mataron, 189-190). ¿Contribución voluntaria? Por ejemplo, la Banda de la Magliana “había ingresado su dinero en el IOR”, “dinero que no había vuelto porque había terminado en los bolsillos de Solidarnosc por voluntad de Juan Pablo II” (Notariale, 7, 35).

Muerte de Mirella. El 27 de octubre de 1983 el Americano comunicó al abogado Egidio la muerte de Mirella: “Con Mirella Gregori no tenemos nada más que hacer. Prepare a los padres para esto. No hay ninguna posibilidad”. Sin embargo, este comunicado no concuerda con lo que Marco Fassoni Accetti (en adelante, MFA), dice al periodista Fabrizio Peronaci: “Mirella estaba viva en otoño de 1993”. Como veremos después, el Americano es MFA. Para MFA, “el Ganglio” parece ser una forma de evitar el nombre de la P2. MFA es “hijo de un constructor”, “inscrito en una logia masónica vinculada a la P2”. Un dato importante: “Con la llegada al solio del papa Luciani, la confraternidad (masónica) ya ramificada en la Curia corrió el riesgo de ser descubierta y derrotada” (Peronaci, Il Ganglio, 2014, 19, 10-11, 22, 126).

Anillo de conjunción. La juez Adele Rando comprueba que existe un “anillo de conjunción” entre el secuestro de Mirella y el de Emanuela: “Quien reivindica la desaparición de Mirella es el mismo desconocido telefonista del caso Orlandi conocido como el Americano: el mismo que hacía todas las llamadas por Emanuela dando las pruebas de ser el verdadero secuestrador”, “según las pericias fónicas, el Americano telefoneó al bar del padre de Mirella en vía Volturno, y dictó al yerno de los Gregori, que cogió la llamada, un minucioso elenco de los efectos personales de Mirella en el momento del secuestro: marcas y tallas de la ropa íntima, de las zapatillas, de la blusa y de la falda. Por tanto, el Americano negoció en nombre de los secuestradores de Mirella y de Emanuela. Y el Americano incluso consiguió obtener de la Secretaría de Estado vaticana un hilo directo con monseñor Casaroli” (Fortichiari, 172-173; Nicotri, 92).

El libro de Peronaci
El libro de Peronaci

Identidad del telefonista. En abril de 2013, en el curso de la segunda investigación sobre la desaparición de Emanuela, el fotógrafo MFA, ya condenado por haber atropellado el 20 de diciembre de 1983 al niño José Garramón, se acusó de ser uno de los secuestradores de Emanuela y de haber participado en la desaparición de Mirella. MFA dijo haber sido el anónimo telefonista conocido como el Americano y añadió que los secuestros de Emanuela y de Mirella formaban parte de una serie de chantajes en una lucha dentro del Vaticano para condicionar la política anticomunista de Juan Pablo II.  Según MFA, tanto Mirella como Emanuela estaban de acuerdo con el alejamiento, que en el plan original debería ser temporal, y que por tanto no fueron materialmente secuestros, sino que fueron inducidas a desaparecer de casa por algún día.

Algunos detalles. Dice MFA al periodista Fabrizio Peronaci: “A Mirella la presentamos un joven, del cual se enamoró. La tarde que desapareció, dijo a su madre que bajaba a saludar a un amigo de la escuela”, “fue una amiga a llamarla, nosotros estábamos allí, ocultos en un coche frente al portón. Poco después encontró a su hermoso chico, y vivieron en un apartamento alquilado. Juntos salieron de Italia, a comienzos de 1984”, “yo a Mirella la vi diez años después, cuando la hicimos volver a Italia para que se encontrara con su madre, porque había surgido una cuestión que resolver. El encuentro se tuvo en una caravana cerca de Villa Borghese”, “teníamos necesidad de convencer a la madre para que dejara en paz a una persona, olvidara ciertos discursos que tenían que ver con ambientes de la gendarmería” (Peronaci, 32-43). No resulta creíble que Mirella “se encontrara con su madre”. Sin embargo, es posible que la madre se viera presionada “para que dejara en paz a una persona, olvidara ciertos asuntos que tenían que ver con ambientes de la gendarmería”.

Pericias fónicas. Una primera pericia fónica demostró que “la voz del Americano que el 24 de septiembre telefoneó al bar de los Gregori detallando de manera precisa la ropa que llevaba Mirella el día que desapareció pertenecía efectivamente a MFA”. Una nueva pericia fónica ha sido publicada por el Corriere della Sera el 9 de mayo de 2024. En concreto, “han sido analizadas las llamadas del telefonista Mario, de la primera y de la segunda llamada del Americano a la casa Orlandi, y finalmente la llamada a la Secretaría de Estado, dirigida al cardenal Casaroli (entonces Secretario de Estado). Se ha evidenciado una fuerte semejanza entre la voz de MFA y la de los telefonistas de 1983, aclarando -casi ciertamente- cualquier duda sobre la identidad del telefonista”.

El niño José Garramón
El niño José Garramón

No fue accidental. El niño José Garramón, de 12 años, hijo de Carlos, funcionario de la ONU, y de María Laura Bulanti, “aquella tarde de invierno, había salido de su casa para ir al peluquero”, “el chico no habría subido al coche de un desconocido, pero fue encontrado muerto a veinte kilómetros de distancia”, “¿cómo había llegado allí?”, “la autopsia establecerá que el chico ha sido golpeado por el furgón (de MFA) mientras corría y estaba de espaldas. ¿De quién huía?” (Il Tempo, 22/12/2014). “Un día antes de su muerte, dice su madre, mi hijo dijo a un compañero de escuela que su pequeño aeroplano de aeromodelismo lo cambiaría el día siguiente por uno más hermoso y más grande, gracias a alguien. Mi colaboradora de entonces reconoció en MFA el hombre que, con una excusa, vino a llamar a la puerta de mi casa”. Dice también: “El papa Francisco me remitió a un sacerdote vaticano para que investigara el caso, pero no hizo nada”. La abuela del niño vive en Montevideo cerca de la villa de Licio Gelli, que fue jefe de la logia P2. La madre de José está convencida de que “la extraña coincidencia tiene que ver con la muerte de su hijo”. El atropello no fue accidental. Parece una forma de presionar al Vaticano y a Italia ante la comunidad internacional.

Apunte judicial. En 2016 el periodista Tommaso Nelli, en el curso de una investigación sobre el caso Orlandi, encontró entre los documentos judiciales un apunte, fechado el 31 de octubre de 1983, redactado por un agente del SISDE encargado de controlar el bar de los De Vito, bajo la casa de los Gregori. En el apunte el agente recoge una conversación entre Sonia De Vito y una amiga suya, en la que Sonia deja entender que está al corriente del hombre que habría secuestrado a Mirella: “Cierto, él nos conocía, contrariamente a nosotras que no lo conocíamos; por tanto, podría hacer lo que quería. Como ha secuestrado a Mirella, podría haberme secuestrado también a mí, viendo que andábamos juntas” (Nelli, Mirella Gregori secondo il SISDE un’amica sapeva chi la portóvía, Spazio 70, 21/09/2016).  

La madre de Mirella. El 22 de julio de 1993 el periódico romano Il tempo publica una larga declaración de Vittoria Arzenton, la madre de Mirella. La señora relata lo que unos días antes, el 1 de julio, había declarado al magistrado, un episodio que se remonta al 15 de diciembre de 1985 y que afecta a un funcionario de la Vigilancia vaticana. “En diciembre de 1985 el Papa visitó la parroquia de San Giuseppe en vía Nomentana, donde me casé y donde han sido bautizadas y confirmadas mis hijas. El párroco en aquella ocasión quiso que mi marido y yo nos encontráramos con el Pontífice y dispuso todo para ser recibidos por él. Nos dijo que no pasáramos por la iglesia, sino que atravesáramos la sacristía, subiéramos hacia arriba, pasáramos una antecámara y entráramos en la estancia donde el Papa nos esperaba. Así lo hicimos. Pero al hacer este trayecto tropezamos con un señor que yo conocía bien, aunque sólo de vista. Era un tipo de 35-40 años, moreno, de aspecto agradable, que estaba todas las tardes sentado en el bar junto a la puerta de nuestra casa”.

Sonia, la mejor amiga. “Entre nosotros y el bar había un negocio de alimentación. Este local era llevado por los padres de la mejor amiga de Mirella, Sonia De Vito. Mirella y Sonia bromeaban mucho con este señor, que pienso habitase cerca. Yo, saliendo de casa, le sorprendía muchas veces cambiando cuatro palabras, y por eso él también me conocía bien, y sabía que yo era la madre de Mírella porque me veía con mi hija. Más aún, notando que estaba allí todas las tardes, yo me preguntaba qué tipo de trabajo pudiera tener”.

Un gran amigo de Sonia. “Entonces, encontrándonos casualmente en la parroquia de San Giuseppe, yo le hice una señal de saludo, pero él palideció y giró la cabeza a un lado como para no hacerme reconocer. Al mismo tiempo no pude contener un movimiento de sorpresa y de rabia.  Ese comportamiento no me gustó. Capté que el hombre quería evitarme, desaparecer”, “tras la audiencia papal, aquel hombre había desaparecido, no lo volví a ver. No se volvió a sentar allí fuera en el bar”, “esto me ha hecho reflexionar. He deducido que el único lazo que podía haber entre el Vaticano y mi hija era aquel hombre que hablaba con Sonia de Vito, la amiga del alma de mi hija que no ha querido decir nunca toda la verdad sobre la última conversación tenida con ella. Sí, aquel señor era un gran amigo de Sonia”.

Identidad del personaje. Tras aquel fortuito encuentro, la madre de Mirella indagó la identidad del personaje y averiguó que se trataba de Raoul Bonarelli, superintendente mayor de la Vigilancia vaticana. Parroquiano de San Giuseppe, habitaba con su familia en el barrio, en la calle Alessandria. El 13 de octubre de 1993, la juez instructora Adele Rando interrogó a Bonarelli. Este confirmó haber acompañado al Papa en la visita a la parroquia de San Giuseppe, pero negó lo afirmado por la señora Gregori y excluyó haberse entretenido con Mirella y con Sonia. Entonces el juez instructor le puso en confrontación con la madre de Mirella. Sorprendentemente, la señora Gregori no reconoció en el hombre que tenía delante al individuo que se sentaba en el bar. Sin embargo, el careo llegaba con ocho años de retraso, la fisonomía podía haber cambiado y los recuerdos podían haberse debilitado. Además, la señora estaba gravemente enferma. De hecho, murió poco después. Como queda dicho antes, es posible que la madre se viera presionada “para que dejara en paz a una persona, olvidara ciertos asuntos que tenían que ver con ambientes de la gendarmería”.

Testimonio de la hermana. Dice Antonietta, la hermana de Mirella: “Aquel día yo fui con mi madre. Nos vinieron a recoger con el coche de servicio y nos llevaron a la Fiscalía. Yo me quedé fuera. Qué sucedió dentro no lo puedo decir con precisión porque me lo dijo mi madre, yo no fui admitida a la entrevista. Mi madre me dijo que le hicieron revisar las imágenes del telediario de ocho años antes, ella indicó y reconoció a Bonarelli. Después la llevaron delante de él y allí… dijo que no era él el del bar. Estaba segura un momento antes de entrar, pero después delante del juez dijo que no”, “no sé explicarme el por qué, salió de aquella sala y me dijo -vamos- y desde aquel momento se quedó muda y no quiso hablar más de aquella historia. He pensado mil cosas, pero entre tantas me atormenta: que se haya sentido amenazada por aquella revelación. ¿Que haya sentido miedo dado que ya ella veía cercana su muerte?, ¿que su revelación fuera para nosotros una ulterior amenaza? No lo sé. No puedo explicármelo” (Mauro Valentino, Cronaca di una scomparsa, 2019, 113-114).

El libro 'El Papa que mataron'
El libro 'El Papa que mataron'

Llamada grabada. La juez instructora Adele Rando dispuso que, antes de ser interrogado, fuera interceptado el teléfono de la casa de Bonarelli.  En una de las llamadas grabadas, el superintendente de la policía vaticana pregunta a su jefe (probablemente el comandante de la Vigilancia vaticana, Camilo Cibin) qué debía decir a los magistrados sobre el caso Orlandi. “Nada, responde el jefe, nosotros no sabemos nada, sabemos lo que dicen los periódicos, lo que se ha publicado fuera. El caso ha quedado fuera de (nuestra) competencia”, “pertenece al orden italiano”. Insiste Bonarelli: “Ah, ¿eso debo decir?”. Responde el jefe: “Eh… ¿qué sabemos nosotros? Si tú dices: Yo no he indagado… El Servicio ha indagado dentro… esta es una cosa que ha ido después… no decir que ha ido a la Secretaría de Estado”. Con fecha de 19 de diciembre de 1997, la juez Adele Rando concluye en el proceso de instrucción sobre la desaparición de Emanuela que Bonarelli es “sospechoso del delito de secuestro de persona, incluso de dos personas” (Nicotri, 166-168; Fortichiari, 247; El día de la cuenta, 256-258).

Otra llamada, grabada inmediatamente después del interrogatorio de la juez. Hablando con su mujer, Ángela, dice Bonarelli: “Me ha hecho el interrogatorio, era más que nada por la cosa, por aquella otra, no la Orlandi, ¿cómo se llama la otra?”, “¿Qué quiere la otra?”, pregunta ella, “Es porque fue recibida cuando el Papa fue a la parroquia y la mamá reconoció… salió la otra vez en el periódico, de uno de la seguridad del Papa, el que había seducido a la hija en el bar, piensa un poco. Yo he dado mi versión, después es una mujer, lo entenderás… no estaba convencida, ha organizado la confrontación con la mamá de cosa, ha hecho venir la mamá de esta… ¿cómo se llama?… no la Orlandi, la otra”, dice él. ”Ah…  no lo sé”, responde Ángela. “Ah… ha hecho venir a la mamá de la otra… ella cuando me ha visto ha dicho: No, no es él, piensa un poco, si yo no lo sé, me tengo que encontrar en estas situaciones”, dice él. “Pero a aquella ¿cómo se le ha ocurrido dar tu nombre?, excúsame”, pregunta ella. “No sé, a mi nombre no sé cómo han llegado”, responde él. “Esto… no es para estar tranquilos ¿no?”, pregunta ella. “El nombre mío no sé quién lo ha dado”, dice él. ¿Y quién es ese de la seguridad del Papa que ella ha reconocido?”, pregunta ella. “Esta se lo imagina, pobre mujer”, responde él. “Pobre mujer, ¡una mierda!”, dice ella. “Para mí es una… para mí es uno de aquellos que estaba allí en aquel periodo, uno de aquellos que colaboraba, …uno de esos practicantes pegados al cura ¿no?”, dice él. “Yo no conozco estas cosas”, responde ella.   

Comentario. La doctora en Historia Rosella Pera comenta: Bonarelli admite que “la juez no le parecía particularmente convencida con sus afirmaciones”. Destaca la afirmación de la mujer: “Pero… te dije que te metías en problemas”. Cuestiona:” Por qué motivo era previsible que el marido se metía en problemas. Quien no hace mal, no tiene miedo”, “por qué la señora no está indignada por la acusación infamante contra su marido, sino preocupada por saber quién y por qué ha dado su nombre”, “el marido dice a la mujer, sólo a ella, que molestar a Mirella podía haberlo hecho uno de esos practicantes pegados al cura”, “por qué un hombre tan íntegro, un gendarme premiado por el Estado italiano y el Estado vaticano con medalla de honor, no se ha sentido en el deber de dar su aportación, de comunicar esa información a los investigadores, contribuyendo así a una investigación que contempla la desaparición de una joven menor, que ya entonces imploraba, si no justicia, al menos, verdad”, “por qué a Mirella la llama cosa”, por qué el papa Juan Pablo II se apresura a dar la ciudadanía vaticana al gendarme, “cuando no poseía alguno de los requisitos previstos por la legislación vaticana”. “La ciudadanía vaticana permite no presentarse ante los jueces italianos en caso de ser convocado” (Caso Orlandi. Con Bonarelli Mirella Gregori torna in Vaticano, La Giustizia, 15/02/2024).

Secreto de Estado. Incluso la investigación del atentado que pudo costarle la vida a Juan Pablo II, se convierte en secreto de Estado. El juez instructor Rosario Priore buscó en vano la colaboración del Vaticano: “Muchos interrogantes de esta investigación se hubieran resuelto si hubiera habido colaboración por parte de la Ciudad del Vaticano. Pero nos hemos encontrado delante de una actitud que aparece como intento, y no se comprende con qué fines, de cerrar toda investigación sobre el delito y de poner una losa sobre la búsqueda de la verdad” (Discepoli di verità, All’ombra del Papa infermo, 94; El día de la cuenta, 215).

Libro 'El día de la cuenta'
Libro 'El día de la cuenta'

Una pista que lleva muy alto. El juez Ilario Martella, que fue juez instructor de los casos de Emanuela y de Mirella y que recibió una serie de amenazas contra su hijo y su nuera, mientras investigaba el atentado contra el papa, afirma en una entrevista que existe una relación entre aquel atentado y el secuestro de Emanuela: “Tras la desaparición de Emanuela hay un hecho tan grave que probablemente sólo el tribunal de la historia estará en condición de juzgar”. Y dirigiéndose a su interlocutor, añade: “Si le dijera las cosas que he descubierto se le pondría la piel de gallina, como se me puso a mí. Hay elementos en las actas de la instrucción (judicial) que deben quedar reservados, porque son cosas que hacen pensar”. Habla también de una pista muy misteriosa que lleva muy alto” (Il Messaggero, 20/06/1993; Fortichiari, 182; Nicotri, 53; El día de la cuenta, 247-248).

Nosotros no archivamos. El 5 de mayo de 2015 la Fiscalía de Roma se plantea archivar la investigación de los secuestros de Emanuela y de Mirella. El 30 de septiembre, en la persona de Giuseppe Pignatone, la Fiscalía pide archivar la investigación: “No hay elementos idóneos para pedir el reenvío a juicio de alguno de los investigados”. Los investigados son: Pietro Vergari, ex rector de la basílica San Apollinare; Sabrina Minardi, ex amante del jefe de la Banda de la Magliana, Enrico De Pedis; Sergio Virtú, chófer del jefe de la Banda; un tal Ciletto, un tal Giggetto y MFA. El mismo día 30, Pietro Orlandi convoca una manifestación ante la Fiscalía con el lema: Nosotros NO ARCHIVAMOS. “Emanuela y Mirella fueron sacrificadas por la razón de Estado”, dice Ilario Martella, que fue juez instructor de ambos casos, durante la audiencia ante la Comisión Parlamentaria de Investigación sobre la desaparición de las dos chicas (Il Messaggero, 27/06/2024).

Conclusiones. El secuestro de Mirella está relacionado con el de Emanuela: entre ambos hay un anillo de conjunción. El secuestro de Mirella parece tener la función de presionar a la parte italiana de la Comisión entre la Santa Sede y el Estado italiano, también implicada en el asunto IOR-Ambrosiano. Como se vio después, estaba en juego pagar 406 millones de dólares por la responsabilidad contraída en la quiebra del Banco Ambrosiano. Ambas partes, la italiana y la vaticana, tuvieron que pagar. El IOR pagó más de 240 millones de dólares.

Para MFA, “el Ganglio” parece ser una forma de evitar el nombre de la P2. MFA es “hijo de un constructor”, “inscrito en una logia masónica vinculada a la P2”. No debe olvidarse que la logia P2 está también implicada en el asunto IOR-Ambrosiano. Según las pericias fónicas, el telefonista anónimo del caso Mirella y del caso Orlandi es MFA. Además, el niño José Garramón, hijo de un funcionario de la ONU, fue atropellado por MFA. El atropello, con resultado de muerte, no fue accidental: parece una forma de presionar al Vaticano y a Italia ante la comunidad internacional. Dice María Laura, la madre del niño: “El papa Francisco me remitió a un sacerdote vaticano para que investigara el caso, pero no hizo nada”.

En el apunte judicial, redactado por un agente del SISDE, Sonia De Vito deja entender que está al corriente del hombre que habría secuestrado a Mirella. El testimonio de la madre de Mirella, también, aunque (ocho años después, quizá presionada) no reconozca en el gendarme vaticano “al individuo que se sentaba en el bar”. Las llamadas grabadas le delatan. La juez Adele Rando concluye en el proceso de instrucción que el alto cargo de la Policía vaticana, Raoul Bonarelli, es “sospechoso del delito de secuestro de persona, incluso de dos personas”. Los secuestros de Mirella, de Emanuela y de José son secreto de Estado. Incluso la investigación del atentado que pudo costarle la vida a Juan Pablo II, se convierte en secreto de Estado. Sin embargo, está escrito: “Nada hay oculto que no llegue a descubrirse ni nada escondido que no llegue a saberse” (Lc 12, 2).

Emmanuela y Mirella
Emmanuela y Mirella

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