Francisco, junto a Welby y Greenshields, ya vuela de regreso a Roma El Papa, de regreso a Roma: los responsables de la seguridad vaticanos respiran, aliviados

Sudán del Sur dice adiós al Papa
Sudán del Sur dice adiós al Papa Vatican Media

El 40 viaje apostólico del Papa Francisco supuso todo un desafío logístico a dos países marcados por la violencia entre distintas facciones, las pésimas instalaciones y muchas dudas acerca de los horarios. Bergoglio superó con nota una dura prueba

El cariño, la música, la fiesta y el deseo de un futuro en esperanza y en paz han marcado una visita que dejará poso en África y que puso de manifiesto el 'silencio' de buena parte de la opinión pública por lo que ocurre al sur del Mediterráneo

Y, por fin, respiraron aliviados. Los responsables de la seguridad del Papa durante su viaje a Congo y Sudán del Sur no las tenían todas consigo. La situación de ambos países, con guerras civiles más o menos latentes y progresivas escaladas de la violencia (se produjeron atentados las vísperas de la llegada del Pontífice a ambos países) no invitaba al optimismo. Y, sin embargo, Francisco ya vuela -junto a Welby y Greenshields- en el avión papal de regreso a Roma. Sin un rasguño, más allá de las huellas del cansancio y los arañazos que la situación de pobres, mutilados, refugiados, violados y empobrecidos hayan dejado en su corazón.

Termina el 40 viaje apostólico de Francisco, a expensas de lo que pueda decir en una rueda de prensa que, por primera vez, será compartida con el arzobispo de Canterbury y el moderador de la Iglesia de Escocia, con un notable éxito. Millones de africanos se han echado a las calles de Kinshasa y Yuba, en algunos casos recorriendo cientos de kilómetros, para ver al 'hombre vestido de blanco', para escuchar su mensaje, que como dejó claro en su última homilía, no es otro que el del Evangelio de Jesús, el de las Bienaventuranzas.

Esperanza, paz, perdón. Palabras clave de un viaje que ha tenido mucho contenido (los discursos, para enmarcar, se han encontrado con un estruendoso silencio por parte de los grandes medios de comunicación mundiales -salvo excepciones, y contando el imprescindible trabajo de los periodistas acreditados, que por cierto siguen pagando un dineral por viajar al lado del Papa), pero también, mucho de presencia.

Muchos silencios del Papa, mucho dolor al asistir el emotivo encuentro con las víctimas de la violencia inhumana (o tan profundamente de Caín) en Congo, o con los desplazados en Sudán del Sur. Muchas miradas cómplices. Imágenes para la historia, especialmente en las miradas de los niños (el joven cardenal, el niño Papa o el pequeño que le entregó un billete al Pontífice son solo algunos ejemplos). Y mucha música. Porque el africano es un pueblo que ama a su tierra, que se expresa con lo que Dios le dio: su cuerpo, su voz, su canto

Muchos silencios del Papa, mucho dolor al asistir el emotivo encuentro con las víctimas de la violencia inhumana (o tan profundamente de Caín) en Congo, o con los desplazados en Sudán del Sur. Muchas miradas cómplices. Imágenes para la historia, especialmente en las miradas de los niños (el joven cardenal, el niño Papa o el pequeño que le entregó un billete al Pontífice son solo algunos ejemplos). Y mucha música. Porque el africano es un pueblo que ama a su tierra, que se expresa con lo que Dios le dio: su cuerpo, su voz, su canto.

Una multitud despidió a Francisco
Una multitud despidió a Francisco Vatican Media

Miramos demasiado poco al sur de nuestro mar Mediterráneo. Apenas nos interesan los conflictos internos, salvo cuando llaman a nuestras fronteras. Y, a lo largo de este viaje, Francisco nos ha recordado que buena parte de los males que asolan esta bendita tierra tienen su origen en el Viejo Continente, en la ambición, en el poder, en el dinero, en la explotación. En el hombre blanco que sigue considerando al hombre negro como poco menos que su esclavo.

Frente a ello, un Papa valiente, en silla de ruedas o apoyado en el bastón, con una fuerza que nos interpela. Y con un reconocimiento a un continente que tiene el derecho, y la obligación, de salir adelante, y de responder al grito de sus habitantes. Un grito de paz, de esperanza, de justicia. Un grito de Dios. Un 'No' rotundo a la violencia, venga de donde venga, especialmente si se invoca en nombre de nadie sabe qué dios.

Los responsables de seguridad papal respiran aliviados, Francisco se va con una sonrisa y mucho que hacer, y los congoleños y sursudaneses, con la convicción de que, tal vez esta vez, sea posible la esperanza. Aunque apenas despegue el avión vuelvan a resonar los disparos, la violencia, el horror. Es posible la paz. Aqui. Ahora.

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